Desde Argentina

Salud Hermanos

  

“El día de hoy es el mañana del ayer”. Palabras de una pluma anónima donde en su trazo parece haber dejado un propósito ambiguo. Una invitación de las tantas a dar el paso adelante, a traspasar el umbral de la reflexión y así emprender galope a la cacería de una lectura analítica. Siempre, claro, con veredictos tan disímiles como complejos, que en la mayoría de casos varían según el sentido y la mirada propia que les atribuyan los receptores. Particularmente en estas líneas, las nueve palabras del encabezado --devenidas en eslabones de una cadena firme sobre una inusual concepción del tiempo--,intentarán fijar un punto separatista de los cambios en Venezuela a través del tiempo, aunque desde una visión anclada entre las filas del común del argentino. Y en Argentina.

De 1999 para abajo, entre los adolescentes y los jóvenes del sur del Sur, los conocimientos o la información comúnmente manejada acerca del país tricolor se achataban a la idea de un país remoto, ubicado allí arriba, muy arriba. Un lugar donde, se decía, el beisbol era el deporte de cabecera; donde el fútbol, quizá nuestra mayor pasión, apenas si asomaba la trompa con una Selección que parecía estar a millas de un sueño mundialista. Sépase que en esos tiempos, las generaciones albicelestes, entonces en etapa de formación, poco o nada dedicaban su interés a los sucesos locales que se libraban en las arenas de la política. Estábamos en silencio, amordazados y ahogados en una ceguera temporal ante las burdas morisquetas distractoras del arte neoliberal y sus bufones. Debieran imaginarse cuán más difícil resultaba saber de lo que ocurría en los países vecinos.

Tanto ha pasado de aquellos años hasta acá, que cuesta creer en "que el hoy es el mañana del ayer". Ahora sí que importa la política local, la regional y la venezolana: los jóvenes de hoy, niños del ayer, no sólo reconocen y disfrutan del buen juego de la Vinotinto y sus serias chances mundialistas.
Se enorgullecen, por sobre todo lo demás, de que un país vecino hoy hermano, controle sus recursos hidrocarburíferos de forma independiente; de que en tiempo record ya sean más de dos millones los venezolanos que se han registrado en los programas sociales En Amor Mayor e Hijos de Venezuela, dos cañonazos de suma potencia en la cruzada sin descanso por erradicar la pobreza.

 

Cada plato y cada libro en cada escuela como producto del trabajo mancomunado entre el pueblo y el Observatorio Educativo Venezolano, son para el grueso de los argentinos mucho más que una fina gambeta del astro de la redonda Leonel Messi. Quién diría que el país que soñó Simón Bolívar, tan lejano en épocas del neoliberalismo funcional al consenso de Washington, está siendo ejecutado con la fuerza y la participación del pobre.

A muchos les molesta, como en Argentina, que personas de las barriadas más populares no cesen de escalar rangos en la participación del armado de un proyecto y una nueva sociedad. Un ascenso como el satélite Miranda, que tan bien podría retratar el despegue de un pueblo fortalecido.

 

Como sea, los argentinos estamos lejos de prescindir de un satélite político en cielo venezolano para comprobar aquellos procesos de transformación en tierra amiga. La transformación político-social está palpable en el apoyo y en la revalidación de los más de 8 millones de hermanos que apostaron por la verdad.

 

En las elecciones del domingo, las urnas venezolanas en terruños extranjeros fueron concurridas como nunca antes. Y más en un rol de un simple cristiano, y lejos de las ropas del periodista, la fe de este cronista arriesgaría que allí arriba, en la casa celestial del Jefe Máximo, también seguramente hayan ejercido el derecho a voto. La victoria de Chávez, del pobre, del humilde, del desvalido, según la misma fe que mueve esta corazonada, habría sido unánime. Dios bendiga a todos mis hermanos de la República Bolivariana de Venezuela. Salud.

 

 

NOTA: Sé de la enorme humildad del Comandante, de su llegada igualitaria para todos y todas. A sabiendas de que seguramente sea imposible, si existe la posibilidad de hacerle llegar estas líneas, sería un periodista cumplido. Un caluroso abrazo.

 

rios.agustinj@gmail.com



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