La revolución de las colas


Los que hemos luchado toda la vida por la transformación social sabemos que para alcanzar el buen vivir del pueblo hay que transitar la igualdad y la justicia social. Pero para ello hay que garantizar un sistema de salud de calidad, educación de altura, un sistema judicial robustecido, producción de alimentos óptimos, viviendas viables y cómodas y, servicios públicos inmejorables.

Resulta que los logros de los últimos 15 años se han deteriorado o han perdido su efectividad en menos de 2 años. Barrio Adentro ya no cumple la labor de años atrás, Mercal y PDVAL se ha transformado en un nido de corrupción, el sistema judicial funciona bajo una lógica perversa, la PNB, que debía ser ejemplo de dignidad y buen funcionamiento, comete los mismos excesos y repite los vicios de las policías de la 4ta República, la Misión Vivienda ha servido para que funcionarios se enriquezcan especulando con los materiales de construcción, CANTV y CORPOELEC en declive total, pues el servicio es pésimo, la Banca del Estado tiene serias insolvencias y restringen la cantidad de retiro a los ahorristas. La educación se convirtió en masificación, pero no en excelencia, demás está decir lo mal pagado y la imposibilidad de actualizar los conocimientos que tienen los docentes.

Aunado a esto el deterioro en la atención en los trámites del SAIME, por ejemplo, para solicitar cédula o pasaporte son meses para asignación de cita y largas colas para introducir los requisitos. El negocio con los dólares sigue, CADIVI y los SICAD han sido los escándalos de corrupción más desmedidos de los últimos 20 años.

La especulación, acaparamiento y desabastecimiento inducido o no, son otras de las penurias que debe sufrir el pueblo venezolano. Para obtener los artículos de primera necesidad el ciudadano debe realizar un peregrinaje. Harina, arroz, aceite, leche, carne, azúcar, papel higiénico, crema dental, jabón, detergente, pañales, toallas sanitarias, entre muchos otros, solo es posible obtenerlos haciendo largas colas de horas y eso cuando aparecen a la venta al público. Y eso no es todo, hay que hacer colas para comprar cauchos, baterías, cabillas, cemento, tubos y no prolonguemos tanto la lista. Desde hace aproximadamente 2 años es inalcanzable adquirir un vehículo nuevo en la concesionarias, pues no hay y las listas son interminables.

Este es el único país del planeta que un carro usado cuesta hasta cinco veces más que uno nuevo. Ante la situación descrita, al pueblo no le ha quedado otra que recurrir a los especuladores para lograr obtener los productos que la revolución no garantiza. Pero los rubros se ubican con un sobreprecio de hasta 300 %. ¿Nos preguntamos dónde está la revolución que garantice el bienestar social? ¿Por qué los logros obtenidos hasta ahora van en franco retroceso? ¿Por qué ninguna de las medidas del gobierno ha surtido efecto para remediar las calamidades resultantes del contrabando y la especulación? Ya basta de retórica revolucionaria cuando en realidad los líderes del PSUV han entregado las conquista del pueblo al capital. No hace falta mucha elucubración teórica para concluir que las privaciones soportadas por la población en su día día es culpa de la burocracia, las malas políticas de los líderes en el poder, la corrupción y del empresariado parasitario.

No faltará quien se oponga a esta crítica tachándome de contrarrevolucionario. Pues al parecer quien ose enfrentar las perversidades y desvíos de la Revolución es blanco de las más duras ofensas, ultrajes y estigmatizaciones.



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Johnny Alarcón Puentes

Docente/investigador. Universidad del Zulia. Licenciatura en Antropología.


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