Desmontando los Paradigmas de los secuestradores del conocimiento (I)

Una investigación reciente liderizada por los economistas Michele Boldrin y David K. Levine, ambos  de la Universidad Washington, en San Luis, concluyó en la publicación de un extraordinario libro titulado ‘Against Intellectual Monopoly’ (contra el monopolio intelectual), en el cual sus autores recogen decenas de ejemplos de los últimos 200 años y de todos los sectores tecnológicos, donde demuestran y sustentan cómo las patentes han perjudicado el avance científico y tecnológico de la sociedad moderna. Asimismo, concluyen que la competencia, el intercambio de ideas y su copia son los verdaderos motores de la innovación y no el actual modelo de patentes y derechos de autor, motivo por el cual abogan por su eliminación, salvo casos muy concretos.  

Si bien su investigación no esta enfocada a una perspectiva de la cultura y tecnologías libres ni de una socialización del conocimiento en su totalidad, el trabajo de Boldrin y Levine representa una contribución necesaria en la discusión sobre el papel que han jugado y juegan las patentes, como parte del sistema capitalista, en la mercantilización del saber y las tecnologías, y por ende de las exclusión que sufren los pueblos, por ejemplo, en el acceso  a los medicamentos, vacunas, equipos técnicos de avanzada, etc, por estar sujetos a la protección de los Derechos de Propiedad Intelectual. 

Ejemplos en la historia: 

1.-El caso de la máquina de vapor  

En 1765, mientras reparaba una Newcomen (máquina de vapor usada en las minas), James Watt tuvo la idea de aprovechar la expansión del aire calentado por el vapor de agua para convertir la energía térmica en mecánica.Watt, tras una serie de mejoras en la máquina, inició el proceso para patentar su idea. Con la ayuda de Matthew Boulton, un rico financiero con buenas conexiones en el Parlamento de Londres, consiguió la patente en 1769. Desde entonces y hasta que expiraran los derechos sobre ella, todo el que necesitara una máquina de vapor debía pagarles una cantidad. Watt dedicó los siguientes años a perseguir judicialmente a los que intentaron copiar su máquina. También demandó a inventores que, ya antes que él, trabajaban en sus propios diseños.

Según muchos historiadores europeos,  la máquina de vapor marcan el hito donde  nace la Revolución Industrial. Sin embargo para los economistas Michele Boldrin y David K. Levine,  con cluyen en sus hallazgos y ánalisis que lo que hizo Watt al patentar la máquina, en realidad, fue retrasar el proceso de industrialización, pues el mismo no arranca con fuerza hasta que la patente expira, en 1810.

De hecho, durante los 25 años que Boulton y Watt mantuvieron el monopolio sobre la máquina de vapor, el rendimiento del ingenio (medido en su eficiencia del carbón usado) se mantuvo constante. Entre 1810 y 1835, con las aportaciones de otros inventores como Richard Trevithick (que no patentó su bomba de inyección de vapor a alta presión), el rendimiento de las máquinas se multiplicó por cinco. El aumento de potencia generada alimentó la mejora en la extracción de minerales, la industrialización del sector textil y los transportes a vapor como el ferrocarril y la navegación moderna. 

2.- El tinte y la industria de los textiles 

La investigación química a escala industrial tuvo, en su origen, dos aplicaciones principales: lograr tintes para los textiles y nuevas medicinas. En 1862, el mercado del tintado lo controlaban británicos y franceses (con el 50% y el 40% de la producción respectivamente). Sin embargo, en 1913, antes de comenzar la Gran Guerra, Alemania controlaba el 80% del negocio, seguida de lejos por Suiza. ¿Qué había pasado? 

La conclusión de Against intellectual monopoly es que en estos países no se podían patentar los hallazgos químicos (en realidad, y en el caso de los tintes, Alemania permitió las patentes de procesos pero no del producto final). El caso francés es revelador. Tras una sentencia judicial, la compañía La Fuchsine ejerció su patente sobre un colorante concreto (el fucsia). Temerosas de una oleada de demandas, las otras firmas galas emigraron a Suiza, tierra libre de patentes, seguidas de otras químicas. Para 1913, Francia no tenía producción propia de productos químicos. 

Estos son sólo dos muestras de los numerosos ejemplos que pueden apreciarse en el libro  Against intellectual monopoly.  Invitamos a todos aquellos que quieran obtener la lectura completa del libro para ampliar, difundir y contribuir en la discusión contra el secuestro y la expoliación del conocimiento, a través de las patentes y de las diversas formas de protección por propiedad intelectual, descargar el libro en la siguiente  dirección: http://www.dklevine.com/general/intellectual/against.htm 

Fuente: www.publico.es 


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