Uribe, como un buen “discípulo” de los cabecillas de las mulas y traficantes que están en Washington, sabe que a estos les conviene, como al ladrón que grita “aquel fue”; que a los únicos a quienes le conviene los conflictos bélicos entre hermanos es a quienes fabrican las armas, no para defenderse, lo que en paz no sería necesario, si no para venderlas, no importa la sangre derramada de seres inocentes.
Y a propósito de padre muerto entre bandas, ya el de Uribe había enajenado el alma con los mismos compinches que le quitaron la vida. Por eso, el hijo de “apa” no cometió ninguna herejía (según el) cuando le da largas a la mentira para acusar a la juventud de entonces, y a la sucesiva por extensión, de la muerte del hombre de los blancos caballos: del generoso con su amigo Carlos Andrés Pérez, a quien obsequió un fino corcel en agradecimiento al “rubio” camino por donde nos atapuzaban la maldita droga.
La palabra reconcomio (“…recelo…”) fue de Herrera Campins, pero se la apropiaron los adecos cuando, con saña, atacaron al psiquiatra Jorge Rodríguez, entonces presidente del CNE a quien los muchachos de Rómulo le mataron al padre. Era que el hijo del luchador Jorge Rodríguez, no les permitía el chanchullo para robar el voto de venezolanos y venezolanas. Jorge Rodríguez, hijo padecía de rencor, debía ser impedido para dirigir el organismo comicial. En cambio de Uribe, el confeso reconcomiado con el pueblo colombiano y venezolano, para la oligarquía apátrida en coro con la jerarquía católica y los adecos de aquí y de allá, el paraco de Nariño es el hombre de Colombia que jamás nos robó ni un paquetico de papel sanitario, ni un solo botellón con gasolina, por esa amplia frontera que debería ser solo para el contacto entre hermanos. Para la oligarquía, de vocero Ismael García (aprovecha Ismael), Uribe fue el mejor presidente de Colombia. Se los dijo el golpista, el breve Pedro Carmona, a quien Uribe y Fedecamaras le montaron una legación especial desde donde despacha como un pachá y usurpador representante en descarado insulto al pueblo de Jorge Eliécer Gaitán.
En cuanto a Santos se refiere, no somos nosotros los que debemos actualizar antecedentes para bien de nuestra patria, de cara al cambio de gobierno colombiano. Siempre hemos hecho honor de la inquebrantable hermandad entre colombianos y venezolanos. Venezolanas y colombianas entonces, así las relaciones, es al nuevo gobernante neogranadino a quien le corresponde tomar en cuenta esa hermandad, a la que estorban bases militares en nuestros territorios, instaladas en Colombia para amedrentar y cuidar la producción de estupefacientes.
Pero si, y que ello se clarifique de una vez por todas y al devenir, no estamos dispuestos a que se nos siga estafando lo que es de los venezolanos y venezolanas y de los bienvenidos colombianos y colombianas a través de la frontera. Además que las mafias de allá nos envían vehículos ilegalmente para que aparezcan aquí como robados. Por mucho menos que esto los gringos acaban de reforzar la vigilancia fronteriza con México y nadie se queja. Acá como allá, nosotros también tenemos una amplia frontera azul por donde llevar a cabo un amplio y duradero intercambio comercial.
Patria socialismo o barbarie.