Reconciliación

Es la palabra de moda. Todos hablan de ella. Claman por la misma como la panacea de fin de año y regalo del Niño Jesús. El problema no es tan sencillo cuando de antagonismos se trata. No se redimen las culpas con simples acercamientos. Tampoco los estados amnésicos ayudan mucho. Como la oposición venezolana es medio sifrina, recurre con frecuencia a clichés y etiquetas en sus salidas cortoplacistas. Ahora se torna generosa y benevolente.

La Iglesia ha sido frontal en sus ataques contra el gobierno bolivariano. La jerarquía, las cúpulas eclesiásticas de todas las regiones, en su mayoría, son persistentes en la descalificación del Presidente y en su negativa a ver los logros de las políticas sociales adelantadas en los últimos nueve años por el Estado venezolano. La intervención directa de la Iglesia venezolana en la desestabilización tiene varios episodios, desde aquel en que firma el acta de disolución de la Constitución el cardenal Velasco.

En el festín golpista estuvieron muchos integrantes de esa jerarquía. Felices, exultantes.

A sonrisa batiente, uno de ellos dijo: "yo sí soy adeco, y ¿cuál es el problema?". Muy puntualmente, los obispos, en momentos claves del debate político, han insurgido con un lenguaje poco cónsono con sus investiduras, condenando hasta lo indecible todo lo que esté cercano al chavismo. La Iglesia que dice representar al pueblo, se ha apartado de él. Está a muchas leguas de distancia.

Esta institución es una de las que exige reconciliación y acaba de montar un condenable show, nada menos que en la Nunciatura, en alianza con las autoridades de la ULA, en un "acto académico" que deberá investigarse, para conferir el título a un presunto violador. Esta afrenta no es fortuita ni producto del azar. La derecha académica se alía con estos ultraconservadores representantes eclesiásticos.

Así es. Las universidades, la Iglesia, los viejos partidos del estatus, la derechizada industria mediática, y ¡oh, sorpresa! Fedecámaras, Consecomercio y Conindustria, después de más de cinco meses de haber sostenido sin cuartel la escasez y el desabastecimiento de productos importantes de la cesta alimentaria, piden todos ellos clamorosamente la reconciliación. Pues no, así no puede haber reconciliación. Aquí, la retórica sobra.

Periodista / Prof. universitaria


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Asalia Venegas S.


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