Bolívar y Martí: una misma pasión… El inmenso tiempo perdido!

Surge Bolívar, con su cohorte de astros...

¡A caballo, la América entera!

José Martí

Yo quiero, cuando me muera,

sin patria, pero sin amo,

tener en mi losa un ramo

de flores, -¡y una bandera!

José Martí

La única filosofía en América es la de Bolívar y la de Martí: la de la impaciencia americana: ansiedad por hacernos vigorosos espiritualmente, procurar vivir por nuestros propios medios, entender la fuerza de lo criollo, conocer nuestros males y ser capaces de arrostrarlo todo dignamente. Ser capaces de amar con entera devoción y entrega sincera. Su impaciencia es la del indio ahogado en las servidumbres que busca prepararse y recuperar su ambiente, su tierra y su trabajo. El inmenso tiempo perdido. La impaciencia del negro, tres siglos esclavizado que ha echado a un lado sus cadenas para rescatar sus cantos, sus sueños. La del hispano, de fuego místico y desesperado. Es la filosofía penetrada del sentido auténtico de lo criollo, porque nace de la lucha esencial. Original, auténtica: antes de tener patria ya ésta existía en el alma de estos dos grandes hombres. Toda nuestra gloria gira sobre este centro de luminosas y proféticas verdades: es la tinta que abona el arte, la sed de ser, la raíz de la ardorosa intimidad cultural y humana, el inagotable impulso de la acción en la poesía. Dice Don Laureano Gómez: "Pudiera decirse que la primitiva república se organizó sobre una vehemente disputa entre las armas y las letras, en la apariencia exterior, no en la realidad objetiva. Porque el pensador máximo de la época, el filósofo político, el escritor, el orador de más acentuados perfiles intelectuales era Bolívar. Era, además, ínclito guerrero. Reunía en sí las contrapuestas excelencias que don Quijote en su hora de mejor cordura, señaló a una y otra parte; de suerte que si para entonces se hubiese decidido que las letras hacen ventajosa a las armas, ahí estaba el Padre de la Patria como el letrado más eminente de su época"2

Nada tenía Bolívar del alma sajona, nada de "predestinado calvinista". Su corazón, ante todo, como correspondía a un poeta, era un himno a la amistad. Cuando me hablan de valor y de audacia - dice el Hombre de la Adversidad - siento revivir todo mi ser, y vuelvo a nacer, por decirlo así, para la patria y para la gloria. ¡Cuán dichosos fuéramos si nuestra sabiduría se dejara conducir por la fortaleza!, entonces yo ofrecería lo imposible: entonces se salvaría Colombia y el resto de la América también... El título de amigo sólo vale por un himno y por todos los dictados que puede dar la tierra. Preferiría que mis amigos en lugar de excelencia me trataran de usted, y si fuéramos romanos el tú valdría más; éste es el tratamiento de la amistad, de la confianza y aun de la ternura.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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