Agradecer las migajas

Tengo la tendencia a creer que la maldad triunfa porque la bondad se conforma. Y creo también que los bondadosos perdieron mucho de su natural carácter combativo con la asunción de las falsas premisas de benevolencia inculcadas por la ideología religiosa judeo-cristiana.

Sustituir la buena voluntad, la benignidad y la tolerancia por la mansedumbre fue el primer paso para generar acriticidad y servilismo.

El catolicismo terminó de poner la guinda al subvertir el orden real de las manifestaciones de humanidad de Jesús de Nazareth a favor de los intereses magnánimos del poder religioso.

Ocultar y tergiversar hechos y caracteres revolucionarios como los de Judas Izcariote y María Magdalena forman parte de la estrategia para apaciguar ánimos y almas inquietas, contestatarias, inconformes. El adoctrinamiento se nutre de blandura y no de comprensión. Y de la blandura al miedo hay una separación difusa.

Colocar la otra mejilla pasó de ser un acto estratégico de doblegación de la voluntad enemiga y de la intolerancia, a una declaración de indulgencia extrema, al punto de terminar conformados con las dos bofetadas y aún agradecer las migajas de un “entendimiento” basado en la violencia.

Y así como ningún cambio de discurso ni hibridez ideológica alguna bastan para hacer una revolución verdadera, tampoco largas discusiones matizadas por la “necesidad de entender basados en la indulgencia y la mansedumbre” bastan para detener la maldad y acabar con la vileza.

Se impone un cambio real de estructuras, tanto físicas como mentales. Desde el sur nos acostumbrados a agradecer las migajas del norte. Pero la peor de las costumbres es la de liberarnos de nuestras responsabilidades, la de olvidar nuestros deberes, en función de una muy magnánima y ortodoxa demanda de derechos.

Tenemos derechos y debemos reclamarlos y defenderlos hasta la muerte. Pero la medida del valor real de nuestros derechos debe ser el alcance del cumplimiento de nuestros deberes, dentro de patrones claros de libertad, justicia, consciencia crítica, absoluto respeto por las particularidades y por lo humano como valor y característica común.

Cuando reflexiono sobre esto pienso en dos modelos de lucha distintos, que rindieron diferentes resultados a sus objetivos primordiales: el de el Mahadma Gandhi y el de Nelson Mandela. Y a la luz de sus consecuencias prefiero el de Mandela, aún sin conformarme a plenitud.

negole2004@yahoo.com


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