Las barbaridades de Humboldt en relación con el mito de la Antropofagia, relato europeo para una perpetua colonización!

  1. A quien por primera vez oí mencionar a Bartolomé Tavare Acosta, fue al doctor Carlos Chalbaud Zerpa y, porque hablando de Piar me mostró un folleto mecanografiado (escrito por Tavera Acosta) sobre la vida del famoso general. Se ve que era un trabajo, aún no publicado, quizás en revisión todavía a cuyo autor yo nunca había oído mencionar, agregando el doctor Chalbaud, que muchos habían abrevado en sus investigaciones entre ellos Francisco Herrera Luque y Asdrúbal González (ambos historiadores, quienes escribieron sobre la vida del general Piar). El nombre Tavera Acosta, cobró interés en mis investigaciones, y muchos años después fui conociendo parcialmente su obra. Hoy me duele en el alma no haberle aceptado al doctor Chalbaud, aquel trabajo de Tavare Acosta, que me estaba ofreciendo para que lo revisara, ¡mecanografiado!, como digo. Nunca publicado, insisto, y que no aparece en su bibliografía. Muerto el doctor Chalbaud, todas sus impresionantes reliquias de varios siglos, sus libros, sus pinturas, sus joyas, fueron saqueadas o desaparecidas. La familia del doctor Chalbaud estaba casi extinguiéndose, sólo le quedaba una hija (Carolina) viviendo en Alemania que no pudo atender, encargarse, de aquel inmenso legado. Recuerdo que dos años después de su muerte, vi en casa de un amigo un cuadro de Domingo Peña (pintado por Francisco La Cruz) que pertenecía al doctor Chalbaud. Mi amigo lo había comprado en un remate de objetos usados en Mucuchíes. Quedé profundamente impresionado y adolorido cuando supe que esta pintura como muchos de los libros del doctor Chalbaud habían sido rematados (o robados) de la peor manera.

  2. El capítulo VII, de la obra "Ríonegro" de Bartolomé Tavera Acosta, se refiere ampliamente sobre los dos grandes mitos de la conquista: El DORADO y la ANTROPOFAGIA, en particular el de la antropofagia, un elemento introducido por los europeos con el fin de mantener América, todas las islas del Caribe, bajo su absoluto dominio y control. Sostiene Tavera Acosta, que el primero (El Dorado) se ha desvanecido con el descubrimiento de la riqueza aurífera de El Callao (río Yuruari), y que el segundo se ha ido aclarando con la investigación y la verdad histórica. Añade que sobre nuestros indígenas se han aventado toda clase de estropicios, tales como "los perros mudos, de Oviedo y Valdez y otros; los lagartos de dos patas, de los mismos; los hermafroditas de más de cinco varas de tamaño, de Juan Álvarez Maldonado; los hombres con muelas grandes como un puño y de dos libras de peso cada una, del reverendo Padre Acosta; los hombres de orejas tan grandes que les llegan al suelo, del reverendo Padre Antonio Daza; las báquiras con el ombligo en el dorzo, de los venerables Padres Fray Pedro Simón y José Gumilla; las serpientes peludas y los caimanes que comen piedras, del mismo Gumilla; el combate sangriento de Bobadilla con los indios uaharibos, de que habla Humboldt: la sodomía y las mujeres sin marido, de que han hablado tantos autores, etc.1".

  3. Llama la atención, como decimos, que esos inventos de los europeos sobre nosotros se prepararon adrede, con el fin de hacernos aparecer como bárbaros, como monstruos, horriblemente extraños, inhumanos, cuando no pérfidos y despreciables, calumnias que todavía hoy de distintas maneras se difunden para hacer ver que no valemos nada, que no merecemos los recursos que tenemos, ni el oro ni el petróleo ni demás riquezas de nuestros territorios, y que bien haría el mundo civilizado (Occidente, gringos y europeos) en tomarlas para su provecho, para el progreso "civilizatorio". Son los mismos inventos y mentiras, las mismas argucias y bajezas con las que han creado tantos relatos para explotarnos, dividirnos y humillarnos. Lo insólito es que esas barbaridades fueron también difundidas en el siglo XIX, por gente muy talentosa como Humboldt, Rafael María Baralt y Ramón Díaz, Agustín Codazzi y muchos otros, para, desgraciadamente fortalecer el criminal eurocentrismo que ha hecho estragos en nuestra cultura, ellos, los eternos monopolizadores del saber y de la verdad en el mundo occidental. Muchos de nuestros intelectuales (como Arturo Uslar Pietri, Guillermo Morón…) contribuyeron a esos horribles estigmas que todavía pesan sobre nuestros orígenes, sobre la cultura de nuestros pueblos indígenas. Dice Tavera Acosta que esos miserables inventos relativos, por ejemplo, a la ANTROPOFAGIA se encuentran en Resumen de la Historia de Venezuela, por Baralt y Díaz, página 246, primera parte, y en la Geografía Universal, por M. Letronne, páginas 831 y 832, con los mismos errores etnológicos.

  4. El fin último de los mitos de El Dorado y la Antropofagia en América, documentados por el eurocentrismo, los imperialistas, era hacer sentir en nuestros pueblos, que no valemos nada ni que somos capaces de hacer nada que valga la pena, que lo nuestro es degradante y abominable, perverso y ruin, por lo que estaremos condenados a vivir en una perenne inseguridad, caos y desolación. Que por ello, nunca saldremos de abajo, que para todo necesitaremos de tutores, de consejeros extranjeros, y que en definitiva lo nuestro es mantenernos en una eterna y brutal infancia. Fue lo que Henry Kissinger dijo del programa político de Salvador Allende, que era "ABSOLUTAMENTE IRRESPONSABLE" porque pretendía hacer de Chile un país más soberano, y decidir en lo económico su propio destino, algo que no nos estaba permitido. Estoy absolutamente convencido que fue también una invención de los europeos esa frase puesta en boca del Libertador (supuestamente dicha en 1830) que "La única cosa que se puede hacer en América es emigrar".

  5. Agrega no obstante Tavera Acosta, que a medida que van pasando los años, "la creencia del canibalismo americano va haciéndose más rara y difícil de sostener científicamente: se ha ido esfumando como una sombra negra en el horizonte de la Historia. Más aún, cuando ya conocidas muchas localidades de las señaladas como habitadas por los antropófagos, cuando los sostenedores del mito, atacados en sus últimos atrincheramientos, quieren hoy referirse a él, achácanle el canibalismo a cualquier tribu ignota o desconocida. Y así van sin saber ya a quién colgarle el sambenito. Hoy en Venezuela (lo dice en 1927, cuatro años antes de morir), por fortuna, entre quienes han estudiado sin prejuicio las costumbres de los indios puros, nadie cree en su antropofagia. Codazzi, incurre en su prurito de copiar a Humboldt, el maestro, también incurre en la misma versión. En los capítulos Etnología (páginas 246 a 258) y Tribus indígenas (páginas 270 a 277) de su obra Resumen de la Geografía de Venezuela afirma que son caníbales las siguientes: manetibitanos, caberres o cabres, uaipunabis (que son los mismos caberres o puinabis del Inírida), etenamos, parenes y uainimaneses, quienes nunca fueron antropófagos, sino por obra gracia de los religiosos, que así se lo dijeron a Humboldt. Y dice, además, que son feroces los pobres aruacas, los ualcas, los otomacos, los taparitas y los uabaribos, tribus de las cuales no vio un solo individuo, conformándose con escribir de referencia. También en sus Antigüedades Indígenas, escritas en Bogotá en 1857, asegura que los andaquíes «comenzaban a formar un núcleo de nación propiamente dicha, ligada con el vínculo de una religión pública, cuando fueron barridos de la haz de sus tierras y arrojados allende la cordillera oriental a los interminables bosques de la hoya del Amazonas, donde lo solitario, agreste y salvaje del país los hizo retroceder hasta la barbarie más completa y aun hasta el canibalismo (sic) que hoy las distingue».

  6. "Y más adelante continúa: «Apellidáronlos murciélagos los españoles y portugueses porque les vieron chupar y beber con deleite la sangre de sus enemigos, y, en efecto, en las guerras que sostienen (los guaguas) contra los huilotos o gilitotos, que andan errantes entre el Caquetá y Putumayo, procuran, ante todo, sorprenderlos para hacerles muchos prisioneros, a quienes, después de la victoria y excitados por el baile y la borrachera, descuartizan y devoran en señal de venganza, no perdonando la vida sino a los pequeñuelos, que guardan para esclavos.»".

  7. Añade Tavera Acosta: "Codazzi como se ve, se refiere a las tribus que habitan la ignota región del Caquetá, del Napo y del Putumayo o Iza -que nunca visitó-, pero podemos afirmar que los indígenas de esas regiones tienen los mismos usos y costumbres que los del Alto Orinoco, Cuyarí, Inírida, Uainía, Rionegro, Izana, Uapés, Uabiari, etc., y que, por tanto, no son caníbales, como también ha dicho recientemente (1901), apoyándose quizá en Humboldt o en Codazzi, o sugestionado por cualquier relato de los venerables jesuitas, el explorador Rafael Reyes en el Congreso panamericano reunido en México al referirse a sus viajes por aquellas comarcas incultas y tan lejanas". Sostiene Tavera Acosta: "Por otra parte, Codazzi habla por referencias también, pues, aunque él dice en su trabajo que ha «visitado las diferentes familias o tribus aborígenes de Nueva Granada» y que ha examinado sus costumbres y usos actuales», no es rigurosamente exacto, porque él no viajó ni exploró aquella inmensa zona, que atravesó mucho más tarde el infatigable Reyes. Codazzi, al mencionar en sus trabajos etnográficos la antropofagia, no sólo copió a Humboldt, sino que también bebió en la fuente de Balbi, y lo que es peor, tomó mucho del Padre Gumilla y de otros religiosos españoles y portugueses. En cambio, en otros puntos dice que los tales indios viven de la caza y de la pesca y que sus hábitos, etc., son parecidos a los de los indios de los llanos de Casanari y de Apuri "costumbres iguales y carácter tan análogo como peculiar a ellos solos". Y bien sabido se tiene que ninguno de éstos ha sido antropófago ni hoy, ni ayer, ni nunca2".

  8. Por otra parte, sostiene Tavera Acosta: "Felipe Pérez publicó su Geograsía de Colombia en 1863 y en ella asienta también copiando a Humboldt o Codazzi el supuesto canibalismo de 109 pobres indios. En la página 52 de la parte correspondiente al Estado de Cundinamarca dice: "Los indios amorizanas, tribu muy poderosa, que por su lengua parece pertenecer a la antigua nación antropófaga de los manetibitanos, hacia fines del siglo XVIII, mandados por su jefe Cucuy, aliado a los portugueses y rival de los guaipunabis, hacía sus correrías sobre el Alto Orinoco para cazar hombres, que vendían a los portugueses o que mataban para alimentarse con su carne." He allí la fuente humboldtiana; son casi sus mismas palabras, bebidas por el célebre viajero en los libros de los Gumillas y Gillis, pues debe tenerse en cuenta que el geógrafo соlombiano Pérez tomó por guías para su importante trabajo corográfico, entre otros, a Humboldt y a Codazzi, y que en las relaciones etnográficas le sirvieron de norma muchas de las narraciones inexactas de Gumilla y de Casani. Esto por lo que se refiere a los Estados colombianos del Tolima, Boyacá, Cauca, Cundinamarca y Antioquía. El doctor Felipe Pérez había reemplazado al doctor Ancízar como miembro de la Comisión Corográfica de Colombia, establecida en mayo de 1849".

  9. Nos sigue relatando Tavera Acosta: "Entre las aventuras y relatos novelescos que sobre estas regiones han escrito algunos viajeros debemos mencionar en estos últimos tiempos los del francés Chaffanjon, y los del doctor Modesto Garcés en su viaje de menos de quince días por el Bichada en 1885. La obra de Garcés fue escrita en 1889 y publicada en Bogotá con el título de Un Viaje a Venezuela en 1890. No trae las inexactitudes en que incurre Humboldt, que ya hemos apuntado, pero sí la ¡antropofagia! Sabido es que el Muco, la parte alta del Bichada y la de sus afluentes superiores, están pobladas de piapocos, sálibas, uajibos, etc., pero que de ningún modo son caníbales esas tribus, ni jamás han sido tenida por tales. El ingeniero Garcés dice en la página 47 de Un Viaje a Venezuela: "la animalidad se siente allí en constante agitación en todos los elementos: en el agua, en el aire, en la tierra, en las selvas, se devoran los animales unos a otros, y aun el hombre tiene allí, para baldón de sus instintos bestiales, indios antropófagos, que con ferocidad acechan y se comen a sus semejantes". Y esto lo dice así el imbécil doctor Modesto Garcés, seguramente porque se leyó a Humboldt.

  10.  Por eso, Tavera Acosta, respondiéndole al imbécil doctor Modesto Garcés escribe: "Eso es tan incierto hoy (lo dice en su libro publicado en 1927) como cuando él pasó por allí y como en dos siglos atrás. No parece sino que la sugestión se impuso en el ánimo del ilustrado viajero, sugestión que pudo haber sido producida: bien por lo dicho ya por Humboldt ochenta y cinco años antes (recuérdese que esto está escrito en 1927) - repetido por Codazzi, etc., después – o por los relatos inexactos de los primeros cronistas, o bien por las informaciones de los indios mismo, o por el miedo de que parece estuvo poseído cuando dice: "Teniendo por delante lo desconocido y por todos puntos acechanzas y peligros y creyendo que el menor ruido era producido por los pasos de los salvajes que iban a buscarnos… Todavía (cuatro o cinco años después) nos causa horror aquella bárbara resolución de viajar en noche oscura por un río desconocido. ¡Qué de fantasmas y de luces misteriosas veíamos en todas direcciones!... ¡Cómo se abisma el espíritu del hombre en situaciones de esa especie! Las creaciones fantásticas y las supersticiones del humano linaje son engendradas por la soledad y el miedo, verdaderos padres de los dioses inventados, y origen de los sitios tenebrosos de ultratumba" (pags. 58 y 59)". Señalando Tavera Acosta que con todo eso el tal supuesto investigador Modesto Garcés "… él mismo contradice el tal canibalismo no sólo porque no presenció hechos de esa naturaleza, sino porque dice en la página 26 que los guahibos, Achaguas, salivas, etc., son las tribus ocupantes de aquella extensísima región y no son feroces ni crueles, y luego añade que hay algunos indios en cada tribu que hablan lo suficiente el español para hacerse entender de los racionales y conservan entre ellos tradición de relación con los antiguos misioneros de Casanare. Que cuando algún racional penetra hasta sus chozas o caseríos, le presentan sus hijos y piden para ellos las aguas del bautismo, por la probable conveniencia que tal acción pueda reportarle. Agregando contradictoriamente el tal Modesto Garcés: "Acostumbrados a vivir de la caza y de la pesca, en montañas fértiles y ríos caudalosos, muy poco tienen que hacer para conseguir sus alimentos; de manera que su vida nómada y vagabunda los hace holgazanes y sin ningunos hábitos de trabajo". Que siembran yuca y sacan cazabe y el mañoco, resinas y aceites, chinchorros del cumare, algo de sarrapia, teniendo de los racionales y que aun les temen. Que acabaron mostrándole cariño, que le ofrecieron frutas y comida, que en definitiva son de buena índole y laboriosos, viviendo en sus casas pajizas embarradas y que los atendieron harta simpatía, ¿cómo entonces – se pregunta Tavera Acosta – revelándoles tanta dulzura en sus costumbres, podía estar diciendo que eran indios antropófagos que con ferocidad acechan y se comen a sus semejantes? Concluyendo Tavera Acosta que este Modesto Garcés le pasó como a muchos investigadores o etnólogos que en estudiando a Gumilla o a Humboldt , llegó a creer que esos aborígenes eran caníbales…

 

1 De la obra RÍONEGRO, Maracay, 1927, pág. 90.

 

 

2 Acota Tavera Acosta: Codazzi empezó sus exploraciones en Colombia, como jefe de la comisión corográfica, en enero de 1850; las interrumpió a causa de la guerra en 1854 y luego las continuó hasta el 7 de febrero de 1859, día en que murió en el pueblito de Espiritusanto, en el Magdalena, sin haber concluido desgraciadamente, su científica y laboriosa tarea. Le acompañaron el dcotor Manuel Ancizar y Carmelo Fernández, primero, y luego el doctor Felipe Pérez, Enrique Price, y más tarde Manuel María Paz.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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