Salvar a Honduras por las armas, no por las piedras

No se puede continuar explotando la noción según la cual la autodeterminación de los pueblos debe pasar por algo tan absurdo como el enfrentamiento de piedras dignas contra balas inconmovibles. Especialmente habiendo ejércitos potencialmente solidarios a dos pasos.

La llamada "participación" directa de los pueblos frente a lo que podríamos llamar las "fuerzas armadas primates de la involución", no puede tener sentido en el siglo XXI —si es que alguna vez lo tuvo en otras épocas—. La famosa "autodeterminación" de los pueblos, por lo tanto, debe deslastrarse de aquella pseudo rebelión que consiste en medir fuerzas entre civiles desarmados y goriletes con tecnología de guerra. Para realmente dar la pelea, el pueblo debe disponer de un ejército que luche en su nombre, o bien debe armarse hasta los dientes, hacerse soldado él mismo.

A falta de armas, todo enfrentamiento contra oponentes armados es un acto suicida, y en fin de cuentas más de sumisión que de liberación. La rabia pura no detiene las balas, si acaso las alimenta.

El 13 de abril es citado a menudo como un ejemplo de autodeterminación. Es cierto que el pueblo salió a reclamar a su Presidente y que su presencia en las calles fue determinante para recuperarlo. Pero si este clamor cívico no hubiera servido para convencer a un sector armado de tomar acciones contra la derecha golpista y lograr la recuperación de Miraflores, lo más probable es que ésta hubiera terminado por arremeter contra el pueblo y que lo hubiera masacrado, al igual que a su Presidente. Fue la división de las fuerzas armadas lo que concretamente impidió la consolidación del poder de la derecha. El pueblo contribuyó a esa división, pero, sin ejército sobre el cual haber influido, su clamor no hubiera podido contener la codicia de poder ni el odio profundo de una oligarquía empoderada, como lo está ahora de la Honduras.

Lo que no cuadra en el caso de ese país, es que existe un ejército potencial más allá de sus fronteras al que no parece llegarle el clamor de un pueblo oprimido que sólo cuenta con piedras... ¿Como puede autodeterminarse un pueblo en tales circunstancias?

La autodeterminación de los pueblos dispone de MECANISMOS DE EXPRESIÓN adecuados a su condición material de total indefensión frente al poder mortal de las armas de guerra. Es falso que pueda llamarse autodeterminación al acto de concurrir en un suministro voluntario —en bandeja de plata— de carne fresca y sagrada para el voraz apetito de la matanza anunciada.

El fascismo no requiere aumentar sus cifras para probar su naturaleza. ¿Por qué darle entonces la ocasión de ponerla en práctica? ¿Para enardecernos y hacernos invencibles? Ningún triunfo debe ser el resultado de un acto de venganza, sólo de uno de consciencia.

Si el combate es contra la opresión, ¿qué interés podemos tener en ayudarla a aumentar sus escores? Hay que detenerla al nivel de la ilegalidad —en la cual muy mal se esconde— sin dejarla llegar al de la masacre.

Los mencionados MECANISMOS DE EXPRESIÓN PARA LA AUTODETERMINACIÓN son el sufragio, la manifestación pacífica, la libertad de expresión permanente, la libre asociación. También la participación directa al desarrollo —e incluso cambio de paradigma— de la sociedad, como la refundación de un país a través de procesos constituyentes o refrendarios.

Si hay ejércitos que se vuelven contra el pueblo al cual están llamados a proteger, aquellos de sus solidarios vecinos entonces han de tomar un relevo momentáneo, puntual y sin temor por la injerencia. Un país no es una propiedad privada en el cual se pueda hacer lo que se quiera con su gente. La única propiedad —si acaso— realmente invulnerable en cualquier parte es la de los derechos humanos, que pertenece a la especie y trasciende las fronteras.


xavierpad@gmail.com


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Xavier Padilla


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