Recordando casos

Sobre la expulsión del bachiller Kevin Ávila

     La expulsión por un año del bachiller Kevin Avila, tomada por el Consejo Universitario de la UCV en reunión extraordinaria realizada el día jueves 18 de noviembre, me hace recordar algunos episodios que han marcada historia en las últimas décadas en la “Casa que vence la sombra” y que nos llama a la reflexión sobre el tipo de democracia que sus autoridades deben desarrollar en las relaciones con sus diversos sectores, en particular con los estudiantes, que son en definitiva los que le dan vida y constituyen su razón de ser.

     En el rectorado del Doctor Miguel Layrisse, por allá en 1978, en mi época de estudiante de Sociología, cuando una de las autoridades actuales, Amalio Belmonte ya era profesor en la misma escuela, el entonces Presidente de la FCU, Eduardo Semtei, el mismo que desde su alto cargo en el Consejo Nacional Electoral aseguraba que el 28 de julio del año 2000 tendría lugar las mega elecciones —que hubo que suspender—, y hoy es analista político de la oposición venezolana, liderando a una grupo bastante numeroso de estudiantes, quienes enfurecidos por descubrir que estaban sirviendo comida descompuesta en el comedor, se dirigieron a las puertas de la oficina del Rector. Al encontrarse éstas cerradas, el bachiller Semtei arremetió, cuan Sancho Panza, contra las mismas y arrojó muestras de la comida descompuesta en las oficinas del Rector ante lo cual éste tomó la decisión de expulsarlo, lo que auguraba un futuro de conflictos. Afortunadamente, autoridades auroritas, entendiendo la situación y calificando la actitud del bachiller como un comportamiento atrabiliario, pusieron en funcionamiento la democracia deliberativa y durante un fin de semana se desarrolló el diálogo que produjo la reversión de la decisión, retornando la calma a la UCV.

     Otra forma de actuación fue la desarrollada a principios de los años 80 cuando en la Facultad de Ingeniería los estudiantes tuvieron que enfrentar, con expulsiones incluidas, al Decano Piar Sosa y su estilo autoritario, cuando a éste se le ocurrió ordenar la construcción de una vereda de concreto en lo que era un área verde. En ese entonces lo que predominó fue la antinomia, el autoritarismo y la negación de la democracia deliberativa.

     Otro caso digno de recordar es el ocurrido en la mañana del 19 de septiembre de 1984, cuando casi doscientos estudiantes del Núcleo Maracay se trasladaban en varios autobuses a la Ciudad Universitaria en Caracas, para solicitar un derecho de palabra ante el Consejo Universitario y formular su reclamo por las deficiencias del comedor. Por requerimientos y órdenes que se sucedieron, desde la llamada telefónica que el entonces Rector Edmundo Chirinos hizo al Ministro del Interior Octavio Lepage, la caravana estudiantil fue detenida en Hoyo de La Puerta por efectivos de la Guardia Nacional al mando de un teniente coronel de apellido Vicuña. Ello constituía una violación al derecho al libre tránsito consagrado en la Constitución, que los estudiantes no estuvieron dispuestos a tolerar, decidiendo continuar camino, pero los efectivos militares abrieron fuego con sus fusiles contra los autobuses, en lo que era la línea media de los mismos. El resultado del ametrallamiento fueron más de treinta estudiantes con heridas de bala de diferente gravedad.

     Ante este garrafal error de la máxima autoridad ucevista, reconocido públicamente, el Rector Chirinos solicitó permiso al Consejo Universitario para ausentarse del cargo por un tiempo a lo que se llamó, si mal no recuerdo, un “retiro de reflexión espiritual”.

     Hay que traer a colación igualmente lo ocurrido en los años finales de la década de los ochenta y gran parte de la década de los 90, en los rectorados de Luis Fuenmayor Toro, Simón Muñoz y Trino Alcides Díaz, quienes tuvieron que enfrentar y lidiar con los famosos encapuchados, que religiosamente todos los jueves tomaban las puertas de la UCV para realizar acciones de protesta, quemar cauchos, lo cual generaba enfrentamientos con la policía. En esas gestiones rectorales siempre prevaleció la democracia deliberativa, esto es, el diálogo permanente. Infinidades de veces estos rectores o sus representantes en la búsqueda de ese diálogo, recibía como respuesta los epítetos más desagradables que puedan emitirse contra ser humano alguno y, aunque se tenía la identificación de los que eran estudiantes de la UCV, nunca se utilizó el mecanismo de la expulsión como salida a esa situación.

     Ahora, en esta gestión rectoral se actúa de otra manera y con una doble moral. Encontramos unas autoridades universitarias que se la pasan hablando del supuesto secuestro de los poderes públicos por parte del Presidente Chávez pero son los mismos que secuestran al Consejo Universitario al momento de imponerles sus decisiones.

     Estas autoridades que son incapaces de tolerar las acusaciones con algunas verdades pasadas de tono de un bachiller que no esconde el rostro, tienen el tupé de acusar al Presidente Chávez de autócrata a pesar de que a éste se le mienta la madre y se le desea la muerte públicamente y quienes lo hacen no les pasa nada. ¿Eso no se llama doble moral?

     ¿No es verdad que el comedor no está respondiendo a las demandas de sus usuarios?

     ¿Acaso no es cierto que todas las autoridades tienen que rendir cuenta del presupuesto que el Estado le entrega anualmente?

     ¿Es o no verdad que la UCV se encuentra en un estado deplorable, por ejemplo, en su infraestructura física?

     ¿Es falso acaso de que la Rectora actual de la UCV firmaba y entregaba título de Doctores cuando ella misma no era? ¿Qué tipo de academia es esa?

     La manera de responder a quienes reclaman sus derechos o exigen el cumplimiento de los deberes y las obligaciones, no son con medidas punitivas. Más bien en la UCV hay que rescatar lo que Habermas llamaría la democracia dialógica, la democracia de la discusión, la democracia de la tolerancia.

     Como defensor de ese tipo de democracia para nuestra querida UCV, diría que una primera virtud de la deliberación es la de que puede contribuir a descubrir errores lógicos y fácticos en el razonamiento de aquellos que están tomando parte de la discusión. La deliberación puede ser importante no sólo por su función “negativa” de prevenir errores, sino también por sus efectos “positivos” en la provisión de información, contribuyendo así a expandir el panorama de las alternativas entre las cuales optar. Esto significa que una persona puede dejar de lado algunas alternativas por el mero desconocimiento de las mismas o puede dejar de reconocer ciertos puntos de vista que preferiría a los suyos, sólo porque no está en conocimiento de ellos. Por eso, la discusión puede impedir (o ayudar a prevenir), la adopción de decisiones parciales o sesgadas, virtud ésta que resulta de primera importancia para cualquier sistema de toma de decisiones.

     Otro importante beneficio de la discusión, en particular para una institución como la UCV, derivaría de su carácter educativo, lo cual significa que en el proceso deliberativo los involucrados intercambian opiniones y, sobre todo, escuchan los argumentos de otros y ello provee una excelente oportunidad para la autoeducación de quienes debaten; todo lo cual redunda en el mejoramiento de su habilidad de razonamiento y el desarrollo de su capacidad para convivir con otros.

     Finalmente y como queda claramente establecido en el mensaje de la película Venganza, recomendada por una gran amiga y colega de la UCV: es fácil acabar con un hombre, lo difícil, realmente difícil, es acabar con sus ideas.

*Profesor Titular, Doctor en Ciencias Sociales y Orden José María Vargas.

franklingonzalezramon44@hotmail.com



Esta nota ha sido leída aproximadamente 3615 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter