DELTA AMACURO SOS.
“Los Waraos del Delta del Orinoco dicen Mejo-koji (el sol del pecho)
para nombrar al alma. Para decir amigo dicen Ma-jo karaisa: mi otro corazón
y para decir olvidar dicen Emonikitane, que quiere decir perdonar.
Los muy tontos no saben lo que dicen, para decir tierra dicen madre
Para decir madre dicen ternura, para decir ternura dicen entrega
Tienen tal confusión de sentimientos que con toda razón
Las buenas personas
que somos las llamamos salvajes”
Gustavo Pereira.
La primera vez que fui
al Estado Delta Amacuro, fue por allá a finales del año 2.003, cuando
me desempeñaba como Director de Asuntos Comunitarios del entonces Ministerio
de Salud y Desarrollo Social (MSDS), hoy por hoy Ministerio del Poder
Popular para la Salud (MPPS). Aunque más que director de esa dependencia,
yo y quienes estaban bajo mi mando en la misma, éramos una suerte de
utilitis que normalmente utilizaba este organismo para apagar el fuego
que se prendía en cualquier parte del país. Precisamente fuego era
lo que había en aquella Entidad cuando en compañía de la entonces
Ministra María Urbaneja, un representante de la Organización Panamericana
de la Salud (OPS) y el Dr. Francisco Armada, entonces Director General
de Salud Ambiental y Contraloría Sanitaria de ese organismo y a la
postre también Ministro de Salud, asistimos a una reunión en la ciudad
de Tucupita, con la finalidad de concertar una estrategia regional con
apoyo del gobierno nacional, orientada fundamentalmente a contener una
epidemia de malaria que por esos días, azotaba el Estado y de manera
particularmente asentada al denominado Bajo Delta, en el Municipio Antonio
Díaz. En dicha reunión, lo que escuchamos de boca de los funcionarios
tanto del Ministerio de Salud destacados en la región, como de las
autoridades locales y regionales, fue un rosario de excusas que trataban
de justificar lo injustificable: que a nuestros hermanos waraos los
estuviese matando no solo la malaria, sino la ineficiencia y más allá
de ésta, la indolencia de todos los organismos que conforman
el Estado venezolano. Que sí no hemos ido a fumigar las zonas infestadas,
porque no nos han pagado los viáticos. Que si ya nos pagaron los viáticos,
pero no hay embarcaciones. Que si ya tenemos las embarcaciones, pero
no hay combustible. Que si ya tenemos combustible pero falta el aceite.
Que tenemos el aceite pero no tenemos motores. Que si ya tenemos motores,
aceite, combustible, embarcaciones y viáticos pero no tenemos quien
nos lleve y pare usted de contar!. Es decir el infierno venezolano,
recordando aquel muy conocido chiste homónimo.
Ese día me quedé en
Delta Amacuro, luego que la Ministra Urbaneja regañara a todos los
presentes y les conminara a cumplir sus responsabilidades en nombre
y en defensa de la vida de esos seres humanos, los waraos, y del
compromiso ético y moral que en el marco de este proceso tenemos con
ellos y con todos los indígenas de Venezuela. Fotos de rigor, rueda
de prensa y 26 largos días de permanencia en aquel estado, con la misión
de preparar junto a la Antropóloga Glamaris Guilarte, un informe pormenorizado
de la situación con un cuerpo completo de recomendaciones para corregir
los problemas y tomar decisiones. Recorrimos buena parte del Estado
Delta Amacuro, encontrando a nuestro paso, a un pueblo humilde, trabajador,
amable y sumamente hospitalario. Lo más difícil, el acceso a
las distintas comunidades, la cual debe hacerse siempre o casi siempre
por vía fluvial. En nuestro recorrido, encontramos siempre lo mismo:
ausencia de microscopios y reactivos necesarios para el diagnóstico
de las enfermedades más comunes: parasitosis intestinal, malaria, síndrome
diarreico agudo y tuberculosis (TBC), lo que significa una casi nula
capacidad diagnóstica y una también casi inexistente capacidad resolutiva
de las patologías descritas, por ausencia de personal médico y por
encontrarse la red – que si acaso la denominamos así es por lo enredada
que está y no por lo articulada – ambulatoria existente en esta Entidad
sin una pastilla, algunos con plantas generadoras de energía, paradas
por falta de una bujía, de una batería o por falta de combustible
para echarla a andar. Nulo el acceso al agua potable e inexistente algún
sistema de disposición de excretas, lo que hace que irremediablemente
éstas vayan a para al caño de donde se surten de agua para beber,
cocinar y satisfacer sus demás necesidades. No hay que ser médico,
para saber que buena parte de las patologías que afectan al pueblo
warao, están estrechamente vinculadas a la calidad del agua y que otro
tanto son las denominadas enfermedades vectoriales, transmitidas por
insectos – vectores- infectados con el virus de la malaria, el dengue
o la lesmaniasis, según sea el mosquito. Por si esto fuera poco estos
ambulatorios quedan muy distantes el uno del otro y para aquel entonces
no había ni siquiera un radio para comunicarse. Esta situación la
encontramos en Wakajara de Manamo, Pepeina, Isla Misteriosa, Guaranoco,
Caño Basama, Boca de Cuyubini, Guayos, Wuasa, la Línea, y otras
que ahora no recuerdo. En las demarcaciones de malaria pertenecientes
al Ministerio de Salud, un montón de embarcaciones pudriéndose y motores
fuera de borda desarmados. Por otro lado, los pagos realizados a los
indígenas becarios de la Misión Robinsón I, única misión bolivariana
en marcha para aquel entonces, destinados todos a la compra de aguardiente
por parte de los indígenas – mujeres y hombres – quienes bebían
con ese dinero hasta que el cuerpo aguantara o hasta que durara el dinero.
Todo ello bajo la indiferencia del Ministerio de Educación, cuyos facilitadores
en su mayoría residían en Tucupita y no hablaban warao, lo que hacía
prácticamente imposible alfabetizarlos y convertía a la misión en
un instrumento de intervención y disociación de la comunidad. A todas
estas situaciones súmesele la ausencia de voluntad política de los
actores políticos regionales y locales, que hoy por hoy y en un territorio
cubierto casi en su totalidad por agua, no han sido capaces a diez años
de revolución, de instalar una sola planta potabilizadora de agua en
esa región. Todo ello lo recogimos en un informe donde recomendábamos
entre otras cosas la inmediata instalación de una red de radio comunicación
en los ambulatorios existentes en el estado, interconectada con el Hospital
de Tucupita, los bomberos, la Dirección de Salud Regional, la Policía,
demás organismos de seguridad del Estado y con cada una de las alcaldías.
Establecimiento de controles sanitarios conjuntos con la República
de Guyana, destinados a la prevención, detección, diagnóstico y tratamiento
de las enfermedades ya mencionadas e instalación de puestos centinelas
capaces de monitorear la aparición de las mismas, a fin de instrumentar
mecanismos tendientes a evitar la aparición y propagación de epidemias.
Discusión y firma de un convenio de suministro permanente de combustible
y aditivos con PDVSA, destinados a las embarcaciones pertenecientes
al sector salud, que faciliten el desplazamiento y disminuyan el costo
de transporte del personal de médicos, enfermeros, técnicos en salud
pública, inspectores sanitarios y pacientes en cualquier parte del
estado. Suministro de generadores eléctricos (plantas) por parte de
la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) o la reparación de los
existentes. Establecimiento de un equipo de rescate y salvamento con
apoyo aéreo, semejante al existente en Maiquetía, con capacidad de
acción en tiempo real, para búsqueda, localización y traslado de
pacientes o personal médico en zonas de difícil acceso. Dotación
y equipamiento de la red ambulatoria y hospitalaria y capacitación
del personal de las mismas comunidades como microscopistas para el diagnóstico
oportuno de personas con cuadros febriles o síntomas afines a las enfermedades
ya mencionadas. Suscripción de un convenio de cooperación con la Dirección
Nacional de Protección Civil, para el suministro, transporte, colocación
y puesta en funcionamiento de Plantas Potabilizadoras de Agua, de las
muchas que donó (o vendió, eso no lo tengo claro) con ocasión de
la tragedia de Vargas, la Agencia de Cooperación Española a nuestro
país y que desde aquel tiempo a esta parte, sucumben al sol y al agua
arrumadas en un patio que ese organismo tiene dentro de Fuerte Tiuna
cerca de la Corte Marcial, o en su defecto de las que se construyen
en el Uruguay y a la que podemos acceder por medio de alguno del centenar
de convenios de cooperación que tenemos suscritos con ese país. Y
por último el establecimiento de una autoridad única de área en la
zona por parte del ciudadano Presidente de la República, con la misión
de que organizara la pea en un estado donde el desorden, el protagonismo
y la corrupción son como dice el ex comandante del M-19 Navarro Wolf,
refiriéndose a los grupos armados: " Como la
malaria, porque evolucionan para seguir resistiendo y matando con mucha
eficiencia", y con mucha crueldad decimos nosotros a los waraos,
que si sacamos la cuenta son los únicos habitantes originarios de este
país, junto con el resto de las etnias venezolanas de otros estados.
Nada de lo que recomendamos fue atendido lo que motivó que quien escribe
esto sostuviera con muchos de los responsables de las respuestas, amargas
y largas discusiones sin resultado alguno.
Ya escucho a las “autoridades
del Ministerio de Salud” desmintiendo la veracidad del informe emitido
por los investigadores Charles Briggs (Universidad de California, Berkeley
EEUU) y Clara Mantini (venezolana, esposa del primero y ex funcionaria
del Ministerio de Salud) del que tuvimos noticia por prensa (Ultimas
Noticias 13/08/2008, Pág. 2) y por supuesto achacándole la presunta
epidemia de rabia selvática al imperialismo y a sus lacayos, o desestimando
la gravedad de la misma, si acaso no les da por afirmar que se trata
de otra enfermedad, cuando la verdad camaradas, es que el que los waraos
se estén muriendo de rabia, de tuberculosis, de malaria o de diarrea,
es absolutamente irrelevante. Lo importante no joda es que se están
muriendo y que tal situación a diez años de Revolución en marcha
es imperdonable, injustificable. Sobre todo si contrastamos esa desatención
con la atención que solemos brindarle a los ciudadanos de otros países
que traemos al nuestro para brindarle asistencia medica gratuita y de
calidad. Sobre todo camaradas si lo contrastamos con los escandalosos
niveles de ostentación y derroche de la que hacen gala los políticos
deltanos, a quienes cualquier fiebrecita se la bajan en la más cara
y lujosa clínica de Maturín, en el vecino Estado Monagas. Sobre todo
si lo comparamos con lo inútil que ha resultado que los waraos hayan
votado por Chávez y sus candidatos una y otra vez, sin que ese irrestricto
apoyo haya hasta ahora tenido reciprocidad para con ellos, más allá
de esos operativos donde los afeitamos, los vacunamos, les
sacamos una muela, les damos una bolsita de remedios que no saben como
tomarse y otra bolsita de comida al mejor estilo de la IV República,
pero esta vez en nombre de Simón Bolívar, de la Revolución Bolivariana
y del Socialismo del Siglo XXI. Qué bolas!.
*Abogado – Militante del PSUV.
rubenvillafa@hotmail.es