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Muy temprano, hoy 7 de agosto, salgo con mi esposa a hacer algunas diligencias y a darnos un largo paseo por Mérida, totalmente rueda libre, como dos viejos que no tienen muchachos, ni carro, ni trabajo, ni compromisos con nadie. Si la gente supiera el placer que representa no tener carro junto con los dolores de cabeza y peligros que conlleva. A eso de las nueve de la mañana, salimos del apartamento con la intención de coger una buseta que nos llevara al Centro. En la caseta de vigilancia de la urbanización nos encontramos con el vecino Gonzalo, con su gorra de caminar y una camisa verde idéntica a la que yo llevo, en broma dice que estamos como para formar el dúo de "Los Tírame Algo", él que es un gran músico, y quien de paso está haciendo maletas, para coger hacia Ecuador, para visitar sus hijos. Ahí nos explica que no sabe si se va en autobús o en avión, desde Cúcuta. Él dice que prefiere irse en autobús, porque le encanta el paisaje de todo ese largo trayecto que va de Cúcuta a Pamplona, Bucaramanga, Tunja, Bogotá, cogiendo por Girardot, el Valle del Cauca, Pasto,…
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Tomamos, pues, la buseta del Sector F, va casi vacía, y cogemos hacia el fondo, allá en la "cocina", abrimos ventanas y nos explayamos como unos pachás. La mañana se presenta maravillosamente soleada y fresca a la vez. En la buseta nos deleitan con música de salsa a alto volumen. La buseta va rauda por la avenida Los Próceres, tuerce hacia Los Bomberos, cogiendo y dejando pasajeros en cada parada. Aquí en Mérida es raro el anciano que se quede en casa, pareciera que todos salen temprano a pasear, a ver el mundo, a caminar, a comprar, a divertirse un poco. Enfilamos por la Avenida Las Américas y en veinte minutos nos estamos apeando en la esquina de la Papelería Alba. De ahí nos vamos a pie hasta la Avenida 4, donde cogemos otra buseta de las que van a Milla, queremos quedarnos en el Hotel Venetur, porque queremos informarnos de los planes turísticos para este verano.
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Al tratar de acceder al Hotel por la entrada principal, nos topamos con una barra para control vehicular. Nos agachamos para pasar, cuando de inmediato un vigilante mal encarado nos entrompó sosteniendo en la mano un cuaderno, y con mirada feroz: "¿ustedes qué quieren?". Le dijimos: "-Venimos a buscar una información sobre los planes vacacionales". Al tipo en realidad no le importaba a lo que nosotros íbamos, un par de señores mayores, pero bueno, esa es la orden que le dan. Pronto íbamos a conocer las verdaderas maravillas de nuestro país. Al llegar a la Recepción, nos abordaron varios agentes de turismo disputándose nuestra atención. Creyendo al principio, que veníamos por primea vez a Mérida, nos abrumaron con folletos y mapas, rutas turísticas, conciertos, ventas de artesanías, visitas a templos y museos, recorridos por plazas y parques, ir a la cumbre del Bolívar con el teleférico más alto del mundo… nos llevaron a un salón especial para atención al público en el que vimos un extraordinario cuadro de nuestro amigo el artista Ángel Rodolfo Urdaneta. Nos ofrecieron café y galletitas, y además con mucho esmero nos mostraron las hermosas áreas del Hotel, principalmente la piscina, colmada de cientos de niños bañándose, con sus padres, disfrutando de los planes vacacionales, y unos señores deambulando por los alrededores que imaginamos eran turistas polacos, rusos o japoneses, mirando plácidamente tan bello jolgorio. Esa es nuestra Venezuela, compadre. Luego nos dijeron que se está organizando algo parecido a la Ruta de Santiago, "La Ruta Casi La Hago" que es cogiendo hacia las torrenteras de Jají, se baja hacia Mesa Bolívar, se conecta con Ejido y luego se vuelve a Mérida por la vía del Trolebús, con estancias en trojas de tramo en tramo en las que se reparten a bajo costo, refrigerios, y hay chinchorros y bancos para contemplar los preciosos parajes, en los cortos descansos. ¿Qué a usted le cuesta creer tantas maravillas? Hay que ver que los venezolanos sí somos escépticos en relación con los inmensos logros alcanzados y los prodigios naturales que tenemos. Puede usted comprobarlo por sí mismo, eso sí, tópese con el mismo agente que nos atendió que para nada le va a meter gato por liebre y que tiene los pies sobre la tierra. Con qué gustazo y placer nos despedimos de tan hermoso paraje, y de tan extraordinarias cortesías, fineza y tino en las atenciones, algo que es connatural en el funcionariado venezolano. No hubo una sola pregunta que no hubiese sido respondida con claridad, cariño, con ingeniosidad y amabilidad. Con tales tratos y conocimientos profundos del tema de nuestras maravillas, capacidades para el trato humano y las debidas infraestructuras para acoger a cientos de miles de visitantes cada mes, yo me imagino que en pocos años Venezuela se convertirá en el mayor polo de atracción turística de América Latina, lista incluso para darle medio palo cochinero a México y a Brasil. Hacia allá vamos con una profunda confianza en lo que tenemos, en nosotros mismos. Porque, en definitiva, lo que levanta a una nación, lo que la hace fuerte, no es tanto tener capital, recursos en abundancia, como la decidida voluntad a salir de abajo, a ser independiente con carácter y conciencia nacional, a vencer toda clase de obstáculos, poner en marcha la acción y el pensamiento netamente bolivariano, el de aquel Hombre de las Adversidades.
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"-Lo que sí noto mi vida – me dice mi esposa, luego del recorrido por el Hotel- es que en este país la corrupción casi no existe. No puede existir, creo, es que es imposible que exista, viendo lo que vemos. Qué esmero, qué conciencia, qué cuido y que moderación en el trato en todo. Claro que todo gobierno está expuesto a que los funcionarios se aprovechen de los recursos que administra, pero después de más de un cuarto de siglo, la revolución bolivariana ha sabido inculcar con mano de hierro y con conciencia patria los máximos valores de justicia y probidad propios de una verdadera república, tal cual como Bolívar y Chávez lo proclamaban y nos lo exigían. No sabes lo contenta y orgullosa que me siento de mi país. Hoy es un día luminoso y especial, mi vida, yo te invito, por eso, a que brindemos con una cervecita, por lo menos, allá en la taguara de Plácido "La Oficina". Es innegable de que vamos bien; que gran futuro se avizora para nuestro pueblo". Decidimos hacer los 12 kilómetros hasta la casa, a pie, piano, piano, visitando amigos, comprando algunas cositas y disfrutando definitivamente de los últimos años de nuestra vida, enteramente rueda libre, como debe ser.
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Ratificadamente, sin duda, repito, salimos alegremente complacidos de todo lo que vimos en Venetur, y como muchachos felices, orgullosos de lo nuestro, de nuestra gente, de la presteza con que se buscan soluciones y se dan luz o brillantes sugerencias a las inquietudes planteadas, emprendimos el regreso hacia el Centro. Agregó mi esposa: "- Siempre se está hablando de que hay que criticar, pero mira, todo lo veo tan bien, que no tiene sentido el estar hablando sin pruebas y sin apreciar debidamente los grandes esfuerzos que se hacen, en medio de tantas dificultades, y sobre todo porque criticar en este momento de tantas amenazas de los gringos, es además darles armas al enemigo. Lo importante, por lo que veo, es que el gobierno le está echando cojones, poniendo mano bien dura a los ladrones y abusadores de los bienes y recursos del Estado, y por eso con lo poco tenemos, las cosas están marchando bastante bien. Una cosa sí te pido, mi amor, no vayas a decir todo esto que estamos comentando en un artículo porque van a decir que tú eres un grandísimo jalabolas, porque, coño, hay que ver que tú has sido bien ácido cuando te ha tocado decir verdades. Tú sabes, amor mío, cómo es la cosa". Cogimos por la Dos Lora, y fuimos descendiendo hasta toparnos con La Plaza de Milla, hermosa, linda, lindísima, con sus árboles podados, la grama que es una delicia que invita a echarse en ella, revolcarse, todo sin una pizca de basura. ¡Preciosa, preciosa, Mérida! Cómo se ve que a Mérida sí hay quien le duela, yo estoy seguro que si el presidente Maduro ve tanta belleza le da un infarto de alegría. Ojalá un día pudiera venir sin anunciarlo, disfrazado y recorrerla palmo a palmo como un ciudadano cualquiera y pueda llevarse tan sublimes sorpresas, sin que le dé un síncope de inefable placer.
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"-Yo lo que creo – siguió diciendo mi esposa – es que el gobierno ha logrado montar toda una estructura de seguimiento y control de todo su personal, de la manera como se mueven y se administran los recursos, además con un personal éticamente capacitado. Yo creo que es que se están impartiendo cursos de moral pública en todos los niveles. No sólo cursos, porque eso por sí mismo poco ayuda, sino aplicando la ley como se debe, sin amiguismos, sin andar amparando a nadie, al que le cae le cae y listo y que se joda. Algo ejemplar y necesario en una revolución. Amado mío, no sabes cuánto me alegra ver que aquí no se esté descuidando nada". Seguimos descendiendo, y cogimos hacia la Plaza de Belén. Íbamos extasiados mirando los muchos y tiernos maniguales que brotan de las aceras, hasta con pequeñas florecillas, bello ornato de la ciudad. Belén es una parroquia hermosa, yo diría que exquisita, dulce y muy amable. Veía a los vecinos detenidos en los portales conversando, en batas de trabajo, con escobas en la mano, unos intercambiando condumios, paseando en coches a los niños. Y todo tan limpio. Lo característico y esencial de Mérida es su impecabilidad, esplendente por doquier como una pátina. Una tacita de peltre (eso sí, fácil de desconcharse). Lo que aquí se aprecia es que cada alcalde del Municipio Libertador ha ido superando al anterior en planificación, limpieza y ornato de cada espacio, asfaltado de todas las avenidas, calles, plazas, parques y monumento de la ciudad. Cogimos por hacia la Plaza de Belén porque mi esposa tenía que imprimir un material para el curso de Alta Costura que está haciendo.
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Seguimos descendiendo hasta llegar a la Imprenta de Mérida, para saludar a su director, nuestro querido amigo, Humberto Martínez, y expresarle un poco todos estos nobles sentimientos que casi nos embriagan, él que es un funcionario público y que sin duda sabrá apreciar, porque por todos lados, habría que ser bien miserable para no reconocer los grandes esfuerzos que hacen alcaldes y gobernadores por el país, que por todo lados siempre nos estamos topando con un detalle que nos sorprende positivamente. Humberto nos recibió con alegría, y de inmediato pidió que nos trajeran café. Aquí qué real es todo, ¡qué objetivo y concreto! Comenzamos a hablar de libros, de pinturas, porque la imprenta es el mayor museo de Mérida con obras que por doquier van iluminando estantes y paredes. Esto no se trata de un sueño. ¡Realidad! Además, allí se encuentra una de las más importantes bibliotecas de Mérida, levantada pulso por Humberto. Le contamos a este querido amigo, toda la belleza que estuvimos viendo por la ciudad, y él estuvo a punto de lágrimas, porque en esta hora fruto de nuestra revolución, de nuestra conciencia y responsabilidad, estuviésemos viviendo en un lugar privilegiado, con montañas tan sublimes por los alrededores, con áreas tan limpias, excepcionales y admirables. Estuvimos preguntando por Pedro Grima, querido amigo también y recién nombrado rector (otra vez) de la UNELLEZ. Casi nos coge la doce del mediodía, en ese ambiente tan artístico y extraordinario, en el que a donde uno lleve la mirada, hay una escultura, un excelso cuadro, libros maravillosos, y gente sencilla y amable. Siempre que salgo de esta imprenta lo hago llevándome varios libros prestados, a veces entregados con mucho dolor por Humberto porque su amor sagrado por los libros es conmovedor y tan bien exigente.
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De la Imprenta nos dirigimos hacia la Casa Bosset para visitar a nuestro querido amigo Ángel Rodolfo Urdaneta, el "Chino", extraordinario artista, eterno combatiente a nuestro lado desde aquellos años, a principios del siglo XXI cuando alertas y con los hierros bien montados, hacíamos guardia en la Plaza Bolívar dispuestos a dar el todo por el todo por nuestra revolución. Carajo, cuántos años de lucha, y tantos camaradas valiosísimos, perdidos en combate. Recordé al profesor y exdirector de Cultura, Giandomenico Pulito, vilmente asesinado por la derecha. Ahí vamos, y de veras que me siento como un carajito. Hay una especie de ambiente navideño en las calles, cientos de comercios nuevos abiertos, por doquier ventas de helados y una gran variedad de restaurantes y tiendas, multitud de buhoneros, que uno siente que el consumo realmente se está reactivando. Llegamos a la Casa Bosset, y estaba desierta, quizás por la hora, y al fondo vimos al Chino, quien acudió a saludarnos. En ese momento se estaban presentando dos fabulosas exposiciones fotográficas, una del artista Luis Trujillo y otra de Néstor Tarazona. Con cuidado estuvimos apreciando cada uno de esos trabajos que nos transportaron poéticamente a otros tiempos, a los campos de los Pueblos del Sur y a los del Páramo. Conversamos un largo rato con el Chino, sobre viejos amigos y sobre un aparatoso proyecto en el que junto con otros locos y poetas nos embarcamos, y el cual acabó en estruendoso fracaso. Sobre este proyecto hemos hablado muchas veces. ¿Quién fue el culpable de hundirlo? ¿Quién nos embarcó y nos estafó? Bueno…, para qué señalar a estas alturas al culpable, fue bueno tratar de llevarlo a cabo, fue bueno imaginarlo y soñarlo porque luchamos muy duro para ponerlo en marcha, con nuestro dinero (unos grandes pelabolas como nosotros), con traslados a Caracas, elaboración de guiones, estudios e investigaciones muy complejos y especializados. Hubo detalles nuevos que han estado saliendo a flote de ese fracasado proyecto.
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Continuamos nuestra marcha, iba pensativo recordando al referido Embaucador a quien en su momento tanto quisimos, tuvimos por amigo, ¡qué vaina tan triste! Un hombre que fue tan próspero en sus negocios, que manejó verdaderamente millones de dólares, y que ahora se le vea deambulando como alma en pena… comenzamos a bajar por Cuatro hacia la Plaza Bolívar. Nos encontramos con el más grande yerbatero de Mérida, Carlos Julio Rodríguez Santos, frente a CANTV, quien dijo que quería hablar conmigo, que lo buscara mañana viernes, que tenía muchas cosas que decirme sobre cómo ayudar a la salud con las yerbas. Yo a veces evito a Rodríguez Santos, porque siempre da de sus yerbas parta cualquier tipo de males, pero nunca quiere cobrarme, y eso es el colmo siendo él tan pobre. O quizás, por ser tan pobre nunca le falta nada. Todo un Sócrates. Huele a churros, hay graduación con multitud de gente muy emperifollada en la imponente Catedral. Hay una chica posando para una foto al lado de un caballero, en la impresionante Plaza Bolívar, plena de verde grama y bellos y cuidados bancos que invitan al descanso. Ella con un traje negro que tiene una abertura espectacular desde la cintura hasta los tobillos, al tiempo que adrede alza la pierna; la gente se paraliza ante aquellas esculturales finuras. Vida, paz y mucha paz, vida sana, alegría, por doquier. Lo ratificamos. En la Plaza Bolívar nos encontramos al poeta Héctor López y a su encantadora novia, la también poeta Ana Isabel Rojas. Y allí departimos un rato, preguntamos por Amable Fernández, por Ever, Enrique Plata, Tarazona,… amigos todos de mil vidas presentes y pasadas. La nueva administración de la Gobernación ha ratificado en su cargo a Héctor, lo que nos complace enormemente. Seguimos descendiendo por la Cuatro y dos cuadras más abajo, recibimos una agradable y especial sorpresa al encontrarnos a nuestro querido amigo, el ingeniero civil, Máximo Daboin, a quien teníamos meses sin ver. Coño, qué bueno, encontrarnos con Máximo, y tenían en sus manos un libro sobre Fernando Zavater, recién comprado en un remate. Máximo es uno de los grandes compradores de libros en Mérida, quizá comparable como lo fue el profesor Iván Spinetti. El libro de Zavater le vibraba en las manos de Máximo, como ofreciéndomelo, porque Máximo es además el hombre que más libros regala en Mérida. Su placer es regalar libros, compartirlos, leerlos. Él, practica muy bien ese dicho que aparece en el libro de Fernando Rojas, "La Celestina": "EL AMOR NACIÓ PARA SER COMPARTIDO". Y en este momento, Máximo anda en una cacería feroz del libro "El Club Bilderberg" de Cristina Martin Jiménez. Yo tuve ese libro y se lo ofrecí a Máximo, pero ahora no sé a quién se lo di o presté, y cuesta conseguirlo. Entonces Máximo nos pregunta hacia dónde nos dirigimos y le referimos que casualmente pensamos almorzar en el restaurante que regenta su hija Carolina, por allá por la Avenida Tres Independencia. Entonces quedamos en vernos en el referido sitio en una hora, porque previamente debíamos buscar unos materiales, en la "Papelería Alba", para el curso que está haciendo María Eugenia, mi esposa. Nos despedimos, cogemos hacia La Plaza El Llano, llegamos a la "Papelería Alba" donde mi esposa compró una carpeta. Un poco más abajo preguntamos por un Timolol (gotas para la tensión alta ocular) cuyo precio me subió la tensión, hice cálculos para si llegamos a finales de mes, pero mi mujer fue tajante: "-¡Déjese de pendejadas y cómpreselo, después se verá!". Pasamos por la librería de Zinetar y pensé en el "I Ching" que finalmente nunca compramos, luego pasamos frente a "Temas" y estaba cerrada, y pensamos que a lo mejor el famoso librero Eduardo Castro seguía enfermo. Dos cuadras más abajo, casi a las dos de la tarde llegamos al restaurante donde nos encontraríamos a Máximo, y ahí estaba al pie del cañón, esperándonos, y con el libro de Zavater en las manos. Nos ubicamos en una mesita que da a la entrada del negocio, y allí, presto acudió a atendernos el joven mesonero Alejandro. Máximo ofreció una ronda de cervecitas, porque veníamos acalorados, y entonces pedimos tallarines especiales. Máximo buscaba en el menú los precios porque quería brindarnos y hubo fuerte forcejeo, hasta acordar que nosotros pagaríamos nuestros tallarines y que el corriera con los gastos de las cervezas y los postres. Con mucha pena así quedamos, pero todos tan agradados por el momento. Y entonces dimos rienda suelta a nuestras memorias, y cuentos iban y venían, recuerdos de los tiempos en que uno andaba a la deriva, como el país mismo, él por allá por Trujillo, trabajándole a Corpoelec, y nosotros por aquí dándole la lata en la Universidad de Los Andes. Y nos reíamos de la diversidad de nuestros empeños, logros y aspiraciones, cada quien cogiendo carreras que no encajaban con nuestras aptitudes y vocaciones. Pero así y todo, a veces errando uno también debe emprender la lucha de superar cualquier traba que se le presente, siempre en plan de superarse a sí mismo. En concluyendo tan opípara papa, nos despedimos, Máximo nos recordó que el 21 de este mes es su cumpleaños, que lo debíamos celebrar a lo grande, con bombos, platillos y charrascas. Cero discursos, añadimos. Y nos fuimos por la sombrita, cruzamos la Plaza Glorias Patrias, con su mágica fuente cautivando a todos los viandantes, otra gran plaza cuidada con mucho esmero. Y llegamos al Viaducto para empalmar con Las Américas, y aún con muy buen ánimo, estuvimos pensando si seguir a pie hasta nuestro apartamento. Lástima, en ese momento el sol era demasiado candente, por lo que nos plantamos frente al Mercado Principal, a eso de las 4 de la tarde a esperar la buseta del Sector F, y coger para casita. Contentos y felices estábamos. ¡Qué buen día, carajo!