¡La seriedad de las FARC en el diálogo por la paz!

 

Siempre, por lo menos de Uribe a Santos, ambos –cada uno por su lado y hasta en dúo- manifestaron que las FARC no era una organización guerrillera seria en diálogos por la paz, los cuales eran aprovechados para intentar fortalecer su fuerza, adquirir más armamento y profundizar y prolongar la guerra. En la actualidad, por lo menos el Presidente Santos, si lo comenta debe ser en un círculo muy cerrado donde ya se tienen estudiadas y aprobadas fórmulas de combate por si el diálogo concluye en un fracaso. Quien eso no lo crea, ninguno de sus dos pies pisan el escenario de la lucha de clases y, mucho menos, se meten en eso de las contradicciones antagónicas.

Quieran o no reconocerlo los enemigos de la paz, esos que tienen negocio lucrativo con las armas y la guerra, las FARC han demostrado una seriedad incuestionable en el diálogo por la paz que realizan con el Gobierno colombiano. Si bien es cierto que medio siglo de guerra crea una contracultura de la muerte tampoco es menos cierta que la paz conquistada, a través de un diálogo concertado, sobre muchos cadáveres y el dolor de sus sobrevivientes va creando una cultura por la vida. Sobre cada combate o batalla, sobre los muertos y los mutilados, sobre los encarcelados o desplazados, sin dejar de lado el profundo dolor que causa a la sociedad –en general- y a sus familiares y camaradas –en lo particular-, se van gestando palabras y conceptos realmente compenetrados con sueños de paz y no de guerra.

Los enemigos de la paz han hecho su interpretación del proceso de diálogo y manipulan, por diversos medios y por diversas formas, para tratar de romperlo y demostrar que no es factible una paz nacida de un diálogo y que sólo mediante la guerra y la muerte se puede estabilizar la tranquilidad pacífica en una nación ya marcada por más de medio siglo de violencia social, prácticamente, continuada. Claro, no son doctores, científicos, académicos de larga data, los voceros de las FARC mientras que los del Gobierno sí. Son, debe reconocerse y eso les da textura de altura a los voceros de las FARC, hombres y mujeres, esencialmente, que han fortalecido su concepción de mundo o de vida en los avatares de la lucha de clases, en la política, en los combates donde las armas truenan y producen muertes, en los escenarios donde debe dormirse con un ojo abierto y otro cerrado, en los campos en que el más simple de los descuidos o errores conduce a la pérdida de muchas vidas. ¿Acaso Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, Nicolás Rodríguez y tantos otros hombres y mujeres que han entregado o dedicado sus vidas a la lucha por una nueva Colombia no alcanzaron un importantísimo nivel de conocimientos y experiencias que jamás y nunca pueden lograrse en las mejores y más científicas universidades del planeta? ¿Qué podrían envidiarles a esos excelentes catedráticos o académicos que dictan clases en los postgrados de Historia o de Sociología o de Sicología en universidades prestigiosas de Colombia?

Los instigadores que desean se rompa el diálogo por la paz que se realiza en Cuba lanzan petardos en todas las direcciones pero, especialmente, descalifican a la delegación de insurgentes que representan a las FARC. Creen que una organización que lleva medio siglo de combate adquiriendo una vasta experiencia y armándose de un elevado nivel de formación –especialmente- política e ideológica caerá en trampas movilizando todo su Estado Mayor para Cuba dejando sin alta dirección a sus fuerzas en Colombia cuando el Gobierno colombiano ha rechazado cualquier proposición de cese al fuego concertado para darle más solidez al proceso de diálogo. Exigir que toda la alta dirección de las FARC se traslade a Cuba, alegando que eso sí sería sinónimo de seriedad e interés por la paz, sería lo mismo que la insurgencia exigiera que el Presidente Santos con todo su Gabinete sea quien represente al Gobierno colombiano en la mesa de diálogo.

Quien no reconozca que  la representación de las FARC es de alta calificación, no sólo desconoce la existencia de un conflicto político armado de medio siglo o más en Colombia sino, igualmente, da pruebas de nunca haberse puesto a leer documentos que tengan que ver con la historia de la FARC. En la representación fareana en Cuba hay dos miembros del Secretariado (Iván Márquez y Pablo Catatumbo), varios miembros del Estado Mayor que han participado en diálogos por la paz en ocasiones anteriores y mandos importantes dentro de la estructura militar y política de la organización guerrillera. ¿Qué más quieren los enemigos de la paz? ¿Será que pretenden que los centenares de mandos y miles de combatientes se vayan a Cuba para poder dar una prueba de seriedad en el diálogo por la paz? No jodá. ¿Por qué no exigen que todos los mandos y soldados del ejército, de la policía, de los organismos de seguridad más todos los oligarcas y su Gobierno se trasladen a Cuba a dar una fe de vida y de prueba de que sí le están apostando a la paz y no a la continuidad de la guerra?

Los camaradas Iván Márquez, Pablo Catatumbo, Ricardo Téllez, Mauricio Jaramillo, Andrés París, Jesús Santrich, Marco León Calarcá, Victoria Sandino Palmera, Freddy González, Lucas Carvajal, Rodrigo Granda, Hermes Aguilar, Bernardo Salcedo Tanja Nijmeijer, Rubén Zamora y otros ¿no son acaso una delegación creíble, seria, responsable y respetable? ¿O es que los enemigos de la paz han pretendido que sea el Gobierno colombiano quien nombre a los voceros de las FARC? ¿O es que esperan un rompimiento abrupto del diálogo para alegar que los representantes de las FARC no eran los más idóneos o ideales? Hay que ver que los enemigos de la paz a cada instante inventan un motivo para torpedearla y de esa manera continuar con sus grandes negocios de la guerra.

¿Será que los enemigos de la paz le tienen miedo a esa famosa frase de Facundo Cabral que dice: “Los pendejos son peligrosísimos porque son mayoría y escogen presidentes”?



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Freddy Yépez


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