La oposición venezolana no está a altura de las demandas que plantean sus seguidores. Todo indica que no reflexionan y sobre todo no rectifican por lo que les ha ocurrido en estos años. Enaltecer una figura como Mazuco demuestra varias cosas. La primera es la concerniente a la falta de liderazgo que exhibe la oposición en estos tiempos donde parecieran tomar un mínimo de respiro en la Asamblea Nacional; este hecho, está enmarcado en la natural pérdida de credibilidad de las estructuras partidistas de la oposición donde sólo logran capitalizar el descontento de la población por las flaquezas del chavismo y no porque realmente sean una alternativa o propongan una opción diferente a la que impulsa el presidente Chávez.
El oxigeno que tome la oposición en los próximos meses dependerá de nuestras ineficiencias en la gestión pública, en la ejecución del Proyecto Nacional Simón Bolívar; será en esencia, una capitalización del descontento popular que en términos llanos pudiera materializarse -si no corregimos a tiempo- en un voto castigo en el 2012. Lo que está claro en este punto es que no se trata de una oposición orgánica, sustentada como en los principios de sus precámbricos antecesores, en un programa de gobierno, en estatutos claros de partidos que operan según la clásica forma de la dinámica piramidal del flujo de poder donde unos pocos dicen lo que debe ser el partido y otros obedecen sin oportunidad de disentir o aportar elementos para el debate.
El otro aspecto al que me quiero referir sobre Mazuco es a uno que seguro pocos conocen o no quieren ver por su obcecada posición de atacar a Chávez hasta con el mismísimo diablo. La dirigencia opositora en el Zulia sabe muy bien quién es Mazuco, lo conocen porque ellos lo crearon, le dieron vida y poder para concretar sus objetivos políticos y controlar además a su antojo las diferentes mafias que operan en esa entidad del occidente del país. Ellos conocen de sus andanzas en el cobro de vacunas, en la creación de grupos de exterminio como el famoso “vengador anónimo”, quien no era tan “anónimo” entre los periodistas de la fuente de sucesos y menos aún en los cuerpos de “seguridad” zuliano puesto que era un “secreto” a voz pópuli que esta especie de justiciero “sin nombre”, “ni rosto”, provenía realmente de las filas de la Policía Regional del Zulia y era dirigido por este personaje que ahora mediáticamente lo presentan como el redentor o uno de los “líderes” de la oposición de esta calurosa región venezolana.
Es necesario aclarar que si bien es cierto Mazuco ganó las elecciones como diputado, eso no lo exime de ser investigado o lo aleja del nivel de sospecha en el cual está para la justicia venezolana. No se trata de si se le tiene o no temor a su retórica o “capacidad” discursiva en la novísima Asamblea Nacional, lo que en el fondo se quiere es hacer que impere el estado de derecho, desenmascarar a los que se encubren en la manoseada inmunidad parlamentaria y, sobre todo, precisar a todos aquellos que valiéndose de un triunfo electoral , quieren hacer lo que les viene en gana proyectándose ante lo sociedad como mansos corderos cuando en verdad tienen a flor de piel el fascismo y las ansias de salir a perseguir a todo aquel que hable y crea en el pensamiento bolivariano. Para finalizar es importante destacar también que este tipo de situaciones, en las cuales una figura con un prontuario como el referido es favorecido por la voluntad popular en unas elecciones legislativas, evidencia que en el Zulia se han hecho muchas cosas mal en nombre de la Revolución y pone de manifiesto que hemos dejado además que la contra haga lo que las fuerzas del chavismo deben hacer: ganar la voluntad de las mayorías en este importante estado del país sitiado entre otras cosas por la cultura pitiyanqui de la otrora industria petrolera.
(*)Periodista
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