Era un campesino de 25 años, que lideraba a un grupo de 30 familias, que no tenían tierras ni trabajo regular y que venían exigiendo el "rescate" de las tierras ociosas de un predio rural conocido como "La Bragueta".
El rescate es una figura establecida en la legislación agraria venezolana, desarrollada en el marco de la Revolución Bolivariana, por medio de la cual el Estado recupera tierras propiedad de la Nación que se encuentran en posesión de terratenientes.
El colectivo de campesinos donde actuaba Ramírez tenía varios meses con un campamento frente a la finca reclamada y estaban haciendo gestiones ante el Instituto Nacional de Tierras (INTI) para que se recuperara el sitio y se les entregara a los "sin-tierra".
Ni siquiera la querían toda. Se conformaban con 570 hectáreas, que era lo que a su juicio estaba sin uso. Eso me lo explicó el mismo Argenis el pasado 16 de mayo en una visita que hizo a Caracas para insistirle al INTI en su sede nacional que apuraran el proceso legal.
Con voz tímida y con acento de la gente del Alto Apure (ese que es una combinación andino-colombo-venezolana) dijo que ellos sólo planeaban producir en lo que estaba enmontado, nada más. El resto de las tierras, "lo que ellos (los poseedores-latifundistas) han trabajado", no las pensaban tocar. Incluso considerando que no es que la producción fuera mucha y que las tierras ociosas no eran tan buenas como las trabajadas.
También me contó que el INTI en Portuguesa aún no había inspeccionado el predio para determinar la situación de "tierras ociosas" y que le habían dicho que el inspector debía ser trasladado por cuenta de los campesinos.
Como ellos no tienen carro tuvieron que contratar un vehículo para la movilización y pese a eso aún no había sido posible que se realizara la inspección. Varios viajes contratados se perdieron porque cuando llegaban al INTI les decían que no se había programado la visita.
No habló mucho esa vez. Sólo lo necesario, y además andaba con otros compañeros que participaban en distintos campamentos de rescate, que también intervenían en la conversa. "Era el flaco, alto, de bigotico que estaba atrás", me explicó alguien que estaba en la reunión para que recordara quien era.
Ese sábado 11 de agosto, durante el día volvieron a matar a Argenis. Esta vez le asesinaron el nombre y durante muchos días nadie de la zona se atrevió a decir quién era el muerto. Así cumplían con una de las instrucciones de los sicarios, que nadie informara ni denunciara.
Ese día sólo se filtró que Argenis salió de la casa bajo engaño: un amigo, alguien que conocía y en quien confiaba, lo llamó esa madrugada desde el camino pidiéndole ayuda porque su moto se había quedado sin gasolina.
En los días siguientes el tercer asesinato llegó por "correo": la carta recibida por su familia contenía instrucciones para que algunos de los allegados se dirigieran a una población de Apure, a un lugar en concreto, donde se entrevistarían con los líderes del grupo de asesinos. El propósito era asegurarse su silencio y quizá reafirmar la dominación más allá de las distancias geográficas. Si no iban las muertes seguirían.
Fueron y aunque parece haber habido una confusión el representante de algún otro grupo irregular se entrevistó con los allegados y desmintió su relación con el crimen.
Argenis sabía que podía morir por su osadía de querer la tierra y por movilizar a otros para obtenerla por los mecanismos previstos en la ley. Eso lo comentó el mismo día en que lo conocí y entrevisté. Lo dijo a otra persona, posiblemente con la misma voz de humildad que quedó registrada en mi grabador.
Lo cierto es que los mecanismos legales no se activaron. Los funcionarios del caso tendrán que explicar su inacción, y puede que no lo hagan. Disponen, con seguridad, de un arsenal de excusas para justificar el desprecio por los más desposeídos.
En esta historia por pedacitos (los asesinos hicieron añicos los hechos) supimos que los "sin-tierras" cansados de esperar por el INTI, con el campamento en las afueras del predio, decidieron ingresar a La Bragueta. Apenas unos metros y huyendo del agua que empantanaba el asentamiento original. Ese simple movimiento de palos y pedazos de plástico condenó a muerte a Argenis, y la sentencia se cumplió apenas en horas.
No se sabe con certeza otros datos sobre la vida de Argenis. Nadie los ha revelado y quizá sea riesgoso para otros (que siguen vivos) darlos a conocer.
Pero sin duda su historia y su vida deben ser similares a las de las 800 familias que no tienen tierras en el municipio Guanarito. Que tampoco tienen trabajo fijo, y que probablemente forman parte de grupos familiares de desplazados por la violencia o por condiciones económicas desde la frontera con Colombia en Apure y en Táchira.
En este municipio, el más grande de Portuguesa, con 3 mil kilómetros cuadrados y una densidad de 10 habitantes por kilómetro cuadrado, no ha habido cambios en la estructura de propiedad de la tierra. Dicen que no se ha ejecutado ningún rescate de tierras y que los informes sobre los latifundios los reportan a casi todos como productivos. En la página web del INTI no logré determinar cuántos instrumentos agrarios se han otorgado.
Hoy revisé y conseguí la grabación. Allí está la historia de Argenis, su "tiempo histórico" en su voz y en la de sus compañeros.
¿Cuáles de ellos serán asesinados antes de que el Inti les entregue las tierras?
http://soundcloud.com/victor-hugo-majano/argenisramirez