La comunicación y el lenguaje en la nueva universidad

   Así como de las mágicas manos de los artesanos brotan hermosas creaciones, de los corazones de profesores, estudiantes, trabajadores y obreros debe nacer la nueva universidad del estado Falcón: la Universidad Politécnica Territorial de Falcón “Alonso Gamero”. Una gran casa que albergue los saberes populares mezclados con los saberes científicos y académicos, pero esta vez con una nueva visión, donde academia y pueblo se fundan en un solo cuerpo generando una novedosa manera de construir el conocimiento.

   Esta gran casa tiene que convertirse en una congregación, tal como lo afirma Cheo González: “…Tiene que ser una congregación. Con alas. De corazón abierto para que la gente crezca de puertas adentro. Una congregación de respiros mutuos. De suspiros que se avivan con el trabajo fecundo y cotidiano de hombres y mujeres que se renuevan en la labor cumplida de todos los días”.

 En tal sentido, la universidad revolucionaria debe ser un gran sitio de reunión, donde confluyan todo tipo de pensamientos, de ideas, creencias, deseos, aspiraciones y modos de vida. Donde no existan fronteras ni se le abra camino a la indolencia, a la mediocridad, al escepticismo, la intolerancia, al egoísmo ni a la envidia. La nueva universidad debe ser transparente, armoniosa, solidaria, más sensible y humana, donde las ideas se debatan con argumentos. Debe promover la investigación, el arte, la cultura, la innovación, la creación de tecnología propia, la inventiva, el pensamiento crítico y el desarrollo humano en colectivo.

   Pero la nueva universidad no se decreta ni cae del cielo (parafraseando a Michael Lebowitz), porque aunque ya existe un marco legal que la sustenta, la ejecución de los Programas Nacionales de Formación aún presenta grandes deficiencias, producto de la desorganización, inoperancia ¿y saboteo? de los órganos de dirección. Pero pienso que debemos ir más allá, ahondando en las mentes y espíritus de quienes integramos la naciente universidad, para preguntarnos: ¿Realmente aspiramos constituir una nueva institucionalidad, con valores novedosos y una nueva ética? ¿o acaso preferimos mantener los mismos vicios y conservar el estatus quo porque así nos sentimos más cómodos y seguros? ¿Estamos comprometidos con la construcción de una patria nueva con principios socialistas en donde prevalezca la verdadera democracia participativa y protagónica?

    Hay que sincerarse, poner las cartas sobre la mesa y entender de una vez por todas que la sociedad ha cambiado, que urge el surgimiento de una nueva forma de vida, porque el individuo egoísta e intransigente le ha hecho bastante daño a la humanidad. Necesitamos una sociedad distinta, y las universidades con su papel formador no escapan de esta realidad. Es imprescindible que en las instituciones universitarias del tercer milenio se desarrollen relaciones innovadoras en las que predomine la comunicación dialógica, participativa, horizontal y democrática, no sólo al interior de ellas sino también en lo externo, mediante el contacto directo con las comunidades. Y una manera de contribuir con esto es efectuando cambios conceptuales en la enseñanza, el aprendizaje y la práctica del lenguaje y la comunicación.

   De esta manera, comparto la visión de Barrera Morales (2005), de que el ser humano es un ente comunicativo y complejo, pues entiendo que el ser humano es, en sí mismo, comunicación, y que se realiza a través de la comunicación, definiendo sus relaciones, cultura, acciones y modo de vida, siendo por tanto, capaz de desarrollarse y satisfacer sus necesidades en y desde la comunicación.

   De allí la importancia de asumir la comunicación y el lenguaje desde la perspectiva de la complejidad y la transdisciplinariedad, puesto que como el hecho comunicativo permea cada uno de los momentos de nuestra existencia, su conocimiento y práctica no debe verse fragmentado como una pequeña parte del todo, sino como una parte y el todo a la vez, según el principio hologramático que define Edgar Morin.

 Por otra parte, Nicolescu, citado por Becerra, sostiene que “…una cultura transdisciplinaria… es imposible sin un nuevo tipo de educación, que tome en cuenta todas las dimensiones del ser humano… una nueva educación no puede ser sino una educación integral del hombre, que se dirija a la totalidad del ser humano y no a uno solo de sus componentes, que implique no solo la inteligencia, sino también la sensibilidad y el cuerpo”.

   En consecuencia, al comprender la comunicación y el lenguaje desde un enfoque diferente y más amplio, contribuiremos significativamente en la construcción de una sociedad mejor, más abierta, plural y horizontal donde sus integrantes se vean como colectivos en permanente relación. Esto también se traducirá en una universidad nueva, donde los procesos comunicativos entre iguales permitirán la integración, cohesión y desarrollo social.

  * Periodista y Docente del IUTAG.


anachavez28@yahoo.es



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