La Bella y la Bestia

El pasado jueves se produjeron en Caracas, de manera casi simultánea, sendas ruedas de prensa de gran impacto que produjeron sentimientos de alegría o terror, según el caso.

Por una parte apareció Alberto Federico Ravell, quien esperaba con ansias a Leopoldo Castillo para averiguar si los nuevos directivos de Globovisión lo englobarían en el papel de Ciudadano, donde hace morisquetas, siembra cizaña y coquetea no tan sutilmente con la línea golpista que aún sigue el canal de marras.

Por la otra, María Corina Machado, la consumada madrina de Súmate, agarró la calle para permitir que la alta sociedad civil la vea de cerca, como lo hizo George W. Bush cuando ella, gentilmente, le tendió la mano en la Casa Blanca.

La perorata de Alberto Federico Ravell nos recordó momentos culminantes de la campaña de Piñerúa, cuando el candidato gruñón cogía unas rabietas de órdago al momento de grabar sus promociones. Con similar estilo el antiguo mandamás de Globovisión regañó al técnico de sonido, mandó a callar reporteros y observó con cara de basilisco a todo lo que se moviera en el entorno, como queriendo fulminarlo con miradas venenosas.

Alarmado, intenté advertirle a ciertos amigos que no permitieran a sus niños pequeños ver la cólera de Ravell, exponiéndose a dañar sus tiernas psiquis por semejante energúmeno. Por cierto, Conatel ha debido restringir la transmisión, ubicándola en un horario que no afectara a los infantes, ni siquiera acompañados por sus padres o representantes.

Por la otra parte, mientras Ravell emulaba al enano gruñón, María Corina Machado lucía como la propia Blancanieves, con el Palacio Legislativo Federal sirviéndole de fondo a su impecable imagen de niña bien, aunque no tan niña, pero sí lo otro.

María Corina nos quiere gobernar y solo le pido que se postule por Nueva Esparta, sustituyendo a los adecos refundidos que Morel Rodríguez le impone a la oposición insular.

Ravell no acepta que un banquero posea un canal, pero no aclara si un jerarca de la TV, al estilo Cisneros, podría tener un banco.
Finalmente anunció que viaja a Texas a ver a su nieto que parece un "toro gringo": el sueño de un adeco mejorado.
augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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