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Aquí, la burguesía, es decir la ultra-derecha, le desea todo el mal posible a nuestro país. Celebran las sanciones de los gringos, aplauden la reciente revocatoria de licencia a la Chevron, sufren convulsiones catatónicas cada vez que a la demente María Corina le da por pedir que nos invadan, que nos arruinen, que nos destrocen. Y todo esto ocurre porque no estamos lidiando con una burguesía nacional sino con una burguesía enemiga de la patria. La tragedia de Venezuela es que nunca ha contado con una burguesía nacional, insistimos, como sí la tienen Brasil y México, por ejemplo. Esto se debe básicamente, a que la burguesía nuestra fue siempre una clase empresarial importadora, desde los tiempos de Manuel Antonio Matos en el siglo XIX y del canalla aquel de Eugenio Mendoza en el siglo XX.
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Si aquí, el empresariado venezolano hubiese sido como el mejicano, jamás habría llamado a un paro nacional en 2001 para derrocar a Chávez. Jamás habría llamado a un golpe como ocurrió el 11 de abril de 2002, para encaramar en el poder a un empresario como Carmona Estanga. Jamás se habrían unido empresarios, iglesia y sindicatos podridos con los militares traidores para concentrarse en la Plaza Altamira y propiciar así un caos nacional, una guerra civil. Jamás una burgusia nacional, le habría permitido a los medios de comunicación unirse vilmente contra nuestro propio país. Vean como el diario "El Universal" de México, de la ultraderecha, en estos momentos está apoyando decididamente a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, incluso el PRI y el PAN.
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Es decir, que el ataque de los gringos a México ha provocado en todo el país de Pancho Villa una gran UNIDAD NACIONAL, mientras aquí propició una espantosa desunión que se ha prolongado por más de un cuarto de siglo. Hoy toda la prensa mejicana reseña que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo "se dirigió ayer a los cientos de miles de personas reunidas en el Zócalo de la Ciudad de México para escuchar su mensaje a la nación respecto a los aranceles que Donald Trump ha amenazado con imponer desde su primer día de regreso a la Casa Blanca". Agrega el editorial de La Jornada: "La mandataria hizo un recuento de las acciones tomadas por ella y sus colaboradores con el fin de conjurar esa amenaza, resaltando que la próxima revisión del 2 de abril debería llevar al cierre definitivo de este episodio bajo el entendido de que los dos mayores socios comerciales del planeta no tienen razones para establecer tarifas cuando sus intercambios se encuentran regulados por el tratado al que el propio Trump dio su visto bueno en su primer periodo presidencial.
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Sigue diciendo el editorial de La Jornada: "Más allá de la información puntual brindada a la ciudadanía por la mandataria, el acto efectuado en el corazón del país fue una contundente confirmación del MOMENTO DE UNIDAD NACIONAL QUE VIVE MÉXICO Y DE LA INÉDITA SINTONÍA ENTRE GOBERNANTES Y GOBERNADOS: mientras la mandataria ratificó su compromiso de poner siempre por encima de todo el respeto a nuestro amado pueblo y a nuestra bendita nación, ese pueblo le reiteró sin ambages la confianza depositada en ella para defender la soberanía y la dignidad ante los embates que no sólo vienen de Washington, sino también de otras latitudes donde las clases políticas y empresariales se resisten a dejar atrás la mentalidad colonial".
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Agrega el referido editorial: "La dirigente de la Cuarta Transformación no habló desde un presunto vacío ideológico ni desde un patrioterismo conservador que muchas veces ha sido usado por demagogos para confundir los intereses oligárquicos con el bien común. Por el contrario, aprovechó el encuentro PARA RECHAZAR EL REGRESO DEL NEOLIBERALISMO QUE TANTO DEBILITÓ A MÉXICO e insistir en que la economía se fortalecerá desde lo que ha denominado humanismo mexicano, mediante la dignificación del salario mínimo, la autosuficiencia energética, la inversión pública, el reforzamiento de los programas sociales, la reconstrucción de la red ferroviaria de pasajeros y la edificación de un millón de viviendas, entre otras medidas".
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Sostiene el editorial: "Donald Trump hará bien en escuchar el mensaje que se le envió desde el Zócalo: en México no se enfrenta sólo al gobierno, sino a una sociedad cohesionada y movilizada, decidida a repeler cualquier chantaje y a cerrar filas contra el injerencismo. En este aspecto, nuestro país presenta un marcado y positivo contraste con la inestabilidad que padecen los aliados tradicionales de Washington, ahora obligados a asumir la realidad del trumpismo: en Canadá, el primer ministro Justin Trudeau funge como encargado de despacho desde que se vio obligado a presentar su renuncia en enero pasado con el fin de evitar una moción de censura".
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Rematando el editorial: "Sin duda, la unidad interna es una de las cartas más fuertes de México para hacer frente a los amagos de Trump y, tras los eventos de ayer, dicha fortaleza parece inexpugnable. Cabe confiar en que autoridades y ciudadanía sabrán usar esta ventaja para hacer valer los intereses nacionales en un clima de respeto con sus socios norteamericanos y el resto de la comunidad internacional". Sin duda que imperialismo gringo estuvo jugando hacerle a México lo mismo que le hizo a Chile, que le planteó a Bolivia (derrocando a Evo) y que le aplicó también a Ucrania y a tantos países en el mundo. Lo que nos viene aplicando desde 1998 a nosotros. Nos ha faltado la unión nacional, una desunión que aún cobra cientos de miles de victimas a nuestro país, que ha sido una especie de guerra civil, en realidad.