La "crisis" del capitalismo actual: el reality financiero y la lucha que se viene. (I)

Hay una anécdota poco conocida que quizá sirva para ayudar a comprender mejor la situación actual. Se cuenta que por allá por el verano de 2002, Paul Wolfowitz, para entonces miembro del gabinete de Bush y actual presidente del BM, fastidiado por las preguntas de un periodista del New York Times a propósito del 11-S y la lógica de razones que se desencadenó en la invasión a Afganistán, le dio una respuesta que desde entonces se tiene como una lección magistral de geopolítica contemporánea. "Me dijo —escribió el periodista algún tiempo después— que los tipos como yo pertenecemos a lo que llamamos "gente que se apoya en la realidad", es decir, los que creen que las soluciones se alcanzan tras un estudio juicioso de la realidad perceptible. Yo asentí y comenté algo sobre los principios de la Ilustración y del Empirismo. Él me interrumpió: "El mundo no funciona así ya. Somos un imperio y, cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Mientras ustedes estudian esa realidad —tan juiciosamente como deseen—, nosotros actuamos otra vez y creamos otras realidades que ustedes tienen que volver a estudiar; así es como pasan las cosas. Somos los actores históricos y a ustedes, a todos ustedes, solo les queda estudiar lo que nosotros hacemos'".

Por soberbias que puedan parecer estas palabras, no dejan de encerrar la verdad de la política real de hoy. Y el mejor ejemplo de ello, es todo lo que se ha dicho sobre las causas que desencadenaron la actual "crisis" financiera global, y aún más sobre las medidas que se han tomado y sus implicaciones a futuro, todo esto en el marco global de acontecimientos en pleno desarrollo. Sino, no se entiende bien esa especie de estupefacción general que resulta de asistir a lo que algunos izquierdista en posición adelantada (como siempre) han llamado "el derrumbe del sistema capitalista" que amenazaría con arrastrarnos a todos, pero lo que es todavía peor, a aceptar con resignación que deban socializarse las pérdidas de la privatización especulativa de las ganancias. En este sentido, lo primero que se debería hacer para salir de la trampa es seguir la vieja conseja sociológica que invita a ver siempre las cosas en perspectiva y alejarse de lo obvio. Y la obviedad fundamental de la que tenemos que alejarnos es la del presente derrumbe del sistema capitalista mundial, pero también de otra: la de lo contradictorio que resulta con el credo neoliberal de las medidas tomadas por los gobiernos involucrados para socorrer al sistema financiero.

Los orígenes.

En sentido estricto, las causas de la crisis son conocidas y simples: el desinfle de la burbuja especulativa inmobiliaria arrastró al sistema financiero en una lógica que va de la moratoria a la corrida de los inversionistas al entrar en problemas las entidades acreedoras. Por esta razón, las medidas que están tomando los gobiernos van dirigidas especialmente a capitalizar a las entidades bancarias garantizando a su vez los depósitos y movimientos, única manera de bajar la incertidumbre de los inversionistas que, como nos han dicho, suelen ser muy sensibles. Sin embargo, desde el punto de vista amplio la situación es mucho más compleja. Pues lo que se nos esta vendiendo como causa de una crisis es más bien el detonante de un reacomodo genera del capitalismo mundial inspirado por su vertiente más avanzada: el mercado global de capitales. En consecuencia, antes de entretenernos en la diatriba tecnócrata de los bonos derivados y el moralismo de la codicia en Wall Street, hay que tomar en cuenta el hecho que desde hace al menos tres décadas, el capital financiero ha venido desplazando al capital productivo en importancia y peso, tanto que hoy día por cada dólar que circula en el segundo circulan cuarenta en el primero. Desplazamiento este que tiene muchas causas, pero la principal de ellas se encuentran en las medidas tomadas por el gobierno norteamericano para contrarrestar el déficit fiscal que desde los setenta venía arrastrando como resultado del la lucha contra la inflación en los países del capitalismo central. Como se recordará, el período donde rigieron las normas del sistema Bretton/Woods estuvo marcado por un fuerte crecimiento de las economías de las potencias amparado en los tres pilares del modelo constituido para entonces: la relación salarial fordista sobre que organizaba el reparto de los incrementos de los dividendos indexando el salario al incremento de la productividad y los precios, las políticas de estabilización macroeconómica de inspiración keynesiana destinadas a garantizar un avance regular de la demanda con políticas fiscales expansivas y, en tercer lugar, las bajas tasas de interés controladas por las autoridades monetarias para garantizar a las empresas costo de inversiones estables y bajos y por tanto el mantenimiento de la productividad. Este régimen, sin embargo, comenzó a desarreglarse a comienzo de los años 70 entre otras razones por el incumplimiento de los Estados Unidos de la garantía en la paridad dólar-oro, el recalentamiento inflacionario de ese mismo país y la suba de los precios del petróleo en 1973. Desarreglo que resultó en la desregulación de los mecanismos financieros de las economías desarrolladas.

Ciertamente, la persistencia de la estanflación (estancamiento con inflación) norteamericana se tradujo a fines de los 70 en un cambio radical en el rumbo y concepción de las políticas públicas implementadas hasta entonces. Los dirigentes de los países industrializados reunidos en Tokio en 1979 en ocasión de la cumbre del G5, deciden dar prioridad a la lucha contra la inflación, abandonando así del marco que establecía el arbitraje entre el pleno empleo y la estabilidad en los precios, lo cual significó el comienzo del fin de la relación salarial fordista y el abandono de las políticas de aumento salariales regulares y generales, así como la disminución del gasto público expansivo como estimulante de la demanda. Sin embargo, si bien la primera parte del dogma monetarista se cumplió la segunda no. Pues contrario a lo esperado, el control de la inflación no redundó en un aumento del crecimiento, ya que el cambio de orientación disminuyó considerablemente el poder adquisitivo del trabajador (pilar de la productividad vía demanda del consumo) y, contrariamente a lo predicho, la tendencia de las tasas de interés no fue a la baja sino al alza. A partir de los 80, como era previsible, la desaceleración de la economía generó un deterioro progresivo de las finanzas pública, lo cual empieza a generar para los países industrializados déficit de cuenta y multiplicación del endeudamiento. Por lo cual como hoy parecía entonces en aquellos momentos también que el capitalismo se tambaleaba, atrapado en el callejón sin salida a donde lo había llevado la ortodoxia neoclásica. Pero no fue así. Y no lo fue porque apelando a lo mejor de su espíritu pragmático, el gobierno norteamericano huyó hacia delante haciendo algo que en aquella época también parecía atípico: meterse de cabeza en el mercado de capitales.

En efecto, en la promoción del mercado global de capitales encuentra un principio de solución al déficit el gobierno norteamericano con la apertura para la compra de títulos públicos por parte de extranjeros. La lógica que operó en este caso fue la de la rentabilidad a través de la confianza, confianza generada no en el hecho económico formal, sino en el de la hegemonía política-militar: los bonos del tesoro se constituyeron en los valores menos riesgosos pues al tener la firma del estado norteamericano eran garantía de que no se perdería la inversión. Como consecuencia, los Estados Unidos pasaron de ser el principal acreedor a principal deudor de las finanzas mundiales, pero en un caso clásico de que una balanza negativa no necesariamente es perjudicial, esta cambio de estatus le resultó buen negocio pues con la reorientación de capitales que operó norte-norte y sur-norte se pudo refinanciar. Todo lo cual nos lleva nuevamente a la situación actual, pues como decíamos más atrás, la otra consecuencia fundamental de esta operación mundial de reingeniería financiera fue la desterritorialización del capital financiero con respecto al capital reproductivo tradicional, principio explicativo de nuestro presente especulativo.

Los "actores históricos".

En este sentido, el papel del gobierno norteamericano (y en general de las grandes potencias) en las finanzas globales ha sido fundamental durante todos estos años no a través de la regulación estricta sino de la desregulación planificada, por lo cual puede decirse que el principio de la no intervención del estado en la economía es en el fondo un mito que disfraza lo que de verdad ocurrió: su consolidación centro del ejercicio de la clase capitalista devenida en mundial. En esta operación hegemónica el papel de la Reserva Federal norteamericana ha sido fundamental. La conocida FED es, de hecho, el principal agente de la especulación mundial con el control que ejerce sobre las tasas de intereses, la emisión de bonos y de dólares inorgánicos. Pero más aún, sobre la FED actúan directamente fuerzas con intereses corporativos muy particulares, y no solo porque el gobierno favorezca a alguna particularidad en detrimento de otra, sino porque al ser una entidad mixta (pública-privada) varios de los principales bancos norteamericano forman parte activa de su directorio. En este sentido, y para entender concretamente lo que se está jugando en el marco del salvataje norteamericano, lo que habría que seguir es por supuesto "la pista del dinero" y en particular dos de ellas: la de los receptores del salvataje, por un lado, y la de quienes en un segundo plano se están beneficiando en la confusión. Con respecto al primer punto, si partimos del principio de que existe una situación generalizada de crisis como consecuencia de la descapitilización de las entidades financieras que naturalmente es más grave en las instituciones más grandes pero no que no se reduce a ellas, el panorama lógico que se plantea no es qué va a ocurrir con las intervenidas sino con las que no. Y lo que va a terminar ocurriendo es que serán devoradas por las más grandes, es decir, por las que han sido objeto del salvataje, o sea, por las principales responsables de la "crisis". Sobre este particular, en los Estados Unidos asistiremos paulatinamente a una concentración de capitales donde el amplio y diversificado sistema bancario quedará reducido a un número significativamente menor de bancos más poderosos coordinados por la FED.

La segunda pista va en la misma dirección. Y es la que tiene que ver con quienes en medio de la crisis están invirtiendo. En los Estados Unidos se le suele llamar a Warren Buffet "el oráculo" por el talento especial que parece tener para las finanzas y la capitalización de las oportunidades de inversión. Pues bien, algo de ese talento pareciera estarse desplegando ahorita. En medio de todo el marasmo Buffett ha hecho grandes inversiones en empresas con fuertes pérdidas como General Electric, en bancos como Goldman Sachs y acaba de realizar la compra en efectivo más grande de la historia norteamericana al adquirir el grupo Marmon, una empresa de inversiones con fuerte participación en el sector automotriz. La pregunta lógica que surge es qué motiva a un gran inversionista como Buffett a adquirir en estos momentos acciones de empresas especialmente afectadas. Y la respuesta la da él mismo en una columna de opinión publicada en The New York Times llamada "compre estadounidense": "Una regla simple dicta mis compras: ser temeroso cuando los otros son codiciosos y codicioso cuando los otros son temerosos. Y lo que es seguro es que el temor está extendido en este momento y paraliza incluso a los inversores aguerridos. "…los temores sobre la prosperidad a largo plazo de numerosas empresas nacionales en buena salud no tienen sentido. A corto plazo, las malas noticias son las mejores amigas del inversor. Permiten comprar rebajado un trozo del futuro de Estados Unidos" Y agrega, "A largo plazo, las noticias sobre los mercados bursátiles serán buenas. Durante el siglo XX, los EEUU han sufrido dos Guerras Mundiales y otros conflictos bélicos traumáticos y costosos, la depresión, una docena o así de recesiones y pánicos financieros, 'shocks' del petróleo, una epidemia de gripe, y la dimisión de un presidente deshonrado", enumeró Buffett. "Los inversores que se aferran ahora al dinero están ignorando el aviso que ya hizo Wayne Gretzky (jugador profesional de hockey), "yo patino hacia donde va a estar la pelota, no hacia donde ha estado". Como se observa claramente en este caso, más que crisis lo que se está produciendo ante nuestros ojos es el engullimiento de grandes capitales por otros todavía más grandes, una lógica depredadora hace mucho tiempo ya descrita por Marx y celebrada por los propios capitalistas.

¿Quién paga los platos? Del default a la recesión.

Las enseñanzas de Buffett nos lleva a un último punto, que no es el menos importante sino justo lo contrario: dónde se sentirán los efectos reales de esta "crisis" virtual de los mercados de capitales. Todos sabemos que el dinero como la energía no se destruye sino que se transforma, o para ser más exactos, que no se pierde sino que cambia de manos. Es evidente cual es la dirección que está tomando la plata, lo que no luce tan claro es de dónde provendrá. Naturalmente, el dinero de la FED se alimenta del "contribuyente", pero en este sentido los norteamericanos pueden dormir tranquilos, pues como han dicho sus autoridades no recaerá sobre ellos la carga. En realidad, los contribuyentes serán fundamentalmente los del resto del mundo, pero sobre todo y especialmente los de los países del sur. Por una parte, como es bastante notable, el dólar se está revaluando y países como China y Japón así como la propia Unión Europea son los primeros interesados en que esto sea así y en consecuencia seguirán financiando al tesoro. Por otro lado, las amenazas de recesión significan para nuestros países una doble preocupación: la contracción de la demanda de sus importaciones y la caída de sus precios, en primer lugar. Y el crecimiento de los servicios de deuda como fruto de la revaluación del dólar en segundo. Como consecuencia de ello, igual que a principio de los ochenta los flujos de capital (que se habían reorientado estos últimos años por los aumentos en las materias primas básicamente) una vez más dejarán de tomar rumbo norte–sur para invertirse sur–norte ya que recibirán nuestros países periféricos menos recursos a la vez que tendrán que destinar más para cumplir con sus compromiso externos y internos. En otras palabras: al sur le tocará financiar a las economías centrales. De aquí lo importante de la próxima reunió de la OPEP y de las decisiones que puedan tomar países como Chile, por ejemplo, altamente dependiente del cobre, en cuanto a los niveles de producción y el ajuste de los precios.

En fin, esto es lo que se está jugando en medio del reality de Wall Street. De aquí lo importante de no perder de vista a la nave de los "actores históricos" y saber de dónde viene para entender a dónde va, sin entretenerse en con la estela que va dejando en su camino.


Luis Salas Rodriguez. Sociólogo UCV-UARCIS

Fuentes: Diarios: El Mercurio y la Tercera (Chile) The Wall Street Journal (Estados Unidos, Financial Times (Inglaterra), Página 12 y Clarín (Argentina), El Universal, Reporte Diario de la Economía (Venezuela). Textos: Economía Internacional (Krugman). La Mundialización Financiera (Francois Chesnais). La Globalización del Capital (Eichengreen).

salasrluis@gmail.com


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Luis Salas

Sociólogo y economista político con Magister en Sociología del Desarrollo Universidad de las Artes y Ciencias Sociales. Profesor universitario. Investigador de la Unidad de Debates Económicos de CELAG.

 salasrluis@gmail.com      @salasrluis76

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