¿Qué pasa con el Fiscal?

El tipo flaco aquel se autoproclama Presidente en una plaza, y el Ministerio Público se limita una “observación permanente del muchacho con problemas”. El mismo flaco, algunas semanas después, se alza en armas con cuatro soldados y tres cambures, y el Fiscal General de la República, ante un hecho tan público y notorio, que en otro país daría como resultado una detención inmediata, trata el asunto como “vainas de muchacho”, y se lanza en persecución de los colaboradores del muchacho con problemas, pero a éste lo deja tranquilo; algunas semanas después, el muchacho nombra gabinete, reparte embajadores y el Fiscal, ante hecho tan notorio, se queda en situación catatónica. Días más tarde, el muchacho con problemas entrega una empresa de la nación a una potencia extranjera y también lo dejan tranquilo, permitiendo que siga sus acciones como si fueran las gracias de un niño pequeño. Actualmente, el muchacho con problemas ya está negociando el territorio de la República como si fuera un pedazo de torta, en clara agresión a la soberanía del país; y el Fiscal de la República queda inmutable. Yo diría que hacer caso omiso del estado de preocupación de los que sí estamos interesados en el concepto de Patria, es vulnerar derechos humanos de ciudadanos en particular, y de las familias en general. ¿Podemos denunciar que nuestros derechos como venezolanos se están vulnerando en materia de soberanía? ¿Hay jueces que nos den un amparo constitucional?

Rondón requiere el cumplimiento de la ley cuya razón lo asiste, pero la omisión de los derechos del Poder Popular lo llevan por derroteros que rayan en la desesperanza. Rondón es paciente, pero los poderes públicos no pueden convertirlo en un ser pasivo o, peor aún, en enajenado por las circunstancias. Cuando se pida a Rondón que salve la República, éste debe estar a la altura de las circunstancias: moral en alto, poderosa confianza en sí mismo, sentimiento de inalterable capacidad decisiva, fortaleza física y absolutamente convencido de su causa. La Revolución nos pide paciencia razonable; del otro lado lado, la oposición siempre ha intentado ordenarnos el desbordamiento de las pasiones, y una masacre entre nosotros para tener algo que fotografiar y poner en el feisbu mediático internacional. Pero el Pueblo es sabio, y decide por sí mismo cuánto quiere o puede soportar. Ni quiere ser extraño a sí mismo, caminando inalterable hacia la pasividad y la pérdida de capacidad decisiva; ni quiere ser víctima de la ignorancia que le pide ensañarse consigo mismo, masacrándose internamente. Pero en ese peligroso equilibrio, crece la exigencia de justicia.

El Esequibo es nuestro, es el lugar donde nace el sol de nuestra Patria. No puede ocurrir que un delincuente de vestimenta política, amparado por el poderoso narcoestado estadounidense, celebre acuerdos internacionales que entreguen la soberanía del país. ¿Hasta dónde llegará esto? ¿Tendremos que verlo pasivamente? Toda paciencia tiene un límite, y ese límite es el tiempo. ¿Hasta qué fecha seremos pacientes con el delincuente WhiteDog?


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Carolina Villegas

Investigadora. Especialista en educación universitaria

 saracolinavilleg@gmail.com

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