La cultura del consumo: la derrota política de la derecha

A pocas horas de iniciarse el proceso de votación para elegir a los representantes políticos más cercanos-territorialmente- a los electores, Venezuela asiste a una contienda política electoral que preludia una nueva derrota de la oposición derechista. Ante tal acontecimiento, los medios de comunicación audiovisuales privados-Venevisión,Televen y Globovisión-,priman en su parrilla televisiva la banalización comunicacional a través del espectáculo como entretenimiento.

Este hecho junto con las medidas del gobierno contra la especulación por parte de los comerciantes con los precios usuras de los bienes y servicios (entre los que se destacan los televisores,entre otros electrodomésticos..), corroboran la cultura del consumo del venezolano y nos lleva a pensar y repensar su significación desde la mirada de la cultura como consumo.

Por un lado, se presagia la derrota pero por el otro, se reedita el triunfo de la hegemonía cultural neoliberal por medio de la naturalización de unas necesidades reales e infundadas que privilegian los valores de un modelo hegemónico en lo global y mundializado:el consumismo capitalista depredador en lo material y simbólico de la naturaleza humana y la diversidad-biodiversidad natural y cultural de un pueblo. La derecha pierde en lo político pero sigue imponiéndose  en lo ideológico. Esto no es un hecho paradójico, sencillamente es una realidad cruda y catastrófica para quienes persiguen otro mundo posible. La modernización es al consumo como la posmodernidad lo es al espectáculo.

Ahora bien, si uno quiere salvar la Revolución, hay que transformar la idea misma de Revolución. Lo que está perimido, envejecido, arrugado, lo que resulta impracticable, por mil razones, es cierto teatro revolucionario, cierto proceso de toma del poder al que en general se asocian las Revoluciones de 1789,1848 y 1917. Creo en la revolución, es decir, en una interrupción, una censura radical en el curso ordinario de la Historia. No existe una responsabilida ética, por otra parte, ni una decisión digna de tal nombre que no sea, por esencia, revolucionaria, que no esté en ruptura con un sistema de normas dominante,hasta con la idea misma de la norma, y por lo tanto de un saber de la norma que distaría o programaría  la decisión. Toda responsdabilidad es revolucionaria, porque trata de hacer lo imposible, de irrumpir el orden de las cosas. Una revolución no se programa, excede de todo horizonte de lo posible, de la potencia y el poder.


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Luís Palencia


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