Pequeña
introducción
Estoy indignado
por el modo en el que se está desenvolviendo la crisis. Me duele muchísimo
que la izquierda radical carezca de poder político en Europa. Puesto
que no hay poder político efectivo cuando se carece de representación
parlamentaria. Y sin representación parlamentaria la izquierda radical
no podrá golpear al capitalismo como debiera. Y ahora nos encontramos
ante una oportunidad de oro: jamás el capitalismo había estado tan
débil y jamás habían sido las críticas tan duras desde el seno del
propio capitalismo. Y cuando digo jamás me refiero a los últimos
cuarenta años. Me indigna ver cualquier escena de exceso de riqueza
y de lujo. Ya sea un evento real, exposición de coches de lujo o pase
de modelos extravagantes, o un evento ideal: una película como Sexy
Money. Estoy endemoniado. No miro a la pobreza porque me genera impotencia,
sino a la riqueza y a sus excesos porque me genera rebelión. Ojalá
la izquierda radical tome conciencia y abandone los extremismos. Ojalá
abandone igualmente el sectarismo y el infantilismo y luche por adquirir
representación parlamentaria.
Las categorías
económicas como reflejo de las relaciones económicas
Desde distintos
ámbitos supuestamente avanzados y modernos me critican porque yo hago
uso de las categorías de Marx. Me dicen que eso suena a antiguo, a
fuera de época, que debo usar un lenguaje más moderno, como el de
Keynes. Y compré un libro de Keynes, porque en verdad no había leído
ninguna obra suya, a saber: “Teoría general de la ocupación, el
interés y el dinero”. Y me sucede lo de siempre con estos autores,
las expectativas se me frustran, y les explicaré porqué. Les pongo
un ejemplo. Escuchemos a Keynes en el capítulo 17 titulado “Las propiedades
esenciales del interés y del dinero”: “La tasa monetaria de interés
no es otra cosa que el porciento de excedente de una suma de dinero
contratada para entrega futura,…”. En principio esta definición
parece ser acertada. Pero si la miramos mas de cerca, observaremos su
deficiencia. Las categorías económicas, de acuerdo con Keynes y todos
los economistas burgueses, parecen expresar cosas y relaciones entre
cosas. Así que la tasa de interés se presenta sólo como la relación
porcentual entre el excedente o interés y la suma de dinero contratada
o prestada. ¿Cuál es el defecto esencial de este pensamiento? Que
las categorías económicas no son presentadas o definidas como el reflejo
en la teoría de las relaciones económicas entre los hombres. Y la
relación económica fundamental que existe en la actualidad entre los
hombres es la existente entre capital y trabajo. Así que prefiero quedarme
con la definición de interés ofrecida por Marx que con la ofrecida
por Keynes: se llama interés a la parte de la ganancia que el capitalista
en funciones entrega al propietario del capital. Así que la categoría
de interés refleja, en primer lugar, la relación económica entre
el propietario del capital y el capitalista en funciones, quien usa
la suma de dinero contratada como capital, y en segundo lugar, la relación
entre el capitalista en funciones y los trabajadores que crean la ganancia.
La recesión
económica: el ejemplo de Nissan
La empresa automovilística Nissan ha presentado un expediente de regulación de empleo para su planta en Barcelona que afectará a 1.288 empleados. La razón: han caído las ventas. José María Fidalgo, secretario general del sindicato CCOO, ha manifestado que la empresa Nissan no tiene dinero para pagar a sus trabajadores o no a todos, y que la razón última debemos buscarla en el modelo de crecimiento. Todo parece inevitable. Se vende menos, se ingresa menos y, en consecuencia, hay que despedir a los trabajadores.
Pero la crisis financiera ha puesto de manifiesto algunas cuestiones que deberían plantearse en este expediente de regulación de empleo. Sabemos que las autoridades estadounidenses y alemanas han propuesto poner un límite superior a los sueldos de los altos ejecutivos. Ya esto nos da una pista de por donde debemos seguir. Han señalado a la avaricia como una de las causas principales de la crisis. Muchos gerentes de empresas y sus equipos han amasado enormes fortunas. Pues bien, que los avariciosos paguen la crisis. Algo habrá que hacer con sus desproporcionadas fortunas. Debe actuar Hacienda y quitarles la riqueza de la que se apropiaron y no les pertenece.
Pero retornemos
otra vez al caso Nissan. Se tendría que contabilizar durante un periodo
de diez años, primero, los ingresos de los altos ejecutivos de esa
factoría, y después, los beneficios generados. Porque es conveniente
decir en voz alta que una buena parte de lo que han ingresado en concepto
de salarios y diversos pluses esos altos ejecutivos y la totalidad de
los beneficios obtenidos por dicha factoría, han sido generados por
los trabajadores. ¿Por qué han de pagar entonces los trabajadores
la crisis de ventas? ¿Por qué no la pagan los altos ejecutivos y por
qué no se congela el reparto de dividendos? ¿Por qué no se reservó
una parte de los beneficios en el periodo de las vacas gordas para asegurar
el fondo de consumo de los trabajadores en los momentos de crisis? Además,
si no se venden automóviles, será porque el poder adquisitivo de los
trabajadores ha mermado. El capitalismo siempre tropieza con la misma
piedra: produce no en función de la demanda relativa que representan
los trabajadores, sino imaginando que la sociedad tiene una capacidad
absoluta de consumo.
La reproducción
ampliada
Un señor X monta un negocio que le genera en concepto de beneficio un millón de euros anuales. Si el señor X se lleva todo ese dinero para la casa y se lo gasta en disfrutar de la vida, tendremos una reproducción simple. El negocio cada año produce lo mismo y conserva la misma cuota de mercado. En este supuesto hacemos abstracción de las influencia de la competencia y de las modificaciones en la productividad del trabajo.
Si por el contrario este señor X separa a final del año 500.000 euros de los beneficios totales y lo invierte en el negocio, comprando más medios de trabajo y contratando más mano de obra, nos encontraremos con una reproducción ampliada. El negocio aumenta su producción y, por consiguiente, aumenta su cuota de mercado. La competencia por regla general obliga a las empresas a la reproducción ampliada, a producir en una escala cada vez mayor y a luchar por una mayor cuota de mercado. (No debe perderse de vista que en las modernas economías la reproducción ampliada se lleva a cabo en buena parte mediante el crédito bancario, esto es, mediante el ahorro social, y no en exclusividad con los beneficios generados por el propio negocio)
Siendo cierto
que todas las empresas, sobre todo las grandes y las medianas, se mueven
en la dinámica de la reproducción ampliada, no debe perderse de vista
que esto no implica que todo el beneficio se emplee en reproducir el
negocio de forma ampliada. Una parte de los beneficios se emplea para
el reparto de dividendos, para subir los sueldos de los altos ejecutivos
y para un sinfín de incentivos. Sería fundamental, por ejemplo, para
el caso de la factoría Nissan de la que hablamos, saber cuánto ha
aumentado el patrimonio personal de los dirigentes de esa empresa y
cuánto ha aumentado el patrimonio empresarial. Deberían compararse.
Debe pensarse que cuando existe una gran mansión, con su piscina, con
roperos llenos de ropa cara, con automóviles de gama alta, y con un
gasto mensual para mantenerla de más de seis mil y doce mil euros,
tenemos ahí un capital ocioso, un capital que no produce, un capital
que no estimula el consumo, un capital causante de la crisis de superproducción,
un capital que limita el poder adquisitivo de las grandes masas de trabajadores
a un nivel que no pueden ni tan siquiera comprarse una casa o han de
estar toda una vida para pagarla.
La Bolsa
y la economía real
El concepto de economía real enfrentado al de economía financiera, como el de economía especulativa enfrentado al de economía productiva, me parece desacertado. Hay analistas que han terminado analizando la Bolsa como un movimiento encerrado en sí mismo que nada tiene que ver con “la economía real”. Los precios de las acciones en la Bolsa parecen depender sólo de la propia Bolsa. Se argumenta que si hay muchos accionistas que se ponen de acuerdo en vender, el precio de las acciones baja; y por el contrario, si son muchos los que se ponen de acuerdo en comprar, el precio de las acciones sube. Toda parece depender del juego de la oferta y de la demanda. Siendo cierto que el movimiento de los precios de las acciones y de los títulos de valor tiene cierta autonomía, no por ello es independiente de la marcha de las empresas. Se olvida aquí la naturaleza fundamental de una acción: es un título de valor que da derecho a su propietario a cobrar dividendos. Y si las acciones suben de precios, y en ocasiones lo hacen porque la empresa en cuestión va muy bien, su propietario cobrará más dividendos.
El juego de
la Bolsa no sólo expresa el cambio de manos de las acciones y su centralización
en cada vez menos manos, sino también es expresión de cómo ganar
dinero sin trabajar. Y resulta indignante que cuando una empresa va
bien, esto es, cuando genera muchos beneficios, se lo repartan los accionistas
en concepto de dividendos y sus altos ejecutivos en concepto de incentivos.
Resulta indignante que siendo los trabajadores los creadores de los
beneficios, no reciban una parte del mismo, o no se destine una parte
del mismo como fondo de reserva para cuando las cosas van mal. Y esto,
claro debe estar, es causa mediata de crisis, porque el poder adquisitivo
de los trabajadores ha disminuido en términos relativos con respecto
a los beneficios. Debemos seguir manteniendo en nuestra cabeza como
una poderosa idea motriz la razón fundamental de todas las crisis a
juicio de Marx: la pobreza y la limitación del consumo de los trabajadores.
¿Cómo quieren que los trabajadores compren mercancías si de los beneficios
generados por las empresas no reciben nada y su poder adquisitivo va
a menos?
Un ejemplo
de radical indignación
Recientemente los cinco mayores iconos de la industria de los hedge funds (Fondos de inversión libre) tuvieron que declarar ante el Comité de Supervisión y Reforma de la Cámara de Representante de EEUU. Están acusados de haber colapsado el sistema financiero. Pero en verdad de lo que deberían ser acusados es de superexplotadores, de apropiadores de trabajo ajeno en cantidades exorbitantes. Les recuerdo que los burgueses quieren presentar esta crisis como una crisis que afecta a los mecanismos económicos y no como una crisis que afecta a la propiedad sobre los medios para la producción de riqueza y, por consiguiente, a la propiedad sobre la riqueza.
Suministremos unos datos al respecto. Veamos el patrimonio de los cinco iconos de los hegde funds. George Soros, presidente del fondo que lleva su nombre, posee un patrimonio personal de 7.170 millones de euros: Phiplip Falcone, directo de Harbinger, posee un patrimonio de 1.355 millones de euros; Kennet Griffin, consejero delegado de Citadel, posee un patrimonio de 2.400 millones; Jim Simons, director de Reinassance, posee un patrimonio de 2.400 millones de euros; y John Paulson, presidente del fondo que lleva su nombre, posee un patrimonio de 2.400 millones. En total estos cinco iconos de las modernas finanzas poseen un patrimonio de 17.725 millones de euros. Lo absurdo es que hay ciertos economistas progresistas y ciertas personas totalmente impresionables que llaman a esto el nuevo capitalismo y argumenta que el pensamiento de Marx es incapaz de explicar estos hechos. Cuando lo cierto es que ni tan siquiera sería necesario hacer uso del pensamiento de Marx para saber la naturaleza de estas formas económicas y su esencia explotadora.
Sólo haciendo simples comparaciones sale a relucir su esencia explotadora. Supongamos que un trabajador cuesta al mes, con las pagas prorrateadas, 1.400 euros. Al año costaría 16.800 euros. Comparemos ahora estos datos con el patrimonio de George Soros, que asciende a 7.170 millones de euros. El patrimonio de este capitalista equivale al trabajo que tendrían que realizar 426.785 trabajadores durante un año o el que tendrían que realizar 5.121.428 trabajadores durante un mes. Y es obvio que a nadie que esté en su sano juicio le pueda caber en la cabeza que el trabajo que ha realizado una sola persona, por muy inteligente y trabajador que sea, pueda equivaler al trabajo que han de realizar 426.785 trabajadores durante un año.
Hagamos otra comparación. Supongamos que el precio de una vivienda sea de 200.000 euros. Pues bien, el patrimonio de George Soros equivale a 35.850 viviendas. Pero vayamos aún más allá con estos datos. El patrimonio de los cinco iconos de las finanzas asciende a 17.725 millones de euros. Y con aquellos supuestos, el costo anual del trabajador y el precio de la vivienda, obtenemos que el patrimonio de estos cincos iconos equivale al trabajo que tendrían que realizar durante un año un total de 1.055.059 trabajadores o a 88.625 viviendas. Para tirarse las manos a la cabeza. Y esto es sólo contando el patrimonio de estos cinco iconos. Habría que sumar el patrimonio de la totalidad de los genios de las finanzas de EEUU para saber hasta que grado de irracionalidad llega el sistema capitalista.
Y después
los apologistas del capitalismo se quejan de que haya crisis y de que
la gente no compre. ¿Cómo van a comprar los trabajadores si estos
magos de las finanzas se lo llevan todo? Si ese dinero estuviera en
manos de los trabajadores, ¿se imaginan el tirón que sería para el
consumo que hubiera una demanda de 88.625 viviendas y que hubiera gente
con el dinero necesario para pagarlas? Ya está bien de seguir presentando
la crisis como un problema de mecanismos de mercados y de control
sobre esos mecanismos. Hay que centrarse en la esencia del capitalismo:
es un sistema que permite a unos pocos apropiarse por mil canales distintos
y por mil procedimientos distintos del trabajo ajeno. El problema de
esta crisis es el problema de la propiedad privada sobre los medios
de producción, en especial la propiedad privada sobre los bancos y
sobre las agencias de inversión. No hay otro secreto en la llamada
ingeniería financiera o nuevos productos financieros: son formas de
valor que permiten a los propietarios privados apropiarse del trabajo
ajeno en cantidades exorbitantes.
Hay que trabajar
más y cobrar menos
Hay ciertas declaraciones que inevitablemente encienden las conciencias e inevitablemente llevan a ciertos extremismos verbales. Pero las vanguardias de la izquierda radical no deben caer en estas provocaciones y calcular siete veces la respuesta antes de emitirla. Recientemente el presidente de la Ford en España tuvo la desfachatez de decir que para salvar a la empresa los trabajadores tendrían que trabajar más y cobrar menos. Tomaremos esta propuesta en serio y la examinaremos según su esencia teórica. Dos tesis podemos extraer de ella: una, quien no trabaje, no debería cobrar; y dos, el ingreso percibido debe ser proporcional al esfuerzo realizado. Así que los accionistas, en momentos de crisis, no deberían cobrar dividendos, puesto que no trabajan. Y dos, a los altos ejecutivos habría que bajarles el sueldo hasta lo razonable. La filosofía de la burguesía siempre ha sido la del sano sentido común y la de la razón. Pues bien, los sueldos de los altos ejecutivos, o al menos de una buena parte de ellos, no son conformes a la razón ni al sano sentido común. Hay una contradicción flagrante entre la teoría filosófica de la burguesía y su práctica económica. Enmendémosla. No es la primera vez que la clase trabajadora tiene que hacer realidad los principios ideológicos de la burguesía. También esta contradicción pone de manifiesto otro hecho: la corrupción o el carácter decrépito de la actual burguesía, en especial, de la burguesía financiera.
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