Da arrechera, para empezar, que lo primero, lo más alto, lo
más excelso siempre sea, o tenga que ser, en términos culturales, lo
exógeno, lo extranjero (como, por ejemplo, todo cuanto ha venido, y
sigue viniendo, de Europa —en este caso la música clásica, que es en lo
cual Dudamel brilla, así le gusten, como dice, otras músicas—); y que
lo mejor que tengamos, en materia de talento nacional, no pueda ni en
sueños aspirar —a menos que se trate de música clásica— a la misma
celebridad y reconocimientos (sopesemos la escala) que obtendrá
siempre, no obstante, un... Dudamel.
Dudamel: esto es, repertorio europeo, que no autóctono.
Lo siento mucho: un susodicho Mambo por aquí, un Evencio Castellanos
por allá, sigue siendo cosa a-popular, así queramos que se le parezca.
Lo autóctono —lo popular de todas partes— tiene sus propios
instrumentos y técnicas. Sus mañas musicales. De difícil y, lo que es
más importante aun, de INÚTIL sustitución.
La «música popular» es el conjunto de músicas que
llamamos así por no tener, simplemente, otra forma de referirnos a lo
que NO es «música clásica», o «música culta».
(Uno se
pregunta si habrá quedado un huequito por dónde respirar en la cultura
occidental, si habrá una forma de no ser aun más incultos: hasta
señalando la obvia exclusión implícita en el presunto valor superior de
la cultura culta uno se auto-excluye, pasa frente a los "conocedores"
por más tarado aun. Pero cómo hacer para no ganarse el sombrerito de
asno, si no podemos evitar preguntarnos por qué «lo mejor» siempre se
lo tiene que llevar el primer mundo, o tiene que prestarle sus
servicios al Imperio.)
¿La Filarmónica de Los Angeles? La ciudad de Los
Angeles no es sólo un lugar con muchos latinos. Es también, y sobre
todo, Hollywood... Esto es, el imperio de la alienación cultural del
mundo. ¿Y gracias a qué —permítasenos preguntar— la mítica ciudad atrae
siempre para sí todo «lo bueno», todo «lo mejor»? ¿Será gracias a otra
cosa que a su poder para... capitalizarlo?
Dudamel, por su enorme talento, tiene que pasar por ahí, no?
—¿Perdón?— ¿De verdad tiene que hacerlo?
Me dirán... que se lo merece.
—¿Perdón?— "¿Que se lo merece?"
¿Quién se lo merece, el primer mundo? ¿O ambos...?
Ambos.
El uno al otro. Pues parece que la oferta, en este mundo que conocemos,
es en sí misma ecléctica: para ambos muy buena...Similia Similibus (=
"lo similar se cura con lo semejante").
Los Angeles es Hollywood. El Sistema de Orquestas
Infantiles y Juveniles venezolano es único en el mundo. Luego: ¿cómo no
iba a estar representado allá?
Resta a saber si el
mismo «sistema» habla tan bien del Gobierno Bolivariano como suele
hacerlo de sí mismo expresamente en todos lados. Hasta donde sé, todos
los premios, ovaciones y demás reconocimientos que colecciona por el
mundo dicho «sistema» van seguidos, ceremonialmente, de unas palabras
de agradecimiento que versan invariablemente sobre la inclusión social
de los niños pobres en Venezuela, pero la palabra maldita, «Chávez»,
vaya qué poco se oye en esos discursos...
Qué bien se guardan Dudamel y Abreu de
pronunciarla. Nisiquiera mencionan "Gobierno Bolivariano", inútil
hacerlo —¿no es cierto que sería redundante?— tratándose de la Orquesta
Simón Bolívar. Ahora bien, yo sé que el «sistema» no es obra de Chávez,
que existía desde antes, pero este «sistema» sin embargo se lleva,
según tengo entendido, él solito el 40% de todo el presupuesto de
cultura del Gobierno Nacional. "Bolivariano..."
Y tampoco es que antes (en la IV) la inclusión fuese un
lema muy sonado, muy emblemático de dicho «sistema». Recuerdo que
cuando a los 18 años de edad quise estudiar contrabajo, y fui a
preguntar en uno de sus centros, la respuesta fue que por mi edad era
imposible, que tendría que empezar en el sexto año de dicho
instrumento, y tener el quinto aprobado...
La verdad es que el «sistema», para decirlo llano, olía
bastante a "ediondismo". Prohibían a los músicos integrantes de las
orquestas (cuya mayoría no venía precisamente "de abajo") tocar en
orquestas de salsa, "matar tigres" en la noche capitalina,
"callejearse". Tenían que hacerlo escondidos. La mayoría de
trombonistas y trompetistas de las orquestas de salsa de Caracas donde
yo tocaba —que eran casi todas— venía de "la juvenil", o sea del
«sistema», y trataban de ocultarse lo más posible tras las campanas de
sus instrumentos. Y no era por ganarse el dinero de estos toques que
arriesgaban ser botados por Abreu, era por las ganas de tocar otra
vaina, esa misma que se oye en todas partes, en los barrios, en la
calle, y que se baila desde carajito.
Y que se sigue bailando hoy. Hablando de
"inclusión", los actuales músicos de la Bolívar, y de todo el
«sistema», siguen que no aguantan por tocar otra vaina —sin por ello
odiar a Strauss, Wagner, Chostakovitch, (vaya nobleza de nuestro
talento)—. Y no sólo quieren tocar salsa, o folklore, sino jazz, rock,
fusión (¡me consta!). Es decir: «MÚSICA POPULAR».
Y la pregunta entonces es, camaradas, ¿y el Poder Popular?
Muy
bien, decíamos que el «sistema» viene de la "cuarta", que no es de
Chávez, de la Revolución Bolivariana, muy bien... (de paso eso se ve:
comenzó por "lo alto", por Europa, el Primer Mundo y su legado
universal, la Música Clásica, la Música Culta, académica, y continuó
por esa vía, por ese formato, hasta hoy). Entonces, ¿no tendrá la
"quinta" que dar a luz el suyo propio, uno basado en una cultura no
menos universal, no menos rica, como lo es la popular?
Claro que sí, un nuevo «sistema», autónomo en relación al actual —en todos los sentidos— está en camino y nacerá.
(*)Músico venezolano residenciado en Francia
(*)Músico venezolano residenciado en Francia