Agustina Martín, duda sobre su suicidio

La gente justa, la que ha venido clamando por justicia durante muchos años en nuestro país y que ahora observa como la Ley se propone investigar con más profundidad el caso de Yumare, al citar al siniestro personaje apellidado López Sisco y a otros que tuvieron que ver con la horripilante matanza, cree y está convencida de que para que haya paz debe de haber justicia. Ningún crimen por más lejano en el tiempo que haya sucedido, si no fue aclarado en esa oportunidad con verdadero respeto, debe de ser traído al presente y darle el tratamiento que la sociedad espera. Los criminales no pueden andar por ahí, como si nada. Con la cara erguida y las manos llenas de sangre, dispuestos a lo peor.

Si alguna cosa le podemos reprochar al Presidente Chávez, es que en su humanismo, a veces obvia, porque su corazón no lo admite, que esos sujetos que propiciaron el GOLPE DE ESTADO, incluido Marcel Granier, Gustavo Cisneros, Napoleón Bravo, Alberto Federico Ravell, son malas personas. EN VERDAD NO SON MALOS, son difíciles de entender, por el cúmulo de envidia, complejos, ambiciones y entreguismo al extranjero. Cuando Chávez regresó de La Orchila con el crucifijo entre sus dedos pidiendo comprensión, sabíamos que los GOLPISTAS SE ENVALENTONARÍAN Y ESO FUE LO QUE SUCEDIÓ. En vez de plegarse al trabajo, al respeto, a hacer una oposición digna, iniciaron una planificación macabra, como los pilluelo, maldades terribles que llevaron a la patria al caos, al hambre, a la desestabilización a la quiebra petrolera. Se rieron de las propuestas. Echaron al suelo el perdón del Presidente, quemando la bondad, usurpando la democracia, cagándose en la Constitución Bolivariana, jactándose de la sumisión que les hacen a la potencia del Norte, quien les había prometido invadir el suelo venezolano, para causar muerte y desolación. A esos criminales, quiere el pueblo que los alcance la justicia del hombre y la de Dios, porque no existe nada más despreciable que vender a la patria, donde nacimos.

Una de las aberraciones más despreciables que algún ser humano puede cometer. Eso sin contar a los cipayos, a los adoradores del imperio, que andan en una constante pelea con los que por patriotismo, somos capaces de entregar la vida por nuestro suelo. ¡Malditos traidores de los mil demonios! ¡Malditos secesionistas, a los que el corazón les pide el oro para lucir y el veneno para quemar el gentilicio nacional! No volverán y serán investigados del cero al millardo desde enero próximo. El pueblo lo pide. Queremos entrar al próximo gobierno de Chávez, con los golpistas en las cárceles, pagando la traición, la burla, la maldad, la cayapa, el entreguismo. Desde ya, es un grito que emerge del alma del pueblo. El estado, la ley, debe abrir las gavetas en busca de los archivos, actualizarlo todo. Investigarlo minuciosamente, para que la revolución, SEA DIGNA Y CLARA, aséptica en la investigación de los hechos pasados y presentes. Un caso que nos llama poderosamente la atención, ocurrido hace años, fue la muerte de la actriz AGUSTINA MARTÍN, esposa del payaso ese, que se hace llamar periodista, Oscar Yánez. Este glaucopureto, adorador de la ridiculez y la payasería barata, pertenece a esa banda de tipejos del ayer, que se creían graciosos, inteligentes, sobrados, dentro de una sociedad acomplejada que adoraba a Busby Bekerley, a James Dean, a Orson Welles y que desde el Country propagaba la discriminación y la segregación en Caracas,”blanco aunque de mala familia” . Agustina Martín, la conocí, era una mujer muy agradable y culta.

Excelente actriz, que se sometía literalmente a los personajes que les tocaba representar con gran acierto. Su tono de voz era precioso. Se podría decir, sin llegar al protagonismo del machismo, que Agustina lo tenía todo, como mujer y profesional. Pero Agustina cometió la inocencia de caer en las redes de este anciano patiquín de orilla llamado Oscar Yánez. Un pobretón de la literatura, escribiente de bodrios, de noveluchas, donde la exaltación al machismo es el eje principal a sus “creaciones”. Vea usted su bibliografía y no encontrará un título donde el ser humano sea resaltado en su espiritualidad. Todo su “arte” va en detrimento de la mujer, a la que le encanta llamar habitantes de lupanar, esclava del sexo, y otras cosas ofensivas. Es un comerciante de esos que llama “putañerismo” a lo cual le ha sacado suficiente dinero para seguir comprando ridículas corbatas, que se imagina, el sigüiz son admiradas por todos. Agustina se casó con este esperpento. Con esa migaja de viejo, con esa costra medieval, porque el corazón, amables lectores no tiene ojo sino pasión. Un día leímos la noticia: “Murió la actriz Agustina Martín al caer del edificio Country en Chacaito. Se piensa que se suicidó” Nos quedamos locos. Su esposo el jurásico Oscar Yánez, como si nada. Siguió luciendo su disfraz de mal payaso y el mundo siguió andando.

Algunos vecinos del edificio, según escuchamos en la cercanía, dijeron que Oscar celaba a Agustina y que fomentaba escándalos. Y aunque no podemos aseverar eso, es posible que este paleolítico espécimen, en verdad le haya hecho la vida de cuadritos a Agustina. Recuérdese que él podía ser su tatarabuelo y en esos años, aún la Viagra era una utopía. Por eso pedimos que se reabra el expediente del caso y se reinvestigue, pues no entendemos como una mujer que no se veía dispuesta al suicidio, por su alma religiosa e intelectual, haya tomado ese fin. También se dijo que “Estaba limpiando la biblioteca y perdió el equilibrio”- eso no lo cree ni al bicho bruto Rosales. Algo “raro” ocurrió en el apartamento de Agustina Martín…tan cerca de la ventana, como un empujón del demonio bacteriológico. Investíguese este caso para bien de la justicia.

aenpelota@gmail.com


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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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