Del capitalismo al socialismo rentista

El pasado miércoles 21, en la Escuela de Sociología de la UCV, un grupo de profesores abrimos un Taller-Seminario con el tema: "Socialismo del siglo XX y XXI al debate". Señalamos como objetivos: "Abrir un lugar de discusión responsable, pedagógico y crítico sobre el socialismo del siglo XXI... Que a ese espacio concurra un conjunto diverso de intelectuales, políticos, estudiantes, activistas de derechos humanos, funcionarios y técnicos del gobierno, para encontrar información, reflexión teórica y debate de ideas... Que el tema sea abordado y discutido haciendo un balance de los socialismos del pasado, en particular los modelos del siglo XX, y el futuro que se quiere construir en Venezuela y en el resto de América Latina bajo esa denominación".

En su primera sesión se presentaron varios argumentos sobre el sentido y la pertinencia de un socialismo en el siglo XXI. Se desarrollaron ideas sobre las debilidades y contradicciones del capitalismo, como su irracional afán de ganancia por encima de su consideración por el ser humano, su estructural tendencia a la desigualdad e injusticia social. También se ventilaron algunas de las debilidades del socialismo del siglo XX: su autoritarismo, falta de pluralismo, fracaso como modelo económico. Y más allá, también se discutió la necesidad de buscar un tipo de sociedad que trascienda el carácter depredador de la naturaleza de ambos modelos. La humanidad necesita dar con una sociedad que sea igualitaria, justa, plural y ecológicamente sustentable. En el marco de esta discusión me parece central para Venezuela analizar nuestro peculiar capitalismo en el siglo XX, que está condicionando cualquier cambio que intentemos hacer en el siglo XXI.

Sabemos que la Venezuela actual es una sociedad levantada por una economía petrolera-rentista. Se trata, por tanto, de un capitalismo paradójico, pues no se sustenta principalmente por el trabajo productivo y la ganancia, sino por una renta que se captura en el mercado internacional. A mediados del siglo XX se logró en nuestro país un consenso social y político para intentar construir un modelo industrial, cuyo motor sería inicialmente esa renta petrolera. El modelo "por sustitución de importaciones" buscó, como en otros países de América Latina, crear una economía capitalista. Nuestros gobiernos, a través de planes de la nación, usaron la renta para establecer condiciones para comenzar a producir en el país lo que hasta ese momento se importaba. Se empezó por bienes de consumo final, luego intermedios y finalmente de capital. Se suponía que en algún momento la industria no necesitaría más del apoyo de la renta petrolera, despegaría hacia un crecimiento autosostenido.

Ese modelo industrial se desarrolló hasta hacer crisis en la década de los ochenta. Según los analistas de entonces, el modelo tenía una falla profunda, pues no lograba que el aparato productivo industrial se independizara de las rentas producidas por el sector primario exportador. El primer gobierno de Pérez, debido al boom de los precios petroleros en el mercado mundial, insistió en inyectarle dinero a una industria y a un modelo que ya había mostrado en otras partes, mucho antes que en nuestro país, que era incapaz de sostenerse. La renta petrolera creó una economía con pies de barro pero nos costó mucho darnos cuenta. Y, más allá de ella, también moldeó una sociedad, una cultura, un Estado y un sistema político rentistas.

Siendo el nuestro un capitalismo sui géneris ¿Cómo influenciará el socialismo que se busca construir? La renta petrolera hizo posible que en pocas décadas pasásemos de ser una sociedad rural y atrasada a una urbana y muy moderna en apariencia. Nos dotó de una clase media con patrones de consumo y capacidad adquisitiva iguales a las de EEUU: carros, electrodomésticos, viajes, dieta con base en exquisiteces importadas. Los patrones de consumo se generalizaron a todos los sectores sociales.

Se nos inculcó, por ejemplo, una dieta centrada en el trigo: pan, espaguetis, cachitos, a nosotros, que somos un país tropical incapaz de producir eficientemente tal grano. Por otra parte, el petroestado nunca necesitó convencer a la población de la necesidad de pagar impuestos como aporte de los intereses privados a propósitos públicos de bien común, algo crucial para los capitalismos que erigieron Estados de bienestar social en Europa. Costeamos servicios públicos con renta petrolera.

Esto conllevó que normas de eficiencia, responsabilidad, cautela y rendición de cuentas sean debilidades notorias de nuestros gobiernos y de nuestra sociedad en general.

También creó una dificultad en nuestra cultura para distinguir claramente entre lo público y lo privado, lo propio y lo ajeno, lo cual ha tenido profundos efectos en el comportamiento, tanto de funcionarios estatales como de los ciudadanos privados. En términos del sistema político, nuestra democracia se construyó basándose en pactos y concertaciones, donde nadie, salvo las arcas del Estado, sacrificó sus intereses particulares. Esto creó élites egoístas e insensibles en extremo.

El socialismo, o la sociedad alternativa que comienza a ser objeto de discusión en Venezuela, debe pasar por entender los profundos y arraigados mecanismos que en la economía, la cultura y la política implantó el capitalismo rentista. Basta mirar a nuestro alrededor para percibir nuestro rentismo por todas partes: en los valores y patrones de nuestro consumo, en la ineficiencia galopante de la administración pública y privada, en la incapacidad de funcionarios del Estado de diferenciar entre los dineros públicos, que son de todos, y los suyos que son privados; en la facilidad con que se cree que se puede avanzar hacia una transformación integral de nuestra sociedad porque se tiene mucho real.

La renta petrolera es un bien valioso, que administrado con prudencia quizás hubiera podido permitirnos alcanzar una sociedad democrática e igualitaria el siglo pasado. Lo que logramos estuvo muy por debajo de las expectativas. Ahora estamos haciendo el esfuerzo de nuevo por usar esa renta para una sociedad justa y libre en el siglo XXI. Sin embargo, en muchas de las estrategias y rutinas diarias del Estado, del gobierno, de los políticos y los ciudadanos, sigue predominando la mentalidad rentista de que todo se soluciona con voluntad y dinero, sin que nadie se sacrifique. Debatamos cómo aprovechar la renta para que un socialismo "rentista" no acabe de nuevo con nuestras expectativas.


¿QUIÉN PAGÓ?
El sábado de la pasada semana, en este mismo diario, en cinco páginas distintas, se convocó con una propaganda de un tercio de página a la fundación del Partido Socialista Unido de Venezuela. ¿Quién pagó estas propagandas? ¿El Estado, el Gobierno, los ciudadanos fundadores de ese partido? En las elecciones de diciembre pasado, distintas instituciones de observación internacional y nacional llamaron la atención sobre el flagrante, ilegal e ilegítimo uso de los dineros públicos en las campañas de ambos candidatos presidenciales. ¿Será que la publicidad de este partido naciente se pagó una vez más con los dineros de todos los venezolanos? .

malopez@reacciun.ve


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Margarita López Maya


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