Como exiliado vivo en Miami: donde trabajo, sueño, y como bien

Mi mayor aventura fue salir de Venezuela, me lo propuse sin pensarlo
dos veces y, me dije, en vez de seguir haciendo esas colas tan
aburridas y, sin atractivo ninguno como largas colas de humillación,
para poder comer y, ahora tras de una bolsa clap cada mes o, coger
para el monte, me voy al Norte (excluí: Canadá y México) que allí mis
sueños se harán realidad y, si me autoexilio más rápido y, así fue que
eso de estar buscando oro, contaminando zonas y, quizás pescando una
malaria que era, lo más posible, aunque rico me iba hacer, pero en
unas condiciones que iban en contra de mis pensamientos como futurista
arquitecto del espacio perdido en que perdido todavía sigo acá, pero
inflado de mucha personalidad que cuando me miro en el espejo de la
realidad, creo que ya soy otro, aunque con muchas ilusiones en mi
cabeza y, nada que envidiarle al egoísmo que los envuelve a ustedes,
tanto a chavistas como a escuálidos como yo, que, no saboreo ni
comparto la comida del mismo plato con otro, ni ahora ni nunca y,
además mi sueño siempre ha sido el sueño americano de la buena vida
del self service que me tiene a su merced. Es decir mi vida es un
rotativo envuelto de ansiedades mal acostumbradas que poco a poco se
irá adaptando al convenir de mis hechos, made in USA, lo contrario de
allá que se nace para morir sin refugio ninguno.


Ahora estoy en Miami, una ciudad acogedora, tatuada de lujos, de risas
sin desplante, donde todo sonido es musical, donde se habla más el
español que el inglés con un afán de xenófobo y, más el cubano que el
venezolano, pero como Dios lo quiso así, hay que acogerse a los
designios divinos que son los que nos dan fuerza de enrumbar nuestro
destino de explorador que se acentúa en la buena vida, en la vida del
dólar y sus prebendas que nos dan la satisfacción y el sentido de la
dignidad que se alcanza acá cuando uno se endereza por sus
resplandores que nos ciegan con el encanto de sus bellezas, bellezas
que nos trasnochan cuando desovamos la tranquilidad que es nuestro
revuelco de buenos augurios después, que agotamos el día batallando
como idealistas que se entrenan hacia el porvenir de la grandeza que
nos despierta a cada rato cuando, nos dice, el versículo: "no sólo de
pan vivirá el hombre..."y, la suculencia de ese motivo nos mantiene
despierto y alejado de la modorra venezolana y, temblamos de voluntad
cuando sentimos que el cuerpo se va acostumbrando al despegue de su
acción emprendedora.


Decirles que me siento como un austronauta que practica las acciones a
desarrollar en el espacio me fascina, porque se acerca a mis deberes
cuando, me entregó al día-día de mis responsabilidades y tengo que
encallar en el trabajo que no mucho trabajo me ha costado conseguir
como allá en Venezuela no es posible y, me dedico a trabajos
domésticos que cobro en dólares por hora y, aunque los odio con dolor
los sufro con tristeza, pues de ello nace mi esperanza de seguir acá
buscando lo que jamás conseguiría allá como es mi paz de ser lo que
haya que ser y, en ese ruleteo de oportunidas con furia de asilado
íntegro me acojo también a realizar trabajos y que, forzosos, pero no,
el sueño americano sigue siendo mi valentía, para la igualdad y
oportunidades rumbo a la libertad que me permita vivir sin ser
molestado ni maltratado que con esfuerzo y dedicación será mi gran
meta teórica que, me mantiene al margen de todo lo que pueda
desilusionar y corroer mi espíritu y, además acá conseguimos la comida
gratis sin mucho aspaviento y, mediante mensajes whatsaap nos
informamos donde nos corresponde ir por ella y, aunque a veces tenemos
que hacer colas de más de cinco horas las que hacemos como si fuera un
premio furtivo, nuestra emoción no se detiene, sigue el mismo ritmo de
obtener sin el sudor de nuestra frente el fruto que nos ata a esta
gran ciudad que marcha hacia adelante con prepotencia capitalista que,
a diario nos anima a no dejarla nunca y, decir que nuestros jefes son
cubanos, no nos raya más de lo posible, ya que ellos llegaron primero
que nosotros y tienen más luz y, más parque de viveza que nosotros que
todavía, las espuelas de nuestras defensas no han salido a la vista,
pero pronto seremos los amos del valle, pero regresar a Venezuela
(never) ni muertos. Somos o no somos ha sido el lema desplegado a
conciencia de todo lo que brilla no es oro, pero Miami está ahí y
estar en ella es siempre vivir soñando, aunque hay muchos venezolanos
ingratos que la maltratan con sus perversiones políticas que nos
estafan con su sola presencia.Y, mis contradicciones son parte de mis
malos sueños como venezolano mayamero en que mis ironías son el
disfraz que ocultan mis malos hábitos.



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Esteban Rojas


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