Binóculo N° 78

Un siquiatra para Henrique, por favor


Me imagino que los sicólogos se pondrán de acuerdo con los siquiatras para que mientras éstos lo mediquen con Prozac y Rivotril, medicamentos que tienden a equilibrarle los nervios y algunas otras cosas más, ellos le den herramientas para que comience a tratar su patología y logre salir del abismo, al menos para que no recurra al suicidio. Y ello sin tomar en cuenta que podría caer en estado catatónico, para lo cual sería necesario entonces las regresiones a través del hipnotismo y descubrir en qué parte del inconsciente se produjo el trauma. Si fue que su papá le pegó a la mamá estando él en la barriga, si su mamá comió mucho pollo y por culpa de las hormonas que le ponen, tiene problemas para definir su vida y su personalidad.

En todo caso, es claro que el trauma debe ser terrible, porque además, Henrique no quiso entender que era poco menos que imposible enfrentarse a un hombre como Hugo Chávez, porque le metieron en la cabeza que el pana Hugo estaba enfermo y que en esas condiciones –y en vista de que tenía un mal gobierno- era derrotable. Se lo creyó. Ni siquiera se le ocurrió analizar no solo al candidato, sino todo el entorno, la realidad que lo circundaba. Signo de que solo ve con los ojos de los cincuenta tipos que lo rodean. Y pensó que ganarle a Hugo sería como ganarle a sus contendores en la derecha, como si Pablo Pérez fuera Hugo Chávez. Y pensar además que sin siquiera conocer el país, podía derrotar a un genio de la política, de la sicología, de la interpretación de las masas, con una arenga pendeja de que la vaina está jodida. Como dice El Chavo “que bruto, póngale cero”.

Pues resulta que Hugo se tragó su campaña enfermo, y de gravedad. Me dicen que debieron acondicionarle un carro para que apenas se trasladara recostado, porque ya no podía estar sentado. Y antes de presentarlo, le inyectaban cualquier cantidad de hormonas, calmantes y etcéteras, para que pudiera resistir el dolor. Mientras Henrique recorrió el país e hizo cualquier cantidad de actos, gastando ingentes cantidad de dinero, Hugo apenas salió de Miraflores. De hecho, cinco meses y dos días después murió. Claro, enfermo como estaba, remató con ese gigantesco acto que jamás habíamos visto en la historia política del país, y creo que tampoco la de América Latina.

Pero como sabemos, el Arañero de Sabaneta no pudo juramentarse porque ya el cáncer que lo aquejaba se hizo terminal. Lo demás es cuento conocido. Murió el cinco de marzo y el CNE convocó a elecciones el 14 de abril. Y el flaquito de Miranda, obligado por el imperio y la burguesía nacional, se siente presionado y toma la decisión de tirarse nuevamente a la aventura de ser Presidente de la República. Claro, le sacaron una cuenta chimba, según la cual si el candidato no era Chávez, estaba fácil. Ganarle a un chofer de autobús era como pelar mandarinas porque Nicolás –según ellos- ni tenía voz propia. Era una especie de títere que podía ser vencido fácilmente.

Y aunque los resultados no fueron los que todos esperábamos, Nicolás Maduro sacó 7.505.338 (50.66%) y Henrique Capriles 7.270.403 (49.07%), lo cual deja una clara victoria, porque 234.935 votos (1,59%) sigue siendo una diferencia que no es posible remontar aunque existiera algún centro electoral que no se hubiera contabilizado. Allí no puede haber cuestionamiento porque en las elecciones presidenciales de 1968 –que no eran automatizadas- Rafael Caldera, líder de Copei, sacó 1.073.812 votos (29,13%), contra 1.050.806 de Gonzalo Barrios (28,24%) 1,89 puntos de diferencia. En aquella oportunidad, los adecos pretendieron desconocer el proceso. En 1992, en una entrevista que le hiciera, el maestro Prieto Figueroa me declaró que llamó a Caldera y le dijo que saliera a defender su voto y que él mismo lo iba a apoyar.

Obviamente no puede ser una hazaña haber ganado con 234 mil votos. Sobretodo cuando eso significó que la derecha obtuviera 800 mil votos de más en comparación con la contienda del 7 de octubre del 2012. Y eso tiene una lectura importante. Venimos diciendo que el gobierno es muy malo y que la corrupción será un factor determinante para el futuro del proceso.

No tengo dudas y de hecho lo he dicho infinidades de veces, hay serias dificultades en el ejercicio de gobierno, movido por una burocracia que es cada vez peor. Pero en la esencia, de lo que se trata es del enfrentamiento de sistemas políticos; uno que es impuesto, el capitalismo, y uno que pretende imponerse, el socialismo del siglo XXI. Esa es la esencia del problema. Creer otra cosa es creer en falso. Creer que Henrique va a resolver los problemas del país, es creer que él no viene de un sector que es el principal responsable de la destrucción del país.

De eso se trata, y no de otra cosa. Quien piense lo contrario, está sumido en un mar de confusiones, cosa que es sumamente peligrosa. Ahora, a rectificar, para poder construir una revolución que nos lleve al socialismo


rafaelolmos101@gmail.com


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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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