América Latina: Necesidad y posibilidades de Otra Economía

El sistema capitalista muestra en la periferia latinoamericana sus peores tendencias: arrasar con lo que se haya logrado de las mismas condiciones que ese sistema institucionalizó como mecanismo material y simbólico de integración: el trabajo asalariado con derechos sociales que debían ser garantizados por el Estado; arrasar con las bases naturales de la vida, llevándose no sólo los productos de la tierra sino la tierra misma, su fertilidad, su agua, sus balances climáticos. Y ni siquiera en los países donde logra tasas inéditas del tan ansiado crecimiento económico se revierte ese proceso. La pobreza y la indigencia pueden cambiar momentáneamente sus números pero la tendencia a la degradación de la calidad de la vida continúa, se extiende el avance de las formas más perversas de explotación de los seres humanos y la naturaleza. Esta economía capitalista periférica no va a integrar por sí sola sociedades justas, que requieran y permitan el reconocimiento y el desarrollo pleno de las personalidades y capacidades de todos los individuos y comunidades. Se requiere una política democrática y poder social de las mayorías.

Los trabajadores, precarizados, excluidos, fragmentados como clase, reaccionan, actúan y reflexionan. Economía solidaria, de la solidaridad, popular, social, social y solidaria, comunitaria, del trabajo, de la vida... (1) En esta región estamos buscando un nombre para una variedad de prácticas de construcción de formas económicas no capitalistas que intentan resolver el acuciante problema del sustento cotidiano inmediato, pero no sólo eso, sino la institucionalización de valores de solidaridad. La solidaridad entre los trabajadores de una cooperativa de producción o de consumo, entre los miembros de una comunidad étnica, entre los vecinos de una asociación por un hábitat saludable, entre los trabajadores sindicalizados, entre los trabajadores que recuperaron y autogestionan una empresa quebrada, entre los miembros de una familia ampliada, entre los participantes en una red de comercio justo, entre los pobres, entre las diversas formas del saber, esa solidaridad, que no es fácil de obtener, pues supone una práctica compleja, con aspectos político-ideológicos, tecnológicos, organizacionales, jurídicos, comunicativos, afectivos, y una lucha constante para mantenerla, ampliarla y consolidarla, es insuficiente (se requiere una solidaridad ad extra: Armando de Melo Lisboa). Para dar un ejemplo: la cooperativa puesta a competir por su supervivencia en el mercado actúa  competitivamente, motivada por el egoísmo particular no ya de ganar sin límite, pero sí de asegurar la mejor calidad de vida para SUS miembros.
Y al hacerlo, lucha contra las fuerzas del mercado; la de otros productores, capitalistas o no, nacionales o del extranjero, pugnando por vender sus productos, compitiendo por precios o tratando de ganar la fidelidad de los consumidores; la del sistema financiero que usualmente los discrimina; la de las regulaciones y normas que aplica el Estado, usualmente pensadas para la empresa de capital; o las rígidas instituciones del cooperativismo tradicional. Confronta también la hegemonía de una cultura individualista, calculadora, mercantilista, de manipulación del otro, de la desconfianza y el escepticismo, del inmediatismo, de la preferencia por el pequeño emprendimiento bajo control personal antes que por la asociación con otros. No es suficiente, entonces, con generar nichos de solidaridad, de eficiencia social según criterios que la sociedad no internalizó y reproduce como sentido común. Es preciso ir por más: por otra economía, por otra política, por otra sociedad, por otra cultura, por otro mundo.

Como megaestructuras tan complejas no se modifican por la pura acción decidida de unos pocos (la idea de la “toma del poder” para revolucionar la sociedad no goza de legitimidad, o en todo caso se reconoce que el poder social se construye lenta y trabajosamente), y como no existe un paradigma plausible de esa otra sociedad, de sus instituciones, de sus subjetividades, de sus formas de sociabilidad en la diversidad, de su modo de actuar lo político, de su vinculación con otras sociedades en un mundo global, estamos en un momento de reacción, experimentación, aprendizaje, de lenta recuperación de la memoria, de la perspectiva histórica y de una mirada con un horizonte del largo período, de reflexión sobre las prácticas, de articulación desde lo micro y lo local en procesos de coalescencia a nivel mesosocial de proyectos, grupos, comunidades, redes, movimientos que atinan a saltar las fronteras nacionales como el Foro Social Mundial demuestra.

Las nuevas iniciativas microsociales para resolver lo que Polanyi llamaba “el sustento del hombre” tienen un potencial para mostrar opciones individuales o grupales, y se están difundiendo, pero no tienen aún ni la escala, ni la complejidad adecuadas, ni se ha logrado avanzar lo suficiente en la vinculación práctica entre la Teoría Crítica y la indispensable racionalidad instrumental. Franz Hinkelammert ha planteado la irracionalidad social del abandonarnos a la racionalidad formal de medios a fines, que caracteriza tanto las propuestas de la teoría económica hegemónica, como el sentido común legitimador de este sistema.

Y propone una perspectiva de racionalidad reproductiva de la vida de todos, una economía en que quepamos todos, como dicen los Zapatistas.
Paul Singer y Luiz Inacio Gaiger han explorado la idea de que pueda existir un Modo de Producción Solidario, capaz de reproducir sobre sus propias bases una sociedad con esos valores (sin conclusiones definitivas). Para ampliar el espacio de diálogo, recordemos que para autores incluso antiutilitaristas como Alain Caillé, la posibilidad de que la economía sea ella misma solidaria es un sinsentido, porque la solidaridad social se logra por la política democrática y por una sociedad de asociaciones libres que limitan, regulan, encastran a esa economía que no podría dejar de ser un aspecto de la vida, el relativo al economizar, al calcular, al intercambiar buscando ventajas y soluciones para las propias necesidades. Jean-Louis Laville propone mantener la diferenciación Polanyiana entre la economía formal y la sustantiva y afirma la necesidad de una teoría pluralista de la acción económica como acción social. Volviendo a América Latina, Aníbal Quijano considera que, más allá de formas fragmentarias, no podrá existir una economía alternativa sin una estructura de autoridad alternativa a cualquiera de las variantes del Estado capitalista.

Desafíos

Enfrentamos muchos desafíos: ¿puede haber un sistema de comercio justo generalizado, no limitado a círculos que vinculan grupos muy desiguales en su nivel de riqueza? ¿Cómo establecer no sólo algunos precios justos para algunos productos y algunos grupos concretos (Luiz Razeto), sino un Sistema de Precios alternativo al que hoy producen los mercados globales? ¿Puede transformarse radicalmente el sistema financiero y el control del dinero, cuando los mismos actores de la economía popular aceptan y valoran un microcrédito usurario y disciplinador y prefieren la moneda de curso legal a las monedas locales? ¿Qué eficacia tiene la autonomía del proceso de trabajo autogestionado, si no se dan transformaciones radicales en las mediaciones culturales y políticas que entretejen el lazo social, incluido el de la participación en un sistema de división del trabajo? ¿Podemos recuperar el poder del conocimiento en todas sus formas, el ancestral, el práctico, el científicotécnico, e incorporarlo como “intelecto general” en todos los actores e instituciones de esa otra economía y no sólo en el capital fijo y esa
capa de analistas simbólicos o “cognariado” (Pedro Cunca Bocayuba)?
¿Podemos recuperar el acceso justo a la tierra y el agua (Ulrich Duchrow y Franz Hinkelammert) para los que la trabajan y producir los alimentos que necesitan las comunidades y regiones para asegurar su sustento y a la vez contribuir a producir lo que necesitan los trabajadores de otros continentes, superando no solo el comercio sino el consumo desigual? ¿Podemos construir otra economía sin previa o simultáneamente construir otra política, que reconstituya la voluntad de las mayorías por una transformación social anticapitalista? ¿Cómo pensar en el sujeto de esa economía si no es superando al sujeto metafísico de la modernidad por el sujeto corporal, necesitado, superando el eurocentrismo y posicionándonos éticamente del lado de las víctimas del colonialismo (Enrique Dussel)?

Esos desafíos auguran una larga fase de transición, en la que los promotores colectivos compartiendo estrategias y el Estado en todas sus instancias (nacional, provincial y local) deberán cumplir un papel crítico. La aplicación con justicia reparatoria y eficacia social del principio de redistribución de recursos materiales y de conocimiento, la redefinición de los marcos normativos, la producción y provisión de bienes públicos de alta calidad, y políticas macroeconómicas que contribuyan a la protección de este sector son condiciones generales del desarrollo de un sector orgánico de economía social que, a nuestro juicio, nunca se podrá sostener exclusivamente sobre sus propias bases sin un Estado coherente y activo. Todas las políticas públicas tienen repercusión sobre ese desarrollo posible, no es cuestión de un Ministerio, Secretaría o Dirección a cargo, salvo que tenga la posibilidad de convocar y coordinar los diversos programas sectoriales.
Esto, por sí mismo, supone cambios significativos en la cultura política y burocrática del Estado.

Por debajo de las tendencias de las agobiantes estadísticas y el sentido común legitimador del posibilismo, la barroca América Latina está en movimiento. De la conjunción del imperativo de subsistir, las pedagogías reflexivas (Lia Tiriba) y las acciones que van recuperando, sintetizando, esa amplia gama de movimientos e intelectuales no academicistas que actúa, explora, registra y sistematiza participativamente, que recuperan y desarrollan la cultura comunitaria y anticolonial de los pueblos originarios o de los descendientes de esclavos, el socialismo de Mariategui y otros grandes pensadores de esta región, la teología de la liberación, la educación popular freireana, la teoría de centro-periferia, la cultura popular de la “informalidad”, cabe esperar que emerjan anticipaciones plausibles de uno o varios sistemas de producción y reproducción cuya articulación en una larga transición puede generar otro modo de resolver la cuestión del sustento y la reproducción ampliada de la vida de todos con dignidad y justicia.

(1) Ver Pablo Guerra (Org), “¿Cómo denominar a las experiencias económicas solidarias basadas en el trabajo? Diálogo entre académicos latinoamericanos acerca de la polémica conceptual”, en Otra Economía, Revista Latinoamericana de Economía Social y Solidaria, Vol 1, Nº 1, 2007 (http://www.riless.org/otraeconomia)

* José Luis Coraggio es Director Académico de la Maestría en Economía Social (MAES), ICO/UNGS, Coordinador de la Red de Investigadores Latinoamericanos de Economía Social y Solidaria (RILESS).

Más información: http://alainet.org


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