La moda escuálida es leer Aporrea

La última moda escuálida es leer Aporrea. Opositores furibundos han descubierto repentinamente algo que les parece insólito: allí le dan duro al gobierno, tal vez hasta más duro que en los medios opositores, agotados ya por exceso de rounds de sombra.

Renombrados tuiteros antichavistas rabiosos se dedican ahora a recomendar trabajos que publica esa página revolucionaria prácticamente carente de filtros, en la que igual aparece un artículo de Luis Britto García que las opiniones de cualquier chavista irredento, con vocabulario políticamente incorrecto.

Alguien debería decirles a los rebotadores espontáneos de estas opiniones que están llegando un poco tarde. En realidad, en Aporrea hay un zafarrancho prendido hace mucho tiempo, expresión de un debate intrarrevolucionario que -contrario a lo que dicen muchos intelectuales de la derecha- es muy rico e intenso.

Los descubridores del agua tibia se han sentido particularmente atraídos por los cuestionamientos de numerosos revolucionarios a las recientes medidas cambiarias. Pero si se dedicaran a estudiar con un poco más de cuidado (y menos signos de dólar en la cabeza), encontrarían que la controversia aborda temas de fondo, como por ejemplo, si en verdad somos socialistas o todo ha sido un chiste un poco largo, como el de ciertos ebrios. También se discute en esos foros (Aporrea no es el único, solo el más notorio) si el presidente Maduro es o no un intérprete fiel del legado del comandante Chávez, un tema nada liviano, por cierto.

El hecho de que la controversia encendida de Aporrea sea una novedad para gente presuntamente bien informada de la contrarrevolución es una prueba palmaria de cómo han pasado un poco de años mirándose el ombligo, leyéndose entre sí, pasándose datos entre sí, reuniéndose entre sí para intercambiar criterios idénticos. También prueba, una vez más, la tendencia de muchas de estas personas a menospreciar a los partidarios de la Revolución, a quienes suelen equiparar con focas amaestradas para aplaudir. Si hubiesen hecho su descubrimiento hace algunos años se habrían percatado de que el chavismo está bastante lejos de eso.

La moda escuálida de retuitiar a los irreverentes autoaporreadores ha generado, a su vez, otra ola de debate en ese medio, pues los chavistas han aprendido muy bien lo que es el derecho a réplica y hasta el de contrarréplica. Algunos lanzan dardos, preguntándose qué pasa con la crítica interna cuando la canalla te aplaude; y los aludidos juran que seguirán expresándose, independientemente del uso que les den a sus opiniones los neolectores, o sea, los vendepatrias, pitiyanquis y majunches que han puesto a la página ultrarrevolucionaria en su lista de favoritos.


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Clodovaldo Hernández


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