CNN: De la ambiguedad a la mentira

Dos de las nociones más socorridas por los medios de comunicación de masas son acaso las de neutralidad y objetividad. Sobre estas nociones se basan a menudo diarios, revistas o cadenas noticiosas televisivas, cuando bien sabemos que ambas son relativas. La objetividad porque cada periodista o diario le imprime un particular enfoque o estilo a un acontecimiento que es de por si subjetivo, y la neutralidad porque cada información tiene un sesgo ideológico del que la emite, lo cual la imposibilita de no tomar partido por algo. Con las conocidas tendencias radicales del amarillismo y el sensacionalismo, y las nuevas posibilidades de montajes y trucajes que les permite la informática, estos medios han intentado mostrar el mundo cotidiano como si se tratara de un escenario mitad natural- mitad artificial, mitad real- mitad ficticio, y en este caso la ficción suele estar del lado de una circunstancia manipulada con hilos sutiles o gruesos, según sea el caso, para fines eminentemente ideológicos. En esta materia, se convierten en artífices de tergiversación a través de noticieros, foros de opinión o entrevistas a distancia a especialistas o profesores. Lo demás son puras bagatelas de entretenimiento, diversión, espectáculos, viajes o deportes, actividades que suplen para ellos el lado “bello” de esa realidad. En la parte cultural, tenemos el ejemplo de “analistas” de la talla de un Carlos A. Montaner (imagino que de no existir Fidel Castro y la Revolución Cubana, este señor no hubiese tenido cómo ganarse el pan de cada día) o una entrevista exclusiva al inefable Vargas Llosa.

Impresiona ver el caudal de noticias de todo tipo que pasa por este gran filtro de las empresas comunicacionales que implantan sus propias realidades, usando el truco más común de todos: en el caso de los contextos de marcha o huelga en la calle, la imagen trastocada hacia un contexto terrorista con el debido texto explicativo y una tétrica música de fondo. En la pasada década, en Venezuela vivimos la apoteosis de este tipo de noticias con Globovisión, canal que abusó hasta la saciedad de la manipulación de noticias al servicio de la tolda política de un grupo de personas que ni siquiera merecen el calificativo de derechistas en el sentido de conservadores, tradicionalistas, pro-monárquicos, neoliberales o dignamente reaccionarios, no. En el caso de Venezuela ojalá fuera así. Aquí se trata de un grupo de racistas bien atornillados a los poderosos del capital foráneo con intereses muy puntuales en Venezuela, los típicos hijos de papá, pertenecientes a una especie de casta que se creyó elegida por la providencia histórica para asumir las riendas del país sólo porque fueron formados para ello por unos padres que les metieron eso en la cabeza desde niños, los enviaron a colegios de alcurnia y luego a hacer cursos de adiestramiento en el extranjero (los conocidos cuadros prospecto en Yale o Harvard) acerca de cómo ser líderes o a hacerse expertos en elecciones. Se lanzaron a alcaldes, luego a gobernadores (ganaron por supuesto algunos de ellos), y finalmente, porqué no, a presidentes de la república; total, la técnica de las campañas electorales exitosas dirá en determinado momento cómo y cuándo hacerlo, con una jugosa cantidad de dinero por delante y buenos contactos con empresarios y dueños de medios.

Llegado un momento, Globovisión fabricó en sus estudios cantidad de infundios convertidos en espectáculos sangrientos o escandalosos que pusieron a buena parte de la audiencia en ascuas haciéndole creer que Venezuela se desmoronaba, que el chavismo era la versión tropical del nacionalsocialismo hitleriano, del fascismo mussoliniano o el estalinismo comunista. Algunos poetas incluso llegaron a compararlo con el Gulag soviético. Se las arreglaron para meter un proceso social de importancia en un formato terrorífico, según el cual todo lo que ocurría, desde un robo común o un accidente de tránsito, hasta un plan macabro para asesinar a alguien, eran causados por el gobierno de Chávez. Encima de esto, se quejaban de que no había en Venezuela libertad de expresión. Generaron en buena parte de la población disociaciones mentales, desequilibrios emocionales y un pánico progresivo; enemistaron familias, empresas, trabajadores, colectivos. Divulgaron imágenes sangrientas de asesinatos y cadáveres de otros lugares y circunstancias, y a través de trucajes los presentaron como nuestros. Ante la posición del gobierno de la necesidad de suprimir este tipo de noticias y programas, y no sin antes pegar el grito al cielo, estos gerentes llamaban a sus iguales en el norte, sin suerte. El país recuperó cierta tranquilidad cuando el canal fue vendido, se fue fracturando por dentro y sus gerentes se traicionaron a sí mismos.

Relativamente reducidos los embates de tanta fruslería y embuste promovidos por Globovisión y RCTV, salen ahora Televen (que a juzgar por la emisión de medianoche del programa 100% Venezuela pretende seguir la misma línea) y la estadounidense Cadena Nacional de Noticias CNN para suplantar a aquellos, sólo que esta vez viene hermoseada por la nitidez de la señal, las imágenes maquilladas y unos generadores de caracteres de última generación. Esta trasnacional de la comunicación, cuyo primer rasgo es presentar a Estados Unidos como al país modelo de democracia, libertad y justicia que, aún teniendo fallas, es capaz de reconocerlas y enmendarlas en el nombre de la libre empresa, el libre comercio o el libre pensamiento, pero sobre todo por el libre ejercicio de intervenir militarmente cualquier país, sin que nadie se atreva a criticarla siquiera, so pena de convertirse en su enemigo.

En las últimas semanas, CNN ha arreciado una campaña sin precedentes contra Venezuela, con similares visos a los de Globovisión. No hay momento del día en que no se presente a estudiantes agredidos y entrevistas tendenciosas a familiares de vándalos disfrazados de estudiantes, ultrajados “líderes” de la derecha o madres con lágrimas en los ojos hablando de sus pobres muchachos agredidos o muertos por la brutalidad del gobierno de Maduro. O bien hacen ver a Venezuela como un país caótico sumido en el desabastecimiento, el hambre o la miseria, cuando las estadísticas dicen lo contrario, cuando los índices de salud, equidad, educación o vivienda se ubican en la vanguardia de América. Me cuesta creer que los propios norteamericanos se traguen tal cantidad de montajes de la política, donde la cadena aplaude, por ejemplo, a sus “héroes cotidianos”, ciudadanos pobres que hacen esfuerzos descomunales para ayudar a sus semejantes, y entonces CNN les hace un micro reportaje para convertirlos en héroes de un día. En estos días vimos, por ejemplo, al presidente Obama aparecer al lado de un niño negro abrazándole y dándole un reconocimiento a su esfuerzo personal consistente en dinero, una suerte de limosna para justificar el desprestigiado por él mismo Premio Nobel de la Paz.

Cuando CNN a veces pretende dar imagen de ecuanimidad a través del recurso de las dos versiones (la del gobierno y la de la oposición), manipula de tal modo la versión gubernamental nuestra en torno a un hecho importante, descontextualizándola de manera tan flagrante, que de ello sólo obtenemos una versión epidérmica e insustancial del problema tratado, de tal modo ha minimizado este canal los logros o las noticias positivas de Venezuela. En fin, CNN se ha convertido en el Canal oficial de la oposición venezolana (los nexos de esta derecha en la Casa Blanca son un secreto a voces) haciendo honor a su verdad: un medio que seguirá bombardeando con noticias tendenciosas sobre los procesos de emancipación de América Latina a los espectadores con servicio de cable, y seguirá sembrando el pánico entre una capa de ciudadanos que tienen a la TV como el principal medidor de la realidad, como a una suerte de Biblia con respuestas infalibles para todo.


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Gabriel Jiménez Emán

Poeta, novelista, compilador, ensayista, investigador, traductor, antologista

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