Salud Mental Decolonial y Colonialidad de la cultura

Desde articulos anteriores, hemos venido desarrollando el constructo teórico de lo que hemos denominado Salud Mental Decolonial, desde la Cuestión Colonial, porque es la conquista, colonización y colonialidad como ente ontológico de nuestro  ser como pueblo, lo que ha definido nuestro devenir desde 1492 hasta nuestros días, no fuimos descubiertos, ya existíamos como pueblos, como civilización y con un pluridesarrollo envidiable, con nuestras debilidades tambien, que luego de 532 años, no han podido ser borradas, solo ocultadas, enmascaradas ideológicamente o desacreditados como pueblos bárbaros, mediante genocidios, etnocidios, epistemicidios y ecocidios.

Desde nuestra perspectiva “otra”, la salud es una categoría única y la salud mental decolonial es una categoría sucedánea, para evitar confusiones con las categorizaciones cartesianas, que han impuesto la comprensión hegemónica de la salud desde la enfermedad, comprensión colonial y ero/anglocéntrica para convertir la salud/enfermedad en una mercancia, en particular la salud mental como la cara positiva de la enfermedad mental, no somos para nada, antipsiquiatras o negadores de la enfermedad mental como Thomas Zasaz, para nosotros existe la enfermedad mental, pero desde nuestro constructo teórico, la salud mental, no es la cara contraria de la enfermedad mental. 

La diferencia radica en que la salud mental, es una categoría biocultural, ña enfermedad es una categoría biomédica. Desde la mirada “otra”, la salud y la salud mental en particular, es el encuentro entre tres grandes subjetividades: la subjetividad del ser, referida a lo integrado o poco integrado como ser humano, a la sociedad donde nos correspondió nacer y convivimos. La subjetividad del amar, referida a la cantidad y calidad de interacciones, relaciones y vínculos sociales con el que interactuamos con el otro y el nosotros, sentirnos felíces o infelices. La subjetividad del tener-estar, es decir el sustento material y territorial que requerimos para vivir con bien-estar y satisfechos, o con malestar e insatisfechos como pueblo.

En artículos anteriores, hemos tratado panorámicamente los mediadores que han contribuido a visibilizar nuestro constructo teórico de Salud Mental Decolonial, tales como: el pensamiento complejo de Edgar Morin, los aportes de la teoría marxista en cuanto a la alienación e ideología como falsa conciencia, la categoría plusvalía ideológica de Ludovico Silva, el pensamiento crítico nuestroamericano, la línea de lo humano de Frantz Fanon, la línea abismal de Boaventura de Sousa Santos, la Filosofía de la Liberación de Enrique Dussel, las teorías de la colonialidad/decolonialidad del Grupo Modernidad Colonialidad de Berkely y Duke University. Por supuesto el estudio de la subjetividad, a la que hemos dedicado unos cuantos párrafos en los tres últimos artículos publicados-

 Hoy continuamos, refiriéndonos a la Colonialidad Cultural, como subjetividad de la ajenidad impuesta, mediante la cultura del conquistador y sentido común colonializado del conquistador y sus aliados locales, continuada contemporáneamente por la Colonialidad del Ser.

Sustentándonos en un excelente artículo de Álvaro García Linera (2016), ex Vicepresidente de Bolivia, titulado ¿Fín de ciclo progresista o proceso por oleadas revolucionarias? publicado en el libro: Las vías abiertas de América Latina.  Donde describe magistralmente los cuatro logros de una década de gobiernos progresistas en el continente: 1) Ampliación de la democracia política; 2) Distribución de la riqueza común y ampliación de la igualdad social; 3) Formas postliberales de la gestión de la economía, la administración; 4) Construcción de una Internacional latinoamericana y progresista. García Linera propone cinco tareas correctivas: 1) Crecimiento y estabilidad económica base material: justicia y fortaleza política; 2) Revolución Cultural permanente; 3) Reforma moral e incorruptible; 4) Continuidad de los liderazgos históricos; 5) Estado continental y plurinacional. Desde estos planteamientos, con énfasis en algunos de ellos, se desarrollará el tema del presente artículo.

El proceso bolivariano y su refundación constitucional iniciado hace 25 años, definió al Estado venezolano como: Estado democrático, social de Derecho y de Justicia; los fines esenciales de ese Estado deseado, son la dignidad y el desarrollo de la persona, fines a lograr mediante la Educación y el Trabajo. Además no se conformó con definir la salud como un derecho humano, sino que también le dio rango constitucional de derecho social asociado a la vida. Ahora bien, el devenir del proceso bolivariano nos ha indicado que no basta definir la salud como derecho humano y derecho constitucional, categorías abstractas, poco operativas para implementar y desarrollar Políticas Públicas, Planes, Programas y Proyectos desde una praxis comunitaria e institucional burocrática; para superar el Estado burgués heredado de la colonia y transformarlo en el Estado democrático, social de Derecho y de Justicia.

Luego de 25 años seguimos considerando a la salud, como concepto de postguerra de hace 7 décadas, definiendo la salud como el “Estado de Bienestar biopsicosocial y no solo la ausencia de enfermedad” (OMS), definición colonial, burguesa y cartesiana, que considera la salud/enfermedad como valor de cambio, mercancía, que cosificó la vida, la naturaleza y mató la subjetividad del sujeto, objetivó la vida y la naturaleza como algo separado del ser sujeto, por lo que se requería y requiere una concepción categorial de la salud que incluya su subjetividad, como lo dejamos asentado líneas atrás. 

Las reflexiones de García Linera nos han conducido a pensar en la importancia de la relación política  y economía como base material de todo cambio revolucionario, para lograr la igualdad popular en la distribución de la riqueza, que haga al sujeto democrático revolucionario, participativo y ético moral, mediante un proceso de revolución cultural permanente, que permita transformar la Colonialidad Cultural como subjetividad ajena y alienada del pueblo, en subjetividad decolonial, que supere lo ajeno y la alienación subalternizadora e inferiorizadora del sentido común colonial. 

Nos refiere García Linera que, Lenin sostenía que la política era “concentración económica”, cuando el pueblo alcanza el gobierno mediante una vanguardia revolucionaria debe aprender a ser no solo gestor político, sino gestor económico, para asegurar la base material de toda revolución, la economía que favorece al pueblo, lo plebeyo, para lograr el cambio del Estado burgués heredado en Estado revolucionario, en el proceso bolivariano Estado democrático, social de Derecho y de Justicia; para hacer irreversible los cambios logrados, hace falta también, transformar la subjetividad del pueblo, que comúnmente denominamos sentido común, mediante una revolución cultural permanente, porque de lo contrario no hay revolución política e irreversibilidad del proceso revolucionario, si lo descrito se le parece a la situación venezolana, no es casualidad, sino realidad causal.

La disputa política, económica y social, se da en el espacio cultural, donde se resignifican los “sentidos subjetivos” lo simbólico cultural. La unidualidad del ser humano, Edgar Morin (2000) como ser biocultural, perteneciente a la especie humana comunitaria, sentipensante, impulsivo, pero tambien razonador, “lenguagueador” Humberto Maturana (2002). Lo que nos distingue de otros seres vivos de la naturaleza, es lo cultural, de lo contrario no hubiese sido posible el salto evolutivo cualitativo del homo sapiens sapiens, al ser humano en el que hoy nos reconocemos. En la subjetividad se generan sentidos subjetivos, como manera singular y colectivamente de organizar nuestras vivencias, experiencias, saberes y conocimientos, con los que comprendemos e interpretamos el mundo que nos rodea y en el que convivimos.

La unidualidad de lo biocultural, nos generó una mentalidad, que nos ayuda a superar y controlar el componente institntivo de nuestra condición humana, equilibrando a través del sentipensar, lo instintivo y racional, lo bio, como vida, no como la disciplina científica de la Biología. Ahora bien, para superar el pensamiento cartesiano de “pienso luego existo” sin base material corpórea, como metafísica de lo angelical. “los ángeles existen sin cuerpo”. De igual manera, si no logramos cambiar los sentidos subjetivos, es decir, el sentido común de nuestros pueblos, modelados por la conquista, colonización y colonialidad desde hace 532 años, como sentido común colonizado (sentido subjetivo colonizado) desde los poderes fácticos planetarios como dominación, colonizado académicamente, por el conocimiento científico positivista y euroanglocéntrico, cosificación y alienación de la subjetividad del ser. 

De allí que, la decolonialidad es un proceso de transformación de ese sentido común colonializado, en un sentido común decolonial (sentido subjetivo decolonial), como proceso  cultural develador de la falsa conciencia, que reproduce mediante la mente y el imaginario social como subjetividad personal, familiar, laboral, académica y comunitaria, la explotación espiritual, como plusvalía ideológica, de igual manera que el modelo económico imperante,  explota materialmente la fuerza de trabajo de lxs trabajadorxs, mediante la plusvalía. Para que una revolución política sea permanente, es necesaria la vigilancia cultural decolonial permanente. Es decir, se necesita una revolución cultural decolonial transformadora de subjetividades  en los ambitos personal, familiares, comunales, laborales, institucionales públicos, académicos y en la sociedad en general. 

Si no hay transformación de la subjetividad de los pueblos, no hay revolución, lo que hay es cambios superficiales de mediano y corto plazo, que hace que como pueblos regresemos a la subjetividad colonial y sucumbamos a los cantos de sirena de la colonialidad del poder como dominación, colonialidad del saber como imposición y a la sumisión subalternización e inferiorización del ser como colonialidad cultural.

 
alcalaafanadorp@gmail.com


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