El platanazo

No pasó de ser un “Puentazo”, un escenario ideal para el desfile final de pasarela de los distintos modelos de malos líderes ideados por los escritorios psicológicos de la CIA experimentados en Venezuela: WhiteDog, el último de los modelos, haciendo su manifiesto; Leopoldo, mostrando notablemente su disminuida musculatura; Capriles, a cachete partido, representando al primero de los aspirantes al derrocamiento; no faltó el desfile de Edgar Zambrano, embutido en su traje, mostrando talante de exitoso conspirador, codeándose con los grandes.  Al final de un largo día que comenzó con la euforia de algunos militares y la casi ausente convocatoria de vecinos a tomar el poder en un “ahora sí”, pudimos ver a los protagonistas recorriendo distintas caras frente a las cámaras: primero las felicitaciones, los fuertes espaldarazos y las sonrisas triunfantes de los atrevidos; avanzada la mañana, la mirada casi perenne en los cielos esperando el arribo de fuerzas internas o extranjeras; después del abandono de los convidados, la muestra de la letalidad de las armas de barrido y los plátanos… ¿para qué serían los plátanos?, se escabulleron a lugares donde había más presencia de seres humanos y desde allí arengaron las causas del fracaso, la supuesta huida de Maduro, y etc, etc, etc. En todo caso, la presencia de los bananos impuso una imagen difícil de olvidar: al cabo de un tiempo, ese será, “el golpe ese, cuando tenían el guacal de plátanos”.

Coincido con muchas personas en cuanto a los efectos del “Platanazo”: llegó a su final la Teoría de las Revoluciones de Colores y su aplicabilidad en Venezuela, y lo que viene es el maldito “fuego amigo” made in USA. El único sentido de mantener a WhiteDog vivo y coleando es, para los gringos, nada más que la excusa de una “legalidad” establecida a su manera, en el mejor estilo del derecho medieval: Llegamos aquí en nombre de la Corona (colóquese aquí, “Imperio norteamericano”), y de nuestro Rey o Reina Fulano o Fulana (colóquese aquí, “Democracia norteamericana y/o europea”) y quien no se rinda, tómese por declarado en desacato, en desorden, o lo que le de la gana (colóquese aquí, “en contra del Presidente legítimo de Venezuela, J WhiteDog”). Como necesitan un remedo del ISIS o Estado Islámico, pronto inventarán un grupo de guarimberos ultraviolentos que estarán prestos a matar a cualquiera con “cara de chavista”, que se llamarán algo así como “Libertadores de la democracia”, que no será más que una guarimba armada de gente mulata de muchos colores convencidos de que son blancos, inteligentes y superiores,  bajo un esquema organizativo demencial de esos “tipo Lilian Tintori”, dirigido a hijos de pobres y sin garantías de refugio en embajadas. Sería bueno recordarles que esa clase media que los envía a la muerte, tienen otras nacionalidades del primer mundo que enarbolarán en cualquier momento crítico, y saldrán en un puente aéreo realizado por sus respectivos países. Quienes tengan la doble nacionalidad venezolana-latinoamericana, ni se molesten: a pobres no les pagan hoteles.

El desfile del Puente, que comenzó como un “Camburazo” (repartiendo cargos y felicitaciones), no terminó, por ahora, más que en un ridículo Platanazo, pero es ahora cuando comienza el capítulo más peligroso en esta saga de “Los halcones de la Muerte”, protagonizada por Trumph el Estúpido, Bolton el Marrano, Pence el Incendiario, y otros más que buscan escalar en los créditos protagónicos. Eso sí, en la película gringa no hay cabida para más actores criollos inútiles, de factura costosa y pésima eficacia; y en los cines venezolanos, quedan pocos créditos para traidores y entreguistas.


 saracolinavilleg@gmail.com



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Carolina Villegas

Investigadora. Especialista en educación universitaria

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