Chávez-Uribe: ¿surgirá el outsider que derrumbe al imperio?

Uribe dice que no dará facilidades de movilización a los jerarcas de las FARC para que se desplacen a Caracas para la reunión con Chávez. Al respecto ironizó esta semana: "¿Cuándo se ha visto que el Gobierno tenga que darles permisos a esos 'angelitos de Dios'? El presidente Chávez y yo hemos hablado de esos temas. Los de las Farc se inventan la manera de llegar hasta allá" .

Inmediatamente después Uribe se plantó en otra exigencia: No acepta el retorno a Colombia de los guerrilleros Sonia y Simón Trinidad, a pesar de la manifiesta disposición de los políticos estadounidenses por flexibilizar esta exigencia del grupo insurgente. La prensa colombiana especuló en la idea de que el propio Uribe había tratado de hacer contacto con el fiscal general de Estados Unidos para hacerle saber de la inconveniencia de liberarlos. Estos son los palos en la rueda denunciados por la senadora Piedad Córdoba.

La primera inflexibilidad de Uribe había sido no ceder un milímetro en el despeje de zona solicitado por las FARC. En cambio, la guerrilla debilitó uno de los principales requisitos: que cualquier negociación debía hacerse en Colombia.

La medida de no otorgar salvoconductos a los guerrilleros dejó entre primera y segunda a todo el mundo, incluido Chávez (a pesar de la cuñita de Uribe según la cual "Chávez y yo ya hemos hablados de esos temas"), quien en el Palacio de Miraflores, en su más reciente reunión con Córdoba, dejó saber su desbalance al decir que había que ponerse en los zapatos de los jefes guerrilleros en las montañas alcanzaran a escuchar las palabras de Uribe negando el permiso.

Realizado el contexto de rigor, vamos con una hipótesis a despejar: ¿Cuáles son los objetivos no visibles de este ring político de las siamesas?

Surge una primera formulación, extraída de los más profundo del desvarío: Chávez ha cancelado toda opción política de las FARC y, ante la desoladora presencia de la izquierda en Colombia, ha movido las piezas del ajedrez para pasar él mismo a polarizar con Uribe. Chávez se persuadió de una vez por todas sobre la inviabilidad política de las FARC, que en lo político han terminado de caducar.

Descartada la opción militar (una esperanza eternizada desde 1964), Chávez busca potenciar el surgimiento de un mar de fondo del que pueda emerger un outsider (que pudiera ser de las propias FARC, eso está previsto, naturalmente).

En una de sus más recientes ediciones, la revista Semana ( http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=105821 ) ya deja saber que Uribe irá por su tercera reelección. Uribe lo negó, pero esa es una decisión que lo trasciende, pues la tomarán los gringos. Colombia les es un bastión tan vital, que no cabe sino imaginar que, amparados precisamente en el caso venezolano, harán uso de la arrolladora aceptación de Uribe (y de las mayorías institucionales que esto supone) para modificar la constitución colombiana, pues de hecho ya la modificaron sin mayor trauma para reelegirse por segunda ocasión consecutiva. ¿Por qué se modificó esa vez? Porque la realidad hablaba y decía que eran escasísimas las posibilidades de que alguien le ganará a Uribe. ¿Entonces por qué iban a entregar los gringos un gobierno tan fácil de retener? ¿Por qué ceder ahora la casi única manera de confrontar a Chávez?

La misma realidad que habla en Colombia, habla en casi todo el continente, y se le escucha decir que el envión de Chávez abarcará cada vez mayores espacios. Esa fuerza bolivariana está recibiendo un refuerzo sensacional con lo que ocurre en Ecuador. Alan García peor no puede hacerlo. Ollanta prácticamente está sentado esperando que se agote el período para asumir el mando. En Paraguay y Uruguay la fuerza se afianza cada vez más, lo mismo que en Argentina (con Brasil es suficiente esa relación diplomática de golpes al hígado pero entre hermanos y a escondidas).

Pero en Colombia, ¡ay, Colombia! No hay nadie visible, amén de que Uribe maniobra con suficiente pericia, a la sombra del apoyo decidido de los gringos. No hay candidatos de la izquierda en Colombia y Uribe es dueño de la sintonía colombiana al mismo nivel que Chávez de Venezuela.. Por eso Chávez pasa a confrontar decididamente la opción Uribe.

El movimiento del tablero comenzó durante aquel "Aló, Presidente" en el que Piedad Córdoba se apareció en Miraflores sin que Chávez lo "supiera" y le suplicó su intervención en el conflicto colombiano.

La forma en que Chávez se impuso como interlocutor, provocó que Uribe ripostara instantáneamente moviendo una ficha: designó a Córdoba como facilitadora oficial (la senadora es vocera de las FARC).

Efectivamente, Uribe pisó la mina colocada por Chávez. El pantano político en el que fue cazado (al menos temporalmente, no se descarte que cuando más se sienta hundido patee la mesa y acabe con el juego), activó la formidable estrategia de Chávez, que de este modo busca mutarse en candidato colombiano. En medio del desconcierto que le produce la monumental audacia de Chávez, y sin recibir claras directrices de un Bush que no termina de captar el canto de jaque, Uribe se tiende la cama por si debe retirarse del juego, lo que explica las muchachadas de dizque querer lograr la paz, pero al mismo tiempo negar salvoconducto y en oponerse infantilmente al retorno de Simón Trinidad y Sonia.

Y vino la cita en Colombia y el pugilato porque Chávez no se expusiera tanto en lo mediático ni que se reuniera con los familiares de los secuestrados por las FARC (Uribe hizo lo indecible para evitarlo. De hecho, no lo autorizó, debiendo Chávez hacer las reuniones en la residencia del embajador venezolano). La prensa colombiana reseñó un buen dato: el senador Gustavo Petro (excepcional sobreviviente de la matazón de la burguesía sobre el M-19) mereció el saludo más efusivo de Chávez aquella noche madrugada en la residencia que ocupa Pável Rondón. Petro es la única lucecita del camino, pero no ilumina lo suficiente.

De entre los diversos caminos de los cuales Chávez intuye puede emerger el outsider que, una vez surgido, recibirá el aliento y el empuje del huracán del socialismo del siglo XXI, está la propia FARC. Lo cual no es posible sin el aura de Chávez y la comunidad internacional, pues a los estadounidenses nada les costaría liquidar cualquier liderazgo que se desprenda de la desmovilización y expondrá cualquier excusa a través del aparato mediático, tal como lo han venido haciendo siempre.

Al cobijo de la comunidad internacional, Uribe será emplazado a conceder las más invulnerables garantías a quien ha de confrontarlo. Tal vez este esquema esté planteado así en el tablero de las FARC, que podrían jugar a una desmovilización ficticia (bastará con un repliegue a lo más profundo de las selvas y el cese de los secuestros).

La intervención activa de Chávez en el principal tema colombiano obliga a las Farc a enterrar la opción militar y a afanarse por la vía electoral, cuyas garantías también procura el propio Chávez. De nuevo, Chávez hace una lectura extraordinaria de la realidad latinoamericana y hace una apuesta. Y al apostar, se crea su propia posibilidad de gane. Arrecho es ganar sin apostar.

La caída de Colombia puede y debe tener efecto en Chile, otro sistema hecho a la medida de Estados Unidos. Para luego producir la caída del gran gigante, México, quizá el más decisivo, a definirse en 2012, cuando Chávez estará en campaña. Ese año debe estar calculado como el gran año de la era. Comenzará a hacerse visible la caída del imperio, como lo ha pronosticado Chávez.


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Douglas Bolívar


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