Crónicas cotidianas

Te lo juro

Sofía llora sin detenerse, a veces hasta gime. Dice haberse arrepentido una y mil veces de haber tomado esa decisión. "Cómo se me ocurrió irme detrás de ese coño de su madre, que después me di cuenta de que me convenció porque yo tenía unos realitos guardados y él no tenía un coño. Necesitaba que yo me fuera con él para que le financiara el viaje. Y cuando solo teníamos dos meses en Medellín, que vivíamos en una habitación, que yo pagaba porque ya estaba trabajando y él todavía no hacía un coño, me dejó y se fue con una barranquillera, pa´llá pa´la costa. Cuando me venía para Venezuela, me llamó y me dijo que estaba en la cárcel. Le colgué el teléfono y que Dios me perdone, pero no sé nada de él".

Me pareció que ya era suficiente razón para llorar, pero en verdad no estaba listo para escuchar la otra parte de la narración. La que le produjo más depresión y más impotencia: el atraco que perpetúa la gloriosa Guardia Nacional Bolivariana en las alcabalas, tantas veces denunciada.

Narra que estuvo año y medio en Medellín porque se encontró que no tenía dinero para regresar. Por lo que la salida era trabajar como una burra, de lunes a lunes en una clínica, a la que le fue fácil entrar, porque había sido auxiliar en un consultorio médico en la clínica Guerra Méndez aquí en Valencia durante tres años y sabía mucho de ese tipo de ambiente. "Pero en realidad yo solo quería regresarme a mi país. Qué iba a hacer yo en Colombia, sola, sin mi mamá y mi casa en donde tenía todas mis comodidades, mi cuarto, mis cosas y trabajaba hasta los sábados a mediodía, y no siempre. Iba a la playa con mis amigas y a veces salíamos a bailar o tomarnos una cerveza. Pero este desgraciado me cambió la vida por completo. Bueno, yo pendeja por creerle, pero cuando una está enamorada, es así".

.- Así que reuniste dinero para regresarte.

.- Trabaje año y medio. Vivía en una habitación en una casa de quedaba cerca de la clínica, aunque tenía que agarrar un autobús. Pero lo único barato que hay en Colombia es la comida, aunque no lo creas. La señora de la casa me cobraba la luz y el agua, junto con el alquiler. Ella lo había dividido, porque decía que los servicios eran muy caros y no quería subir el alquiler. Así que, con eso, la comida en la calle, ropa más o menos decente, comprada en el mercado y las cosas de higiene personal, apenas me daba para ir guardando, para no llegar limpia a Valencia. Así fui juntando hasta que llegué a 1.200 dólares, pero ya estaba desesperada por venirme. Así que recogí todo. Renuncié a la clínica. Agarré dos días para comprarle unas cositas a mi mamá, pantaletas, sostenes, shores y franelas para mi hermana, interiores para mi hermano. Compré mi pasaje Medellín- Cúcuta, me despedí de la señora de la casa, le agradecí, y a las doce de la noche estaba en el terminal para agarrar un autobús que sale a las dos de la mañana, 13 horas de viaje, 105 dólares.

.- O sea que las lágrimas te las sacaron las alcabalas venezolanas.

.- Ya había escuchado muchos cuentos distintos de venezolanos y las extorsiones y chantajes de la guardia y de la policía. Así que metí 800 dólares en un sobre pegadito y me los pegué en la parte de atrás de la pantaleta. Unos cacheteros que me puse. Con el pago del pasaje, ya me quedaban 200 y pico y me los distribuí en los bolsillos. En la tercera alcabala se subió un guardia. Agarró un bolso que estaba arriba y me preguntó que, si era mío, le dije que sí, y lo manoseo y manoseo, lo devolvió a su puesto, se bajó y subió con un perro. En lo que el perro llegó al bolso comenzó a ladrar. Yo pensaba, pero si ahí no hay nada, unas pantaletas, unas franelas y un bolsito de cosméticos. Está casi vacío. Pero de todos modos me bajaron y me pusieron a hablar con el jefe. Él me dijo que el perro había olido droga, pero cuál droga señor, yo en mi vida he usado drogas. Él dijo que la podía haber bajado antes, que si iba pa´la Fiscalía, que me iban a meter presa, y que les diera 500 dólares. Me puse a llorar de la impotencia de que esos sucios me quisieran hacer daño sin ser culpable. Él me dijo que no llorara y que buscara los reales. Le abrí el bolso mío y la billetera donde había como 10 mil pesos y en un bolsillito había 50 dólares. Me dejaron subir al autobús por esos 50 dólares y metió la mano en la cartera y me sacó los 10 mil pesos también. Cuando me subí al autobús, un tipo que veía con su esposa, me dijo que los guardias se mojan las manos en agua con cocaína, por eso manosean el bolso, para dejar el olor a los perros. Malditos hijos de puta.

Sofía cuenta que así fue el trayecto durante 15 alcabalas, en las cuales dejó 60 dólares más repartidos en varias alcabalas. "Son una basura, Rafa. No tienen ningún tipo de consideración ni de respeto. En una de esas alcabalas, bajaron a una pobre señora preñaota, con un carajito en la mano. La asustaron, le dijeron que le iban a quitar el niño. Mira muchacho, se montó en el autobús temblando la pobre mujer. Le quitaron 150 dólares para dejarla subir. Me estaba contando que traía 500 dólares y que ya le quedaban 200. Yo decía, ojalá que los maten a todos. Son unos hijos de puta, Rafa. Cuando llegué a Valencia, me puse a llorar, me eché un buen baño y me acosté a dormir en mi camita por casi dos días. A la semana fui a la clínica a visitar a mis amigas y me contrataron de nuevo. Y cada vez que me acuerdo, digo que ninguno de esos malditos tiene derecho a la vida. Yo no salgo más de mi país. Te lo juro".



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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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