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Rómulo Betancourt y su esposa Reneé Hartmann amaban las mascotas, nunca les faltaba una, y ésta fue una costumbre que se copiaron de Franklin Delano Roosevelt (porque era una pareja horrorosamente pro-yanqui), quien tenía la Casa Blanca llena de exquisitos perros de raza, de especiales y grandiosos pedigrí, a los que llevaban de paseo hasta en los acorazados. Betancourt y la señora Hartmann cuando viajaban al extranjero, en los vuelos les permitían llevar en brazos a su perrita Gay, y a veces sufrían porque en esos largos trayecto, de pronto a la pobre le venía el período. ¡Qué desastre! ¡Qué sufrimiento! Y entonces, los adecos de alcurnia todos se pusieron a tener mascotas. Y de los adecos acabaron copiándose otros asomados, y hoy en Venezuela ya tenemos millones de mascotas, siendo por lo general que en algunas residencias hay más mascotas que niños.
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Pero bueno, eso a la vez síntoma de que nos estamos civilizando, véase que, por ejemplo, hoy en España hay más mascotas que niños. OJO: pero eso no es querer a los animales, porque los animales no son para tenerlos en apartamentos, en cautiverio. Ya se sabe que los animales en cautiverio difícilmente se reproducen. Los animales son para tenerlos en espacios abiertos, en el campo, llevando la vida que les corresponde. Casi nadie, por ejemplo, le saca cría a una mascota. Se muere y chao.
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La colonización (esclavitud) es una bazofia que se lleva en la cabeza, en la sangre. Puedo uno pasarse toda una vida gritando consignas contra los gringos, y creerse liberado o en proceso de liberación y seguir a la vez siendo un pequeñito burgués contento con las costumbres que nos inocularon los eternos conquistadores de occidente. Porque, por otra parte, todo eso viene un paquete, mascotas y dominación mental de los valores de occidente. Si vamos a vivir de la importación de productos totalmente ajenos a nuestra verdadera cultura, mejor, pues que vengan los mariners y que nos adopten, que nos organicen y sometan a su manera. Ya que ellos crean las adicciones a sus mierdas, hacen las máquinas y los aparatos tecnológicos que nos alucinan, pues que también vengan con su "imaginación" a imponer orden a sus cosas, una realidad escabrosa y deprimente.
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Hubo ridiculeces en nuestros gobernantes, que habrían llenado de pavor a Bolívar; y es cuando llegamos a pensar que afortunadamente la muerte existe. ¿Se puede imaginar alguien lo que significa vivir eternamente con la vergüenza, la culpa y el remordimiento de estar supeditados a todas esas ridiculeces extranjeras que nos viven imponiendo, a las que vivimos apegados? Nuestros candidatos presidenciales escuálidos, en épocas de elecciones, prometían al pueblo las cosas más absurdas: objetos que no éramos capaces de producir, y cuyos centros de elaboración se encuentran en Norteamérica, Japón o Europea, ¡y estos señores con aquellas consignas y ganaban elecciones!, causando males tremendos a la economía, y extendiendo aún más nuestra dependencia a los malditos centros financieros internacionales. ¿Recuerdan cuando el candidato de COPEI en su campaña electoral prometía la televisión a colores, mientras que el candidato adeco Carlos Andrés Pérez doblándole en agudeza ofrecía doblar las películas con voces nuestras al español?
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Los norteamericanos crearon esa tecnología y que para procurar un "mejor bienestar social", al tiempo que impedían por todos los medios de que fuésemos capaces de hacer lo que realmente necesitásemos para realmente ser nosotros mismos y vivir bien. Ellos nos enseñaron el negocio de la comodidad, la comida rápida, los videojuegos, el amor de Hollywood, la ropa chévere (jeams), deportiva, todo un negocio para así absorber el noventa por ciento de nuestros recursos y dejarnos eternamente endeudados (pero a la vez pretenciosamente civilizados o sifilizados). Fue por esta vía por la a nuestro país le llegaron a un mismo tiempo las bicicletas y los carros, los teléfonos y los centros comerciales, los freeways y las aspirinas, las patinetas, los perros de lujo y el bello paraíso de las redes sociales. Sin duda que no fuimos planificados para recibir lo que constantemente inventan los gringos y producen los genios irreverentes del demoniaco progreso.
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Son esos gringos a la vez los "genios" procreadores de las pestes como el Sida, los herpes, la Covid, cánceres de todo tipo, dolores crónicos, infartos, stress, tensión nerviosa -causadas o provocadas por el sistema descontrolado de la producción tecnológica-: accidentes de carros, de aviones o máquinas excavadoras; miasmas industriales, con metales pesados que ahora respiran hasta las cucarachas; una necesidad de torturarse con actividades artificiales; remedios y química en los alimentos y pastillas, sedantes, drogas y sobre todo radiaciones y desperdicios de sustancia, químicas.
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Volvamos al punto del principio, esa manía nuestra de andar imitando lo de los fulanos civilizados. En habiendo los yanquis descubierto todo lo bueno y maravilloso de este mundo: el cine, el entretenimiento, la comida rápida, el poder tecnológico de las máquinas, lo más sublime del progreso, les dio entonces por adorar a los animales, y entonces a todos nos dio por hacer a los mismos, llegándose al uso "genial" de los animales para dominar incluso en el terreno de la política. La historia realmente comenzó cuando a Franklin Delano Roosevelt, para aparentar ser un hombre sumamente sensible, sobre-humano le dio por dar a conocer al mundo su amor por su perrita Fala. Con ella, aunque usted no lo crea, Franklin Delano Roosevelt logró la reelección en la presidencia de EE UU. Esto lo captó de inmediato don Rómulo Betancourt, quien comenzó a sentir que ciertamente no hay amor más tierno que el que despierta una perrita en el corazón de un político de partidos.
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La gran pasión de Franklin Delano, su idolatrada Fala. Un día, la prima de Roosevelt, Margaret Suckley, le dio un flechazo definitivo cuando le llevó a una negrita y traviesa cachorrita de terrier escocés. Entonces, emocionado, levantó en brazos a la hermosa perrita afirmando que hacía años que deseaba criar un perrito desde su más tierna edad, ya que la mayor parte de sus perros le habían llegado ya adultos. Cuéntase que «hombre y perra se miraron a los ojos y la flecha de Cupido dio en lo más hondo del corazón del presidente». Eleanor, su esposa, puso sus objeciones afirmando que la Casa Blanca no era buen sitio para criar a un cachorro, pero él logró convencerla y a fin de cuentas la peluda bebecita se quedó, no sin que antes se le apodara Fala, un nombre que se asociaría a la fama de su incondicional compañero. Esta fiel mascota se hizo adicta a su socio. Era la viva sombra de su amo, y lo seguía hasta en los momentos en que alguna urgencia fisiológica lo obligaba a visitar el baño. Era presencia segura en su estudio, comía en el Despacho Oval (un lujo que muy pocos seres humanos se han permitido), y se echaba en lujosísimas alfombras al pie de la cama de su dueño.
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Pocas semanas después de haber arribado a la Casa Blanca Franklin Delano, Fala provocó un espanto de padre y señor nuestro, cuando presentó una calamitosa infección intestinal. Regó su acuoso excremento fétido por alfombras carísimas, y F.D. Roosevelt salió como loco para llevarla al veterinario. Mientras que el especialista examinaba a Fala, su amo se mordisqueaba las uñas y trataba de ocultar sus lágrimas. El regreso de Fala, una vez recuperada de sus males, le devolvió la tranquilidad al mandatario, quien para evitar futuros riesgos, ordenó que jamás nadie le diera nada de comer a la perra. «Ni una migaja a Fala, al menos que venga de la mano misma del presidente», dijo de manera tajante. Luego veremos por qué esta historia va a tener toda una réplica republicana en su versión criolla, en la vida de Betancourt, a partir de 1958, una vez que se establezca de nuevo en Venezuela.
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Desde aquella pavorosa diarrea, Fala no volvió a padecer dolencia alguna. El presidente recordaba el percance con buen humor, «¡perra maromera, que me hizo olvidar que precisaba silla de ruedas y salí corriendo como atleta!» No obstante, la alimentación de Fala siempre corrió a manos de su amo personalmente. Fred D. Fair, portero del vagón personal «Fernando Magallanes» del presidente, dio el siguiente testimonio: Yo servía sus comidas y hacía su cama. Servíamos al presidente highballs antes de la cena. Antes de que F. D. Roosevelt se sentara a cenar, preparaba la comida de Fala. El plato era sostenido por el presidente para Fala. Luego él formaba los bocados y los colocaba con infinita paciencia y ternura en la boca de la perrita, quien incontables veces comió sentada en sus piernas. A veces FDR le canturreaba y la estimulaba a comer más. Muchas veces, importantes dignatarios y jefes de Estado esperaban sentarse a la mesa mientras FDR se tomaba su tiempo dándole la comida a su perra. Hasta que quedaba satisfecha, entonces FDR pasaba a comer él.
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En la última semana de diciembre de 1941, 26 naciones que estaban en guerra contra el Eje negociaron una declaración de unidad y propósitos. El documento fue firmado a las 10 de la noche en el despacho del presidente. Mientras los presentes no hacían un solo ruido, unos ronquidos de olla invadieron el ambiente. Era Fala quien dormía a pierna suelta en un sillón, sin que se le diera nada la firma de tan significativo tratado. Otro ejemplo de las libertades con que había sido criada la famosa mascota, se dio el 6 de junio de 1944 —día del desembarco de Normandía— FDR estaba en el Despacho Oval pendiente del desarrollo de la más grande operación militar anfibia de la historia, no se perdía un detalle de las noticias junto a sus invitados, pero Fala andaba correteando entre las piernas de todos ellos.
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La eterna presencia de Fala a veces ponía en aprietos al presidente, sobre todo cuando quería echar su canita al aire sin que nadie lo supiera. El Servicio Secreto informaba que por más que quisiera mantener oculta la presencia del mandatario, dos cosas delataban que andaba por ahí. Primero era la construcción de rampas para su silla de ruedas. La otra era la presencia de Fala, quien a menudo insistía en que la pasearan sin importar protocolo o el itinerario del tren. Fala llegó a ser tan célebre como su amo, y los miembros del Servicio Secreto, viendo que el mandatario jamás viajaría sin la perra, le adjudicaron a la indiscreta mascota el seudónimo de «El informante».
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Fala contribuyó también a que FDR saliera electo para el último período presidencial que no habría de completar debido a su muerte, el 12 de abril de 1945. En septiembre de 1944, el presidente debió hacer un viaje a las islas Aleutianas. El barco ya había arrancado en su viaje de regreso cuando el presidente notó que faltaba su alter ego. Afligido, hizo que un acorazado se regresara a la isla para recoger a la perra, costando este viajecito millones de dólares al pueblo contribuyente de los Estados Unidos. A su retorno, varios medios criticaron que se hubiese enviado un buque militar a rescatar a la perra, y entonces su amo montó en cólera. Pronunció su famoso «Discurso de Fala», el 23 de septiembre de 1944, en el que dijo: "Ah, bueno. Ahora los líderes republicanos no sólo atacan mi persona o a mi esposa o mis hijos. No pudiendo contentarse con eso, ahora incluyeron a mi perrita Fala. Por supuesto que yo no resiento los ataques y a mi familia no le importa, pero a Fala le resiente. Ustedes saben que es escocesa, y al saber sobre el chisme de quedar abandonada, su furioso espíritu escocés se ha enojado. No ha sido la misma perra desde entonces. ¡Y yo me abrogo el derecho de resentirme por tales ataques contra mi inocente perrita!" Así, Fala se garantizó un lugar de honor en el corazón de los votantes, y FDR pudo ser electo por cuarta vez gracias a Fala.
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Más tarde, esta candorosa historia habría de ser aprovechada por uno de los hombres más farsantes, más tristes, deprimentes y desgraciados que pudo haber tenido Estados Unidos: Richard Nixon. La vivió a la vez, íntegramente Betancourt y la discutió durante largas noches en su apartamento de Nueva York con Gonzalo Barrios, Raúl Leoni y José Figueres. Nixon, como sabemos, no tenía escrúpulos de ningún tipo para hacerse con recursos y lograr la Presidencia, y encontró un día una gran mina manipulando la sensibilidad de sus compatriotas mediante el uso de una perrita como la de Roosevelt. Nixon encontró su salvación en un animalito que llevaba el nombre de Checkers.
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Qué tierna es la sociedad norteamericana, tan maravillosamente protectora de los animales, el reino de las mascotas. Checkers fue el principal aliado de Nixon en Washington, en los trepidantes días de 1952. El joven político, con las manos algo manchadas de tanto hacer negocios sucios con McCarthy, tenía dificultades para darse un apretón de manos con Ike Einsenhower, el presidente, y así lograr la candidatura a la vicepresidencia. Checkers fue la toalla con la que se limpió. Una intervención en televisión, con su cariacontecida mujer al lado —tuvo que soportar que millones de chismosas y ricas americanas supieran que no tenía abrigo de visón pero sí uno republicano, según lo definió su tacaño marido, con una adecuada y medida mención a su querido Checkers— que le ganó el cariño de millones de futuros votantes. Esta alocución que fuera llamada My side of the story, aparece en el sexto puesto entre los 100 discursos de mayor impacto en la historia de los Estados Unidos de América.
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Fue así como, asediado por las críticas y las sospechas, Richard Nixon acudió a un programa de televisión para limpiar su honor, pues se le acusaba de buscar contribuciones financieras no declaradas para su campaña política, y de emplear en su propio beneficio los fondos electorales. El candidato a la vicepresidencia del gobierno de los Estados Unidos (aún no era presidente), apareció en el mencionado programa, de máxima audiencia y con el formato de confesiones, para presentar una declaración de sus pertenencias. Haría una mención pormenorizada de sus bienes inmuebles, dinero líquido, las hipotecas que debía, el efectivo que había en la caja fuerte en la residencia de sus padres… un discurso ciertamente técnico de sus posesiones. Tiempo después se sabría que lo que parecía una inocente declaración, fue en realidad todo un artificioso show, preparado con ocho días de antelación que se ensayó una y otra vez para hacerlo aparecer lo más creíble posible: fue también conocido como el Checkers speech.
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Finalmente hemos llegado a un mundo en el que a mayoría de los humanos está prefiriendo tener perros, o pets en general, a concebir hijos. Y eso es lo que lo que algunos quieren que copiemos para alcanzar el "progreso", y adquiramos carta de "civilizados". En fin los recetarios de Mister McPato?