Lula acaba de convertirse en la última esperanza de la izquierda en América Latina, antes de que el metaverso nos alcance y el Nuevo Orden Mundial se apodere del mundo. Hace 25 años, se decía lo que iba a ocurrir en el orbe y a todos nos pareció risible. Los más fanáticos hablaban de la imposibilidad de que tal hecho ocurriera, pero ocurrió, y sigue ocurriendo. Cuál es la duda entonces de que eso que comienzan a llamar el gobierno mundial, se convierta en un hecho en mucho menos tiempo de lo que suponemos, que, en los hechos, existe desde hace tiempo, o qué es el Club Bilderberg, sino un gobierno mundial que decide el destino de los países, o cuántos miles de personas deberán morir en tal o cual lugar.
Por eso Lula llega a una América Latina desunida, sin izquierda y sin estructura organizativa que soporte no solo su poder, sino la viabilidad de bajar el poder al pueblo para ir construyendo una sociedad más justa, que algún día llegue al socialismo. Y, en aras de la verdad, es el Partido de los Trabajadores (PT) la única estructura fortalecida en todo el continente que podría soportar una embestida real de las fuerzas enemigas. Es uno de los gravísimos problemas que tienen los otros gobernantes de izquierda, o seudoizquierdistas en la región. Como Pedro Castillo en Perú, quien tiene el hándicap de no saber qué saber y no contar con estructura política que le de poder a su gobierno. Gabriel Boric en Chile, en realidad es de derecha, no tiene estructura y tiene mucho miedo. Paraguay es un narcoestado, Uruguay es un estado de ánimo, Argentina guinda es su indefinición eterna y Ecuador debilita a las fuerzas de izquierda y a las fuerzas aborígenes, muy poderosas, pero dirigidas por jefes profundamente corruptos. De tal manera que queda Lula, sin duda, la mente con más claridad política, pero con un Brasil profundamente dividido en donde la burguesía está dispuesta a matar a todo aquel que se ponga en medio, sin apoyo militar, con una difícil situación económica y que el peor de los hándicap: solo tiene cuatro años para gobernar. Gustavo Petro es el otro personaje, quien también tiene una gran claridad política y conciencia de lo que se debe hacer, pero dirige un país gobernador por el narcotráfico y el Big Brother. Tiene dos gravísimos problemas: no tiene estructura política que le de fuerza de calle y solo cuenta con cuatro años. Entre ellos dos tienen la difícil tarea de sembrar los elementos necesarios para comenzar a reconstruir. Es una muy difícil tarea, y pareciera que la salida es encontrarse los desamparados, ante un enemigo que, si ayer actuó con cierto sigilo y hasta con cierto respeto ante sus aliados, a través de organismos internacionales tales como la OEA, o el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), hoy no tienen ningún tapujo en actuar para obtener lo que quieren, a como dé lugar.
Bueno, pues, que los mochos se reúnan, no importa las propuestas que tenga, pero que estén enfrentados, aunque sea tímidamente a los poderosos de la ONU, o de la OEA. Fue lo que intentó Hugo en alguna oportunidad con la creación de la ALBA y el Mercosur. Entonces la salida está en el encuentro con naciones como El Salvador, donde Nayib Bukele, busca construir un país más allá de los Maras-Salvatruchas, o una Xiomara Castro en Honduras, que batalla con fuerzas enemigas internas, tan atrasadas como las fuerzas armadas. También en ese pull podrían entrar algunas naciones del Caribe.
Es decir, creo que está claro que no es posible hacer una revolución en ningún país del continente, no al estilo como lo plantearon los teóricos de izquierda. No al estilo de la revolución cubana, única que sobrevive al enfrentamiento con el imperio. Entonces es necesario buscar salidas, nuevas propuestas, nuevos proyectos, pero que engloben a la región como un todo, porque ninguna nación, por sí misma, no tiene salida, no tiene forma de enfrentarse a la barbarie que supone las nuevas tecnologías, de las que no disponemos, los nuevos equipos bélicos donde ya un fusil no es un arma intimidante, y sobretodo la visión del “mundo desarrollado” por encontrar un camino, lo antes posible, fuera del planeta.
De tal manera que Lula se enfrenta a una nación en la peor de sus coyunturas, donde millones de pobres cifran sus esperanzas en un gobierno que, no solo los asista, sino que aplique políticas adecuadas por las que sea posible sacarlos del atolladero. ¿Es posible eso en una nación de 8,5 millones de kilómetros cuadrados y 214 millones de habitantes, con una burguesía no solo racista, sino brutalmente explotadora y colonialista? Y de paso con unas fuerzas armadas gorilas, que no han avanzado en su concepto sobre el trato a la sociedad.
Con 77 años sobre el lomo y una recuperación de cáncer, el líder del PT ha demostrado tener suficientes capacidad y fuerza para comenzar a gobernar la séptima economía del mundo. Aunque, en mi opinión, la única salida está en la construcción de un bloque que sea capaz de construir, de a poquito, pero construir, en la búsqueda de un socialismo que está demasiado lejos, pero que, por lo menos, siga siendo una esperanza.
Caminito de hormiga…
Yo formé parte del Comité de Defensa de los Trabajadores del Mar (CDTM), en mis tiempos de la UCV. Por entonces organizamos el Primer Festival de Música Oriental. En la búsqueda de contactos, conocí a Alí Primera, quien nos ayudó en muchas cosas de la organización. Fue todo un éxito. Y la relación se estrechó. Luego nos vimos en muchas reuniones de unidad de la izquierda. El era uno de los jefes de los Comité de Unidad con el Pueblo (CUP) Mi apreciación personal era que políticamente estaba pelando bolas. Pero era, sin duda un ser humano excepcional. Sus canciones son toda una filosofía de la vida.
