De aquel a este abril

A cinco años de aquel abril en el cual la pugna que revuelve las entrañas de nuestra sociedad (unas veces gradual y sordamente, otras con sacudimientos que pueden impactar o trastocar el orden existente) alcanzó un nudo crítico y estalló en un salto revolucionario, la revolución venezolana --bolivariana, cristiano-originaria, humanista, antimperialista, socialista, pacífica, democrática, constitucional y legítima--, prosigue indetenible edificando la victoria, sobreponiéndose a las arremetidas de unos adversarios políticos que eligieron ser enemigos abiertos y derrotándolos sin falta en cada confrontación.

La oposición irracional, que ha subsumido en una orgía de violencia cualquier remanente de comportamiento democrático y lanzó en aquella ocasión casi todos sus recursos para destruir al proceso revolucionario y a su líder fundamental, estaba segura de su triunfo, pues se trataba de una carta probada en los “laboratorios” del imperio y refrendada por la CIA. En los cálculos de aquellas gentes obcecadas no cabía la consideración del pueblo humilde, de las masas a las que subestimaban y calificaban con epítetos despreciativos, ni de los cambios que se operaban en las mentes castrenses dando origen a una crecientemente sólida unidad cívico-militar, por lo cual se hallaban muy lejos de imaginar el efecto bumerán de su ación. Se lanzaron y la respuesta fue el arrollador movimiento que signó el 13 de abril como una de las fechas más sorprendentes y gloriosas en la historia de las luchas populares. Los buscadores de lana salieron trasquilados y el salto de conciencia que se produjo en la inmensa mayoría de los venezolanos, junto con la pérdida oposicionista de efectivos políticos y militares en posiciones claves, constituyó para el proceso bolivariano un verdadero avance en calidad y profundidad, un salto revolucionario, desgraciadamente con un saldo de sangre prefabricado que los maquinadores deben todavía. Cuando insistieron con el artero golpe-sabotaje de diciembre-febrero, perdieron la carta grande que les quedaba y una PDVSA recuperada se transformó en la principal palanca financiera para el desarrollo revolucionario de Venezuela y para impulsar la política bolivariana de unidad continental como bastión de la soberanía de nuestros pueblos.

Acotumbrados a ser dueños del país y sus riquezas, imperialistas y vasallos no admitieron la permanencia de un gobierno, por muy legítimo que fuera --y éste con mayores y mejores títulos que todos sus antecesores--, empeñado en hacer verdaderas sus promesas y en dar al pueblo el poder que le corresponde y que la teoría política democrática le asigna, pero que le había sido confiscado por las oligarquías y los imperios. Como escribí en otra ocasión, apenas se les comenzaron a rozar los privilegios, sobre todo después de la promulgación de las primeras leyes habilitantes, desconocieron las reglas del juego democrático y se lanzaron a la destrucción del Estado, de la Fuerza Armada y las instituciones, de la nación, conculcando todos los derechos ajenos. Durante décadas se llenaron la boca con la palabra democracia (aunque sus gobiernos fueron siempre una feroz negación de la misma), pero cuando ésta dejó de ser formal para empezar a convertirse en real, del centro sensible de sus intereses de clase emergió el rostro del fascismo, que se hallaba apenas bajo la piel. Sus medios intensificaron la satanización del Presidente --que venía desde que era candidato-- y del proceso, y emprendieron una gigantesca campaña destructiva, que no cesa, mediante la cual mienten, devirtúan, desinforman, dan instrucciones y realizan una guerra psicológica que enseña a odiar, a matar, a borrar cualquier sentimiento de amor al prójimo en el alma de sus seguidores, a violar todo derecho humano. Sus corrientes democráticas, o que una vez lo fueron, prisioneras del fascismo, a veces muestran tímidos intentos de liberarse, pero enseguida vuelven asustadas al redil.

Hoy, cuando el proceso avanza cumpliendo las tareas de la liberación nacional y echando las bases del socialismo bolivariano, el bloque oligárquico imperialista sigue en su brecha y se apresta ahora a intentar un nuevo zarpazo, ligándolo al fenecimiento jurídico de RCTV. ¿Intentarán el magnicidio y la desestabilización con mercenarios paramilitares? No tienen fuerza propia, y cualquiera sea el precio el pueblo los derrotará de nuevo, esta vez sin indulgencias.

freddyjmelo@yahoo.es


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Freddy J. Melo


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