Lugares comunes



En el año 1981 cuando a la colega María Eugenia Díaz fue “requerida”, con auto de detención y todo, por un tribunal militar por difundir información que los jefes castrenses de la época consideraron que merecía la cárcel, yo andaba todavía estudiando ingeniería y ni pensaba que iba a graduarme de periodista. Pero leía mucho la prensa, en especial El Diario de Caracas, que vivió en esos años su más estelar momento.

Antes creí y ahora también, que hay profesiones donde la ética juega un papel vital e insustituible. Un médico por ejemplo tiene la misión de salvar vidas. Al igual que los bomberos. Y los periodistas y los médicos y los bomberos serán más o menos heroicos en la medida en que se apeguen más a la ética de su profesión. Y menciono estos tres “oficios” porque están muy cercanos a la gente y siempre tenemos algo que decir sobre sus acciones.

Los periodistas no “tienen” que salvar vidas, aunque en innumerables ocasiones su trabajo evita la muerte de miles o de millones de seres humanos. El trabajo del periodista es buscar la verdad con investigación, con tesón, pero sobre todo con mucho apego a la ética. Se sabe, según dice un eslogan, que nada convence más que la verdad, pero ésta también es muy escurridiza.

Eso está pasando con el “Caso Anderson”, el fiscal valiente para unos y el fiscal extorsionador para otros. Y está pasando con los y las periodistas que investigan sobre las circunstancias que rodean el asesinato de Fiscal Ambiental con Competencia Nacional.

He escrito muchas veces que el periodismo venezolano es una de las víctimas de la polarización política que vive el país. Y más allá del periodismo, la credibilidad del periodista. Es así como periodistas de distinto “abolengo” son citados a declarar por el Ministerio Público. La Fiscalía alega que su interés es llegar hasta quienes “filtran” la información a los colegas, pues esto constituye delito. Y la manera más fácil, sin duda, es lograr que los comunicadores sociales revelen su fuente. No la han revelado y yo celebro que no lo hagan, tanto como lo hice hace 24 años. Gajes del oficio, por decir el lugar común que explica y no enreda.

Lo que no celebro es el escándalo que rodea a las citaciones. No es exclusivo de este “rrrrrrrégimen” las citaciones a periodistas. Si la Fiscalía quiere saber cómo “sale” la información sobre el Caso Anderson, sería estúpido no interrogar a los que publican las “filtraciones”. Lo que sigue es lo que ha pasado. Los citados se niegan a revelar su fuente. Y yo lo celebro.

Pero más allá de estos gajes de oficios, como el bombero que muere en una operación de rescate, les confieso que en este caso, el Anderson, me permito dudar de las fuentes y, en casos muy específicos, de ciertos colegas. Y no es porque sea chavista o antichavista. Es porque el periodismo venezolano tiene plomo en el ala. Cada vez que leo o escucho sobre algún escándalo que roce al Gobierno no puedo evitar dudar de su intencionalidad, de su veracidad. La credibilidad se ha perdido. La mentira tiene piernas cortas. Con la verdad ni ofendo ni temo. Lugares comunes.

*Periodista


mechacin@cantv.net




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Mercedes Chacín*


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