De los marxistas no convencidos[1]

Alquileres, ganancia comercial e intereses en el “precio mercantil”

Paul Sweezy, connotado economista, más se hizo célebre por schumpeteriano[2] que por haber asimilado bien el legado y las leyes descubiertas por el verdadero padre de la Economía Científica, Carlos Marx[3].

 

La cuestión de la renta del suelo, excluida por Marx de los costos de producción en el Libro I de El Capital, Sweezy la señala como una debilidad en el análisis de Marx sin llegar a entender ni una papa del tránsito económico de lo abstracto a lo concreto presente en toda la Crítica realizada por Marx con la finalidad de abrir la luz al entendimiento de tantos especuladores que a la sazón y todavía reinaban, y siguen haciéndolo, en materia de Economía Política.    

 

El valor de las mercancías, y de eso trata el Libro I de la citada obra, es tratado limpiamente para evitar impurezas en su análisis, porque el valor para Marx se contabiliza sólo como horas/hombre de trabajo útil, como ya lo habían reconocido los clásicos de la Economía Política naciente, horas/hombre trabajador, decimos, aplicadas a materias primas, con o sin la ayuda, de herramientas y máquinas.

 

Por tal razón, mal podía Marx cargar la renta del suelo, la usura[4] y la ganancia comercial al costo de producción de ninguna mercancía porque ninguna renta es derivada del trabajo personal de su perceptor. Esas son rentas derivadas de la plusvalía. Marx termina concretando su hallazgo del valor de la mercancía mediante, primero, los precios de producción, y finalmente con los precios mercantiles donde son subsumidos los alquileres, los intereses, y la ganancia del comerciante intermediario[5].

 

En cuanto a la mal llamada renta del trabajador, eso ha sido una grande y acientífica impostura literaria propia de la Economía vulgar o apologética del sistema capitalista. El salario es el precio de, digamos, 4 horas de las trabajadas por un trabajador  o trabajadora, a cambio, por ejemplo, de 8 horas continuas de trabajo ya que las 4 horas restantes durante las cuales sigue agregando valor terminan en manos del patrono de turno, valor excedentario que conocemos como plusvalía o salario negado por ese patrono.

 

¡Claro!, como la tierra carente de valor fue apropiada por algunos explotadores, estos reclaman parte de la ganancia fabril, y lo hace asimismo el terrateniente que edifica para alquilar galpones y locales comerciales. En este caso, este terrateniente no sólo aspira la renta del suelo, sino también carga en los alquileres la depreciación de la edificación y algunas rentas diferenciales del suelo que aparecen como suba del canon de arrendamiento.

 

El alquiler de la tierra y de sus derivados urbanos y rurales los justifica la Economía vulgar bajo el pretexto o la máscara de intereses no percibidos que perfectamente recibiría este propietario en caso de mantener ese capital inmueble en capital dinerario depositado en bolsas de valores y bancos comerciales.


[1] Por ejemplo, Paul Sweezy (Teoría del desarrollo capitalista).

[2] Apologista a todo dar, pretendió hacer del capitalista, no un explotador o usurero, sino un empresario predestinado al servicio de toda la sociedad, como si no existieran las clases sociales.

[3] Carlos Marx, El Capital

[4] Eufemísticamente, la usura se conoce como interés sobre el capital dinero anticipado y dado en préstamo obviamente oneroso.

[5] Los fabricantes también son intermediarios entre los productores de algunos medios de producción y el consumidor final. Si bien la fábrica transforma las materias primas adquiridas como mercancías, esta transformación no corre a cargo del empresario, sino de los asalariados correspondientes.



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Manuel C. Martínez


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