¿Qué clase de diablo?

A raíz de la barahúnda mundial desatada por el discurso del
Presidente Chávez en la ONU, las palabras del embajador de los Estados
Unidos en Venezuela pusieron las cosas en su puesto al establecer que el
asunto del diablo escapa a la política para entrar en terreno religioso.

En efecto, con una perspicacia poco usual en los jerarcas del
servicio exterior estadounidense, el diplomático agarra el toro por los
cachos apuntando a una falla o debilidad en el discurso del mandatario
venezolano.

El embajador William Brownfield debe saber de buena fuente que, en
este momento, el Papa Benedicto XVI no dirá ni pío pues intenta aplacar la
reacción airada que provocaron sus señalamientos sobre la yihad o guerra
santa. A decir verdad, el mundo atraviesa momentos dramáticos y en más de un
país, incluyendo el Vaticano, el demonio anda suelto y echando azufre por el
rabo. Para colmo el presidente venezolano se antoja de plantear un tema
endiabladamente delicado, como si el Santo Padre no tuviera suficientes
aflicciones.

Por otra parte el que calla, otorga. El silencio de la Casa Blanca
confirma así lo que muchos habían pensado pero no se atrevían a mencionar.
George W. Bush es un diablo y sobre eso no hay nada que discutir. Lo que
falta ahora, como lo sabe cualquier exorcista con dos dedos de frente, es
determinar a qué clase satánica pertenece el Presidente de los Estados
Unidos & Co.

Algún despistado preguntará que diablos importa ese detalle. Pues
bien, el asunto es de interés fundamental para neutralizar las políticas
infernales del imperio capitalista y salvaje.

Resulta imperativo que se sepa si el representante de las
transnacionales es una encarnación de Luzbel o si estamos en presencia de
Mefistófeles, Belcebú, Mandinga o Satanás. En esos casos sería mejor que nos
cojan confesados, pues se trata de demonios mayores, empeñados en el
Apocalipsis a través del FMI.

Por fortuna los satanistas que pudimos consultar no son tan
pesimistas. La mayoría señala que se trata de un diablejo apocado y tímido,
que se coló en una familia tejana tradicional, donde la pena de muerte se
considera piadosa. Algo así como los diablitos Underwood.

En lo personal, y por aquello del olor a azufre, sospecho que se
trata de un diablo peorro.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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