Sobre las recientes elecciones internas y el congreso extraordinario

El PSUV en manos de la burocracia y lejos del pueblo

Las recientes elecciones internas realizadas por el PSUV para elegir a los delegados al congreso extraordinario del partido se desarrolló sobre una serie de premisas y características atentatorias de la más elemental democracia interna, y sus resultados han consumado el predominio de la estructura burocrática que a nombre de la revolución controla el aparato del estado venezolano.

El “Instructivo” destinado a regular las elecciones de delegados consagró la falta de democracia en dicho proceso (se puede leer en la página web del PSUV). Se prohibieron todo tipo de propagandas en medios de difusión masiva, y sólo se aceptó la publicación de volantes con las propuestas y trayectoria de cada candidato. Esta medida dejó la actividad de propaganda en manos de las grandes maquinarias que podían sacar en Maracaibo, por ejemplo, 120.000 volantes para cubrir el número de electores de ese municipio (cuyo costo requiere varios miles de bolívares fuertes) y repartirlo utilizando las redes clientelares que les permite el usufructo del aparato del estado (Corpozulia, ministerios y empresas públicas).

Un simple dirigente comunitario o de los trabajadores, no tiene ni para publicar la décima parte de esa cantidad de volantes, y menos puede repartirla en cinco días en una ciudad de más de un millón de habitantes (si el dirigente trabaja sus 8 horas laborales, el tiempo real para llegarle a las comunidades en una semana realmente no permitía hacer actividades que fueran más allá de lo simbólico).

El único mecanismo que podía emparejar las enormes ventajas que poseían los candidatos de la burocracia, el uso de los medios masivos de difusión, fue prohibido. El resultado fue que los candidatos provenientes de organizaciones populares de base no se dieron a conocer, por la misma falta de recursos, más allá de la periferia de sus propias organizaciones.

La idea que aparece en el instructivo, de que se organizarían “charlas, debates, foros, mesas de trabajo y otras actividades de difusión masiva”, resultó ser un engaño para incautos, pues objetivamente era imposible que en una semana los candidatos hicieran eso en términos personales. Además, nunca existió voluntad de las estructuras dirigentes del partido para realizar eso. Se podía, por ejemplo organizar grandes foros, en escenarios para varios centenares de personas, y presentar allí debates entre los candidatos. Eso le correspondía organizarlo a las dirigencias estadales y municipales del PSUV, pero nadie movió un dedo en esa dirección.

A todos estos argumentos la burocracia le tiene respuestas, las cuales consideramos falsas y manipuladoras de la realidad. Ante la ventaja objetiva que tenían los candidatos de la burocracia sobre el resto de candidatos de base, la burocracia respondía diciendo que “si tiene verdadero trabajo de base, será reconocido al momento de la votación”. Por consiguiente, candidato de base qu no haya sido favorecido por los votos, la burocracia explica “que su derrota se debió a que verdaderamente no es un dirigente de base, no ha pateado los barrios, es un hablador de paja” y otras perlas que hemos oído innumerables veces. Pero la realidad indica que un buen dirigente comunitario, con sus propios recursos, y en el contexto de las débiles organizaciones y redes populares existentes en Venezuela, difícilmente puede ser reconocido más allá de su propia parroquia. Y con los votos de su parroquia no se podía competir con un burócrata (digamos, el presidente de Corpozulia) que fácilmente le llegaba con su propaganda y con su gente a todas las 18 parroquias de Maracaibo a la vez.

El proceso interno del PSUV estuvo signado por la imposición de los “tubos” o “kinos” de gobernadores, alcaldes, ministros y jefes de las empresas del estado. La fuerza de las instituciones aplastó la participación unipersonal de quienes no se plegaron o no fueron favorecidos en esos kinos. En la etapa de las postulaciones, se repitió muchas veces la usurpación del voto de las patrullas, las cuales cuando iban a postular por Internet se encontraban con que ya otros lo habían hecho por ellos. Alcaldes y otros funcionarios del estado, convocaron durante el proceso electoral a reuniones institucionales con los patrulleros del PSUV, con la intención de manipular sus intenciones de voto y promover su propio kino de candidatos.

El mismo día de la votación se observaron poderosas maquinarias electorales que incluían vehículos, refrigerios y profusa propaganda escrita con los kinos de la burocracia. Calculamos que la burocracia invirtió millones de bolívares fuertes en este proceso, dinero que debe haber salido, sin lugar a dudas, de las propias arcas del estado venezolano. Una página más de la corrupción administrativa que carcome esta revolución.

Finalmente, los resultados de la votación se han ocultado a la militancia y al público en general, creando más dudas sobre la ya cuestionada transparencia del proceso electoral. Esto ha dado pie a todo tipo de rumores que se refieren a la manipulación de los resultados, al desplazamiento de candidatos ganadores para favorecer a quienes iban en los kinos bendecidos por la burocracia.

La ausencia de transparencia, las dudas objetivas sobre las comisiones electorales (en Maracaibo, la esposa de Di Martino era una de las principales candidatas, y su esposo miembro principal de la comisión electoral), la evidente desproporción entre las capacidades materiales de unos y otros candidatos, y las presiones ejercidas por la burocracia, configuran un cuadro que pone realmente en entredicho la condición democrática del proceso interno del PSUV.

El resultado efectivo de este proceso electoral del PSUV es sobre todo moral. Se ha dado un golpe muy bajo a la ética revolucionaria que debería privar en todo partido socialista. La militancia de base, ya antes excluida de votar por no estar inscrita en patrullas (recordemos que sólo tenían derecho a voto dos millones de patrullados, sobre un total de siete millones de militantes del partido), ha sido nuevamente pateada por la forma como la burocracia manejó el proceso electoral.

Para los dirigentes de base del PSUV se ha impuesto una cruel realidad: para poder figurar tienen que plegarse incondicionalmente a los grupos burocráticos que dominan el aparato del estado. Si deciden mantener una independencia en términos políticos, fiel a los principios de las organizaciones sociales a las cuales pertenecen, serán excluidos y marginados de todos los espacios partidistas y públicos. Aún doblegándose a la burocracia no se garantiza la participación. Muchos candidatos no incluidos en los kinos fueron presionados para que renunciaran, bajo amenazas no tan sutiles de perder sus puestos de trabajo en la administración pública.

Las limitaciones para la participación se extienden a las llamadas patrullas de trabajadores, muchas de las cuales no fueron registradas (y por tanto no pudieron votar) debido a manejos oscuros realizados por representantes de la burocracia, quienes se guardaron las planillas sin efectuar su debida legalización en el sistema informático del partido. La propuesta de que hubiera una representación de trabajadores en el congreso se quedó igualmente en el camino de las ofertas engañosas de la burocracia. Se cumplió un nuevo capítulo de la ofensiva antiobrera que desde el aparato del estado ejecuta la derecha endógena desde hace ya varios años. Los trabajadores seguimos siendo los convidados de piedra en esta revolución.

En resumen, se impuso el arribismo, la adulación, el jalabolismo, la indignidad, el conformismo, como norma única que permite ascender en la estructura partidista. Junto a la maniobra, la trampa, el uso indebido de recursos del estado para fines particulares dentro del partido, el usufructo del poder estatal para aplastar a los rivales internos. Con estos principios éticos, el destino del PSUV tiende a parecerse al que tuvieron los partidos de la cuarta.

Si tomamos en cuenta la abstención (cuyas cifras exactas tampoco se han dado a conocer), la cual debe haber estado alrededor del 50 %, y si sumamos a ello el porcentaje de decepcionados que deja este proceso interno (por lo menos un 20 % de los participantes quedan sumamente molestos y probablemente no participarán en procesos venideros), podríamos concluir que el PSUV cuenta con menos de un millón de militantes efectivos para afrontar los próximos procesos electorales en 2010. Con esa cantidad de personas, y si se compara con los votos duros de la oposición, que como sabemos suman varios millones (4-5 millones en todas las últimas elecciones), pareciera estar cantada la derrota del PSUV y la pérdida de la mayoría en la Asamblea Nacional.

Los responsables de esta crisis que se avecina no son otros que la actual dirigencia del PSUV, en su sentido más amplio. Es más, la responsabilidad de la posible pérdida de la Asamblea Nacional hay que distribuirla de acuerdo al poder de decisión que tenga cada instancia y cada dirigente máximo del PSUV. Es una verdad de perogrullo.

En el pequeño volante que publicamos durante la campaña, hacíamos la siguiente reflexión sobre el partido y su militancia: Desarrollar al PSUV sin dependencia de las estructuras del estado. Quien ocupe cargos directivos en el estado no debe dirigir al mismo tiempo al PSUV. Suprimir los mecanismos de cooptación. El partido debe ser una organización autónoma de los poderes del estado y de gobierno”. Esta propuesta responde a una realidad que se manifestó el 15 de noviembre. La relación dependiente entre el partido y el estado ha entrabado el ejercicio de la democracia interna, y repite en la quinta república los vicios de la cuarta.

No ponemos en duda que hayan sido electos delegados de “base” al congreso del partido. Pero estos delegados electos son, por lo menos en el estado Zulia, instrumentos de la burocracia (y muy probablemente se repita esa realidad en todo el país).

La militancia del PSUV expresó antes del 15 de noviembre sus anhelos de lograr una representación de caras nuevas para el congreso. Ciertamente fueron electas muchas caras nuevas, pero si detrás de cada cara nueva no hay un programa político claro y una convicción revolucionaria sólida, seguirá repitiéndose la misma realidad interna. Hasta ahora, sin menospreciar las buenas intenciones de algunos, podemos afirmar que estas caras nuevas responden en su mayoría a las maquinaciones de los aparatos burocráticos que controlan el estado.

Bajo un discurso democrático y participativo, se ha venido construyendo un partido político que tiene muy pocas manifestaciones democráticas y participativas. Bajo la reivindicación del poder del pueblo, del poder de las bases sociales, se consolida una estructura donde el militante de base no tiene voz ni voto, salvo la formalidad necesaria para consagrar el poder omnipotente de la burocracia. La consecuencia de esto es que se desvía el camino de la revolución y se repiten los errores que hicieron colapsar al socialismo del siglo XX.

Tenemos en Venezuela una oportunidad histórica que pudiera perderse por la incapacidad de nuestros dirigentes. Todavía hay tiempo de rectificar, y probablemente el único camino es una verdadera rebelión de las bases populares. Existe una confrontación contra el imperialismo y sus aliados internos y externos, pero también la confrontación se extiende a esa derecha endógena enquistada en el PSUV y en el estado venezolano. Hoy parece estar ganando la derecha endógena, y la amenaza para el futuro de la revolución bolivariana es muy real. Este tema fundamental para nuestro futuro histórico inmediato, debe ser debatido por todos los revolucionarios en Venezuela, definiendo un programa político común y una red organizativa nacional que permita llevarlo a la práctica, por la recuperación y fortalecimiento de esta revolución. Nos jugamos la vida en este esfuerzo.


*El autor es membro del Comité Ejecutivo de la Unión Nacional de Trabajadores del Estado Zulia. Candidato a delegado al congreso del PSUV, postulado por decenas de sindicatos regionales (patrullas de trabajadores) y patrullas territoriales. Ignoramos la votación que obtuvimos en este proceso. Correo: cruzcarrillo2001@gmail.com.
 


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Roberto López Sánchez*

Roberto López Sánchez (Caracas, 1958). Profesor Titular de la Universidad del Zulia (LUZ) con ingreso en 1994. Licenciado en Educación (LUZ, 1994). Magister en Historia (LUZ, 2005) y Doctor en Ciencias Políticas (LUZ, 2013). Actualmente dicta 6 materias en la Licenciatura de Antropología en LUZ: Historia de América; Historia de Venezuela; Intercambios Económicos; Poder y Movimientos Sociales; Culturas Afroamericanas; y Modo de Vida e Identidad Nacional. Ha dictado seminarios a nivel doctoral y nivel maestría en universidades venezolanas; y seminarios de Historia de Venezuela en universidades de Chile y España. Actualmente coordina la Unidad Académica de Antropología. Ha dirigido proyectos de investigación a través del CONDES-LUZ, y CLACSO. Línea de investigación: estudio de los movimientos sociales. Ha publicado más de 50 trabajos científicos. @cruzcarrillo09

 @cruzcarrillo09

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