Entre la vacuidad y la degeneración

Por favor, lean estas sinopsis… “La historia del narcotraficante más buscado de los últimos tiempos, un ser tan perverso y astuto que opacará a cualquier otro malhechor que haya existido en la historia, incluso a la competencia”. ¿Un extracto de la solapa de un libro de aventuras de narcos?

“Una historia donde los sueños, las ambiciones, el amor, el odio, las pretensiones, la belleza y la búsqueda de poder son algunas de las condiciones inherentes a las vidas de las protagonistas, quienes están envueltas en las extravagancias, los placeres y las adversidades del mundo del narcotráfico”. ¿La sinopsis de una película de acción?

“Seis mujeres viven en un país donde muchas luchan por convertirse en lo que todo hombre sueña: la mujer perfecta. Algunas de ellas, para lograrlo, lo intentarán todo: cirugías, ejercicios, dietas, botox. Otras, en cambio, ni siquiera desearán lograrlo. Pero es, sobre todo, una historia sobre las distintas formas del amor, el imperio de la vanidad, la exclusión social, la ambición, la fama y sus delirios, el culto al ego y la familia como fortaleza”. ¿Vanidades? ¿Cosmopolitan?

Ahora veamos estos títulos… “El Capo. Rosario Tijeras. Las detectivas y el Víctor. ¿Dónde está Elisa? Soy tu dueña. Amor en custodia. Niños ricos, pobre padres. La mujer perfecta. Bellas calamidades. Las muñecas de la mafia. Doña bella. Cuando me enamoro”. ¿Qué tienen estos títulos en común?

No son frases ni historias inconexas… Son sinopsis y nombres de telenovelas. Son colombianas, mexicanas o venezolanas. Son violentas, escandalosamente “rosas” o llenas de fatuidad e ignorancia.

Enlatados a diestra y siniestra. Las mexicanas, marcadas por tramas en las que prevalece el amor imposible, el reforzamiento de la imagen de la mujer con objeto de seducción, subyugación, deseo y estupidez. Las colombianas, marcadas por la violencia, el culto al crimen organizado o la exaltación de la delincuencia, la utilización de la imagen de la mujer asociada a la prostitución y a la subyugación.

Y las venezolanas… Llenas de lentejuelas, superficialidad y antivalores. Donde las mujeres no valen por sus capacidades intelectuales sino por los centímetros cúbicos de silicona en los senos y en los glúteos, los litros de botox en la cara y la vacuidad como discurso.

Y es que en un zapping sin rigor por los canales privados de la televisión venezolana, en horario supervisado o sin restricciones, se puede aprender cómo planificar asesinatos, cómo ganar dinero sin esfuerzo, cómo preparar un gramo de cocaína, cómo convertirse en una mula del narcotráfico, cómo “atrapar” a un hombre, cómo maltratar al prójimo, cómo prostituirse, cómo ponerse “buena”, cómo corromperse… En resumen, son telenovelas que nos preparan para ser idiotas o delincuentes. Edificante, sin duda. Todo eso en horario vespertino o estelar. Vea y compruebe. Es gratis, cómodo, blandito. Sin “resorte” alguno que las contenga.


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@mercedeschacin


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Mercedes Chacín


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