El verdadero plan tenaza

Yo no dudo que el imperialismo tenga sus manos metidas en la derrota electoral del 2-D. Tampoco dudo que las haya tenido metidas todo el tiempo en nuestro país. En cada sabotaje, revuelta y traición practicada contra nosotros, y de manera especial el 11 de abril. A mi no me queda ninguna duda que el movimiento estudiantil conservador de nuevo cuño es financiado por las agencias del imperio, al igual que ha financiado a los medios opositores y ong´s que les dan cancha. Estoy convencido hasta la saciedad que el imperio es nuestro especial enemigo, y que todos los pitiyanquis que habitan este país solamente son eso, sus pitiyanquis, de hecho o de derecho, a sabiendas o no; los agentes de unos intereses que son superiores a ellos mismos y que los desechará una vez considere que debe hacerlo. En tal virtud, estoy plenamente de acuerdo en que nuestro proceso de liberación no es solo un proceso de liberación nacional, sino que es la esperanza de muchos pueblos subyugados y explotados de mundo, y que quien no tenga claro esto no tiene claro ni la mitad del problema, ni comprende nada de lo que está pasando.

Lo que si no estoy para nada de acuerdo es que se utilice al imperialismo como subterfugio de nuestros errores, incapacidades y responsabilidades. En que se busque en los salones oscuros del pentágono el secreto de nuestro fracaso electoral, obviando así las verdades bastante evidentes y endógenas que sí explican de manera clara por qué pasó lo que pasó y por qué, en el fondo, y tal y como lo debatíamos en estas páginas antes del 2-D, la derrota aunque no deseada no es del todo inesperada. Muchos compañeros nos empeñamos en denunciar el giro inesperado que el proceso había tomado en manos de una dirigencia que se apropió de las victorias, las consignas y la energía del poder popular revolucionario para sostener sus intereses relegándolo al triste papel de comodín y justificativo de sus tropelías. Más de uno alertó sobre un socialismo desabrido, sin sustancia y contradictorio que se repetía indiscriminadamente en boca de una nomenclatura usurpadora y neoconservadora. No fuimos pocos los que nos opusimos a un aparato de captura llamado PSUV que de manera inconsulta, atropellante y antidemocrática se nos quiso imponer bajo el chantaje de que no aceptarlo implicaba ser un "contrarrevolucionario al servicio del imperialismo yanqui". Un brodio producido por la visión burocrática del poder que caracteriza a la derecha endógena, donde se hablaba de Marx para conjurarlo y se decía ir a la izquierda fortaleciendo los estilos y métodos de la derecha. Más de una vez debatimos sobre el desmantelamiento de las misiones sociales, de la sorprendente mutación de las marchas del chavismo en una comparsa de funcionarios, de la absurda política de pretender que todo lo que podemos hacer los chavistas es comentar, aplaudir y glosar al presidente cada vez que dice algo, olvidando con esto los principios más elementales de la práctica revolucionaria como son el debate, la polémica, la autocrítica y el cuestionamiento permanente. Quienes nos empeñamos en este debate, lo hicimos además tomando las banderas que el mismo presidente levantó tras el triunfo electoral de 2006 y que no fueron otras que la lucha contra la corrupción, el burocratismo y por la profundización del socialismo. Lo hicimos porque creemos en la democracia revolucionaria, popular y participativa. Porque sabemos que los pueblos son los protagonistas de su liberación. Porque apostamos ciegamente por la conducción colectiva aunque asumimos el liderazgo del presidente como algo ganado a pulso por él, puesto a prueba en más de una ocasión y además necesario. Porque somos consecuentes en la práctica y porque decimos como Lenin que ocultar las críticas por miedo al enemigo es tan contrarrevolucionario como hacerle el juego.

La respuesta que obtuvimos de otros tantos fue que la crítica, en la coyuntura, es una señal de debilidad y de traición. Nuestro contra argumento en su ocasión y ahora en esta, es que ese llamado maniqueo a cerrar filas es la trampa de la contrarrevolución infiltrada, a quien le favorece que todos nos pongamos franelas "rojas rojitas" porque mejor se pueden camuflajear ellos. Como decía el camarada Roland Dennis, no se trataba de que nosotros estábamos brincando la talanquera, sino que la dirigencia chavista, la de los ministerios y la asamblea nacional fundamentalmente, eran quienes la estaban brincando. Por tales razones, coincidimos con el presidente que lo que pasó el 2-D no fue un triunfo de la oposición sino una derrota nuestra. Una derrota que es la consecuencia lógica de un año de desaciertos y malas decisiones que comenzaron el mismo día en que el presidente, y con todo el respeto del mundo se lo digo, se indigestó con el caudal del voto revolucionario y se creyó infalible. Que tomaron forma en unos cambios de gabinete absurdos y conservadores, que no solo paralizaron sectores en los cuales avanzamos significativamente y que eran el núcleo de la revolución (salud, trabajo, seguridad social, educación) sino que inclusive los hicieron retroceder. Yo nunca entendí, por ejemplo, porque salimos de la ministra de ambiente para colocar una señora infame y mediocre que lo único que ha hecho además de desmantelar las mesas técnicas de agua, es enroscar junto a su querido esposo las empresas contratistas que giran entorno a las hidrológicas y todo el sistema de obras públicas conexas. Nunca entendí porque conservamos a un incapaz como William Lara cuyo único mérito ha sido convertir al MINCI en el ministerio de la verdad, porque tenemos unos ministros de educación que ni hablar saben, un ministro del trabajo que no hila una idea con la otra y hace alianzas con las mafias de la CTV, o por qué nos tenemos que calar en el MINEC a un señorito que cree que con cursos de corte y costura o de auxiliar de contabilidad avanzamos indetenibles, rumbo al socialismo del siglo XXI.

Responsable de este fracaso somos todos. Incluso quienes no pudimos o supimos hacernos escuchar nuestros planteamientos. Pero los responsables principales tienen nombre y apellido, y el primero de ellos es nuestro camarada presidente por ser sordo a los llamados de su pueblo, por dejarse rodear de ineptos y traidores y por dejarse llevar por la soberbia. Con respecto a lo primero y lo último, el mismo presidente ha dicho que una de las principales virtudes revolucionarias es la humildad. En tal sentido, confío en que el presidente sea consecuente con su dicho y asuma que él es desde luego la figura más importante de este proceso y su líder indiscutible pero no la única, y no porque hayan otras figuras sino porque el protagonista del cambio es el colectivo revolucionario. Que nunca jamás vuelva a subestimarse al poder popular, lo cual quedó demostrado el 13 de abril cuando lo rescató a él y a todos de las garras de la vorágine fascista. Y este año fue el año de su subestimación. Las consecuencias están a la vista.

En cuanto a lo segundo, el presidente también ha manifestado que entre un principio y un amigo se queda con el principio. Pues bueno, aplique eso y salga de esa cuerda de mediocres que no lo ha hecho bien ni en las gobernaciones ni en los ministerios ni en el PSUV y mucho menos lo hicieron bien en el Comando Zamora. El hecho de que le digan sí a todo lo que usted dice no es una señal de incondicionalidad sino de cretinismo. No los hace más revolucionarios sino más acomodados. No los vuelve más sujetos del cambio sino de la revolución sin revolución, del cambiar todo para no cambiar nada, del gatopardismo.

Debe usted recordar camarada presidente que el problema del cesarismo no es Cesar sino lo cesaristas, como decía en estas páginas el camarada Erik. Por eso a Cesar lo mató su entorno y no ninguno de los enemigos externos que tenía, como al peronismo lo acabaron los peronistas de derecha y como a la república de Bolívar la pervirtieron los mismos generales que pelearon la independencia. Usted conoce todas esas historias mejor que cualquiera de nosotros. Y ese fue el verdadero y único "plan tenaza" que nos costó el referéndum: no el de Bush sino el del chavismo palaciego, el de la derecha endógena que lo tiene "atenazado" desde hace rato con el consentimiento de usted. Esperamos que su reflexión tenga consecuencias, que sirva para retomar el rumbo y no seguir en el extravío. Que se deslastre de los alacranes y los acomodados. Bolívar entendió la lección de sangre de 1814. Confiamos en que usted aprenda esta para que no se lo lleve también el huracán revolucionario, o termine haciendo el triste papel de ser su nuevo enterrador.

ezequielbolivar@gmail.com


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