Crónicas cotidianas

¿Quién lo iba a decir?

En el tiempo aparecen las realidades, unidos a recuerdos y a hechos que no es posible olvidar. Las vivencias se mezclan con los hechos recientes, como en un juego en donde combinas el pasado con el presente, y la memoria se hace presente, pero a la vez es doble, porque retrotrae a situaciones que viviste, pero que pareciera volver a estar viviendo.

Y encontrar a los amigos para que cuenten el pasado y la historia de hoy, la reciente, que es la vez una tragedia, pero que te vuelve a llevar atrás, a los tiempos en que esconderse no era una opción, sino una necesidad, en cuando se soñaba despierto en la revolución, sentado en en una butaca en un rancho, tomando café, el rancho de turno para esconderse, rodeado de carajitos, y uno armando un futuro para ellos, cuando hagamos la revolución, cuando sea posible construir un mundo mejor, cuando el socialismo toque la puerta. Y es como detener el tiempo justo allí, para salir de las utopías, y encontrarse con la verdad, o con la realidad, de que esos carajitos, iban creciendo y enfrentándose por sus propios medios al mundo que se asomaba y que cada vez se les hacía más difícil.

“Si hermano. Cómo no vas acordarte. Aquella niñita que se sentaba en tus piernas y te decía que le contaras cuentos, que cuando venías siempre te pedía una plastilina para ella hacer sus muñecas”, me dijo Anselmo para tratar de ubicarme al menos 25 años atrás. “Claro hermano. Ya la recuerdo. Era una niña como de seis años, muy linda con trenzas largas, que la mamá se murió de un cáncer de mamas como tres años después, hija del camarada Arnaldo si mal no recuerdo. Ellos eran como cuatro carajitos, hermano”, le repliqué a Anselmo. “No hermano. Se llamaba Oswaldo. Y después que se murió Patricia, la mujer, todo se le complicó, porque tuvo que echarle bolas con esos cuatro carajitos. A la niña le había puesto Tania por la mujer del Che. Y ya sabes, tenía que bajar el cerro para ir a trabajar, llegar tarde. Los chamos sabían atenderse solos, y él llegaba los viernes a lavar la ropa, pero también les estaba enseñando. Los sábados iban todos a hacer mercado. Ya no pudo hacerle más nada a la casita, aunque recordarás que era muy buena. Los niños se llevaban un año y hasta meses de diferencia. Tanía era la mayor y tenía ya 10 años. De ahí pa´bajo hasta los 8 años, la otra hembrita y los dos varones. Iban a la escuela y él le dejaba la comida lista para que almorzaran cuando regresaran de la escuela. Mi compadre se paraba a las 4 de la mañana, les hacía sus arepas y antes de irse, paraba a Tania para que se encargara de los demás. Pues ahí más o menos hermano, todo marchaba, hasta que la muchachita se desarrolló y entró al liceo en la Escuela Técnica de Campo Rico. Ya los niños iban armados para el liceo, había mucha droga, sobretodo marihuana y ya sabes cómo es. Aprobó el primer año y se inscribió para el segundo, pero ya quería hacer lo que le daba la gana, y comenzaron las peleas con mi compadre Oswaldo. Y le dije que tenía que calmarse y que no la reprimiera, porque esa no era la salida”.

Ya para esa fecha, yo andaba en otras cosas y no tenía ningún contacto con ellos. De vez en cuando llamaba a Anselmo quien me mantenía al tanto de todo. Un buen día me llamó y me dijo que a Oswaldo lo había atropellado un autobús y los había matado en seco, pero que de causalidad pudo visitar a los hijos cinco días después. “Tania era la jefa de los hermanos y conducía la casa. Tenía 15 y era muy agradable. Me dijo que había abandonado el liceo y que estaba trabajando en una panadería para mantener a los hermanos”.

Anselmo se me perdió y no pude contactar más nunca con él. Lo estuve buscando a través de los amigos, pero no hubo forma. Yo había perdido mi número telefónico, y por una razón u otra, no nos contactamos más.

Hace un mes recibí una grata llamada. “Coño camarada, estoy más viejito y un poco enfermo, pero guapeando. Los hijos me salieron buenos y están pendiente de mí”, y aun así no pude identificar la voz. ¿Quién es? Pregunté muy extrañado. “Su hermano mi camarada. Anselmo González”. “Coño hermano, qué te hiciste, qué inmenso placer. Cómo estás, qué es de tu vida. Llamé a Alejandro para saber cómo te encontraba y me dijo  que llamara a Alicia, pero ella tampoco sabía. Así que no pude dar contigo. Cómo me encontraste”, le pregunté todo emocionado. “Hubo una reunión de viejos camaradas en el barrio Gramoven y me encontré a Maritza, quien me dio tu teléfono. Cómo has estado hermano, me dijo Maritza que vives solo por allá por el carajo viejo”. “Pues sí hermano, varios matrimonios y varios divorcios, y de vuelta a la soledad. Hace como dos semanas le estaba contando a un amigo de ti y de Oswaldo y de las sorpresas que nos da la vida”.

Fue como un detonante, porque de inmediato, Anselmo me hizo referencia a Tania. Era una mujer de 29 años que tenía un largo trecho recorrido en la delincuencia. Se había ido con un novio a Colombia a los 20. Por allá atracaron a un comerciante y lo mataron, por lo que pagó apenas cuatro años de cárcel. La soltaron y se fue a Ecuador, para convertirse en leyenda en menos de dos años. De allí saltó a México, en donde con dos mujeres y dos hombres, secuestraron a un empresario chino a quien le quitaron un rescate de 100 mil dólares. La policía de México dice que estuvo en un tiroteo en donde murieron tres de sus compinches; y con una de las chicas se escapó a Guatemala. A lo Thelma y Louis, atracaron las oficinas de una cadena de supermercado y se escaparon en un carro robado a Honduras. “Me dicen que está solicitada por Interpol, pero acaba de cumplir 29 y dicen que opera entre Estados Unidos y Panamá. Aún no la vinculan al narcotráfico, por eso dicen que no le han puesto mucho interés. Aunque dicen que estuvo en un tiroteo en Costa Rica en donde murió un policía. Es muy astuta e inteligente y dicen que tiene unos ovarios muy grandes. Quién iba a decir hermano que aquella niñita bonita, con trencitas, que siempre veíamos al lado de su mamá, se convertiría en lo que es hoy. Tampoco es mucha la información que se tiene de ella, la mayor parte de especulación. Pero mire camarada, usted y yo la conocimos niñita, quién lo iba a decir…”



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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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