La integración de América Latina y el Caribe: Aspectos conceptuales ante el reto del ALCA


La integración de América Latina y el Caribe en una sola comunidad de naciones es una aspiración que nació hace ya casi 180 años como el gran anhelo de los pueblos de este continente que se liberaban del dominio colonial español. Los próceres de la gesta independentista trataron de convertir ese sueño en realidad, fue Simón Bolívar, el Libertador, quien estuvo más cerca de lograrlo con su convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá. Aquel histórico intento que se llevó a cabo del 22 de junio al 15 de julio de 1826 en la Sala Capitular del antiguo recinto del Convento de San Francisco, en la Ciudad de Panamá con la presencia de cuatro grandes naciones americanas, equivalentes a 11 países actuales, y los fallidos intentos posteriores, no lograron hacer realidad los planes integracionistas, pero nos dejaron el preciado legado del proyecto integracionista bolivariano.
Muchas décadas tuvieron que transcurrir, para que la vocación integracionista de nuestros pueblos renaciera con renovado vigor a partir de la segunda mitad del siglo XX, hasta llegar a los actuales acuerdos y esquemas de integración existentes en la región. En el plano económico han emergido la CAN, el MERCOSUR, la AEC, la ALADI, etc., y en el plano político el Parlamento Latinoamericano, el Andino y el Amazónico. Ha crecido notablemente el comercio intrarregional en la década de los 90. Pero, no obstante estos avances aún se está muy lejos de alcanzar el objetivo de una verdadera Comunidad Latinoamericana de Naciones (CLAN). Apenas comienzan a darse los primeros pasos para interconectar estos esquemas subregionales en un espacio único de integración. Sin embargo, nunca antes como hoy fue tan urgente la necesidad de la integración de nuestros países. Vivimos la llamada época de la globalización, de un mundo cada vez más interconectado, donde grandes procesos mundiales tienen lugar con dinámicas complejas, como lo es el surgimiento de gigantescos bloques comerciales, cuya avanzada la marca el proceso de unión europea. Se originan nuevos retos y oportunidades. Es un mundo donde se profundizan la asimetrías entre países desarrollados y los llamados “en vías de desarrollo”. Crece por un lado la tendencia hacia la liberalización económica y la competencia entre países y bloques comerciales, y por el otro, se refuerza el proteccionismo de los ya desarrollados.
LA URGENCIA DE LA INTEGRACIÓN

Dentro del marco descrito, América Latina ha visto descender su peso específico en la economía mundial. Las características políticas, económicas y sociales de los diferentes países que conforman la región Latinoamericana y del Caribe, indican claramente que ésta no puede ser clasificada como un continente con aceptable grado de desarrollo. Ante la ausencia de una plena y eficaz integración, las necesidades económicas de cada país, agudizadas por recesiones y crisis en la economía mundial, y las grandes presiones que genera la competencia económica entre los grandes bloques comerciales en torno a la región, se refuerzan las tensiones sobre los países latinoamericanos para inserciones asociativas con otros entes regionales, pero no construidas propiamente desde sus intereses, sino principalmente desde los intereses de otros más poderosos.
Sin una plena integración propia que fortalezca sus economía y les proporcione una sólida capacidad de negociación, los países latinoamericanos quedarán cada vez más desprovistos de un margen de autonomía y estarán a merced de los vaivenes de la gran competencia económica mundial entre grupos de países más poderosos. A esto se le suman los retos que enfrenta la región a consecuencia de la llamada “media década perdida”.
En el balance preliminar de las economías latinoamericanas y caribeñas en el 2002, proporcionado por la CEPAL , se consigna una caída de 0.5% de la actividad económica, con lo que el producto interno bruto por habitante se situó por debajo del nivel de 1997. En ello influyeron factores desfavorables, tales como:
• Deterioro de las condiciones financieras internacionales
• Menor dinamismo económico de Estados Unidos en el bienio 2001-2002
• Caída de los términos de intercambio de las economías no petroleras
En el período señalado, los flujos financieros dejaron un saldo negativo para la región, el servicio de la deuda externa superó los créditos contratados, cayó la inversión extranjera directa, determinada por el bajo crecimiento económico y el agotamiento de las privatizaciones, todo lo cual determinó una salida neta de recursos de la región en la suma de 39 mil millones de dólares. Se operó además, una caída de los precios de las materias primas (proceso que no cesa desde la crisis asiática); se afectaron negativamente las tasas de cambio con el dólar, se produjo una política monetaria contraccionista.
Si bien se logró un superávit comercial, otros indicadores fueron negativos, el desempleo alcanzó un máximo histórico, la variación de los salarios fue desfavorable, hubo una mayor inflación, y se ha desacelerado la tasa de crecimiento económico (2.1%).
El correlato de este cuadro económico en el panorama social de la región, se expresa en un empeoramiento de los niveles de vida de la población. Se acumulan problemas y déficit serios en materia social, como educación, salud, vivienda y empleo. Desde 1997 hasta la fecha aumentó en 10 millones el número de pobres. Como consecuencia se requerirá de un promedio anual de crecimiento económico sostenido, superior al previsto en el año 2000, o sea 3,2 durante los próximos 13 años , para alcanzar la modesta meta de reducir al 50% la pobreza extrema en el año 2015. La región sigue liderando los índices de inequidad social. De ahí la necesidad de recurrir a políticas económicas y sociales que refuercen las posibilidades de ampliar la base productiva, pero que a la vez conlleven una redistribución progresiva del ingreso, que permita que el crecimiento económico eleve más rápidamente el nivel de vida de la población con menos recursos.
No es posible enfrentar estos grandes retos sin una ulterior profundización del proceso integrador en el camino hacia la Comunidad Latinoamericana de Naciones (CLAN). Quedan aún muchas potencialidades integradoras no aprovechadas, baste señalar que, por ejemplo en materia de infraestructura, la proporción media del costo de seguro y flete para transportar legumbres, frutas y nueces entre Alemania y Francia es considerablemente menor que entre dos países de América del Sur, en distancias similares . Por ello la necesidad de implementar el Plan de Acción para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), una iniciativa multinacional que involucra a doce países suramericanos con un carácter multisectorial, pues no sólo participa el sector transporte sino también el sector energético y fundamentalmente el sector de telecomunicaciones. Es además una iniciativa multidisciplinaria porque abarca aspectos económicos, jurídicos, políticos, sociales, culturales ambientales y otros. La realización de esta iniciativa integradora permitirá hacer de América del Sur una región más competitiva.
En el caso de Venezuela particularmente como país, la comprensión del significado decisivo que tiene la integración para nuestros pueblos, halló su más alta expresión en el texto de la “Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”, en la cual se dispone en su artículo 153 que: “La República promoverá y favorecerá la integración latinoamericana y caribeña, en aras de avanzar hacia la creación de una comunidad de naciones, defendiendo los intereses económicos, sociales, políticos y ambientales de la región. La República podrá suscribir tratados internacionales que conjuguen y coordinen esfuerzos para promover el desarrollo común de nuestras naciones, y que garanticen el bienestar de los pueblos y la seguridad colectiva de sus habitantes. Para estos fines, la República podrá atribuir a organizaciones supranacionales, mediante tratados, el ejercicio de las competencias necesarias para llevar estos procesos de integración. Dentro de las políticas de integración y unión con Latinoamérica y el Caribe, la República privilegiará relaciones con Iberoamérica, procurando sea una política común de toda nuestra América Latina. Las normas que se adopten en el marco de los acuerdos de integración serán consideradas parte integrante del ordenamiento legal vigente y de aplicación directa y preferente a la legislación interna”.

EL CONCEPTO DE INTEGRACIÓN COMO ANTÍPODA DEL ALCA

Uno de los problemas cruciales para avanzar en el proceso integrador es lograr una concepción científicamente fundamentada del proceso integrador. Actualmente en América Latina en el discurso de ciertos actores se observa cierta laxitud en la comprensión del concepto de integración, los usos no rigurosos de este concepto están conduciendo a identificar con integración cualquier asociación de tipo comercial, al margen de la naturaleza de esa asociación y de sus actores. Pareciera que en ocasiones se conciben como idénticos integración y aperturismo comercial. En este enfoque tan amplio se corre el peligro de que se diluya la esencia de lo que significa una plena integración de los países latinoamericanos, y lejos de acercarnos al sueño bolivariano de una Comunidad Latinoamericana de Naciones (CLAN), más bien nos distanciemos de éste.
Una cosa es que los diferentes países de la región por determinadas necesidades establezcan acuerdos de aperturas comerciales entre ellos o con otros de diferentes regiones del mundo; y otra, es lograr una plena integración latinoamericana.
No es integración aquellos acuerdos de apertura comercial que conduzcan a procesos de absorción o asimilación de países más débiles por otros más poderosos, donde lo que se originen sean relaciones de dominación y subordinación, y en lugar de propiciar desarrollo endógeno, este tipo de acuerdo cause desnacionalización, consagración del subdesarrollo y desarticulación de la cohesión social interna de los países, como por ejemplo, el ALCA. Este acuerdo comercial no debe ser asociado, de ningún modo con el concepto de integración, en todo caso estaría asociado a lo contrario, o sea a la desintegración de nuestros pueblos. El ALCA no presupone integración, sino absorción de nuestras economías por la de Estados Unidos de América.
América Latina viene de regreso del desastre del modelo neoliberal, como señaló el secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), José Antonio Ocampo, “el neoliberalismo a ultranza que predominó durante la década de los noventa en América Latina demostró ser un error” . Por su parte, la matriz del ALCA, como está planteado, es profundamente neoliberal, o sea sería más de lo mismo, pero más reforzado.
Esto no quiere decir ausencia de un modelo de relaciones económicas de América Latina y el Caribe con los EUA, pues esas relaciones existen y son objetivas, pero no tienen que desarrollarse necesariamente a través del ALCA, en todo caso lo que se debería hacer es trabajar en un nuevo modelo, pero desde los intereses de nuestros pueblos, lo cual en ese caso, ya no sería ALCA, sino otra cosa. La presente voluntad de integración que se ha declarado recientemente por la Comunidad Andina de Naciones con el MERCOSUR, debería servir a esos fines de rediseño del actual modelo de las relaciones económicas de la región con EUA, para llegar lo más cerca posible de un modelo alternativo de verdadero beneficio mutuo, que en esencia debería ser una especie de alternativa anti-ALCA. En otras palabras, para que la lucha contra el ALCA se complete no basta con rechazarlo, sino que al propio tiempo es necesario buscarle una alternativa.
UN MODELO PROPIO DE INTEGRACIÓN PARA AMERICA LATINA Y EL CARIBE
En la búsqueda de alternativas integracionistas para nuestra región, es necesario estudiar el modelo de integración de la Unión Europea, el cual, según los principios declarados en sus documentos constitutivos, se basa en la solidaridad, cooperación, igualdad, unidad, libertad, seguridad y paz duradera entre los países miembros constitutivos de la unión. Aunque en la práctica, no siempre exista la necesaria consecuencia con estos principios, y se verifiquen fuertes presiones de orientación neoliberal, es ,no obstante, el modelo más exitoso hasta el presente. América Latina puede aprovechar este experiencia integradora, pero con el objetivo de ir construyendo el modelo propio de integración latinoamericana y caribeña desde las condiciones específicas y los intereses legítimos de nuestros pueblos, y no desde los intereses de otros más poderosos.
El diseño de un modelo latinoamericano de integración, debería estar basado en principios tales como:
 La integración como instrumento del desarrollo, independencia y soberanía latinoamericana.
 Cooperación, solidaridad, igualdad, unidad, paz y seguridad.
 Mejoramiento del nivel de vida de los pueblos.
 Equidad y cohesión social.
 Gobernabilidad democrática y participativa.
 Derechos humanos y justicia social.
 Respeto a la cultura e identidades nacionales, y la construcción de una doble adhesión; nacional y latinoamericana y caribeña.
 Trato preferencial y diferenciado.
 Mayor capacidad de negociación.
 Creación de instituciones nacionales y de integración eficientes y vigorosas.
 Relaciones soberanas de colaboración y beneficio mutuo con el resto del mundo.
En su conjunto estos principios son los que definen que una interrelación entre países pueda en realidad denominarse como integración, por ello la Comunidad Latinoamericana de Naciones que surja deberá fundamentarse en estos principios y ante todo en los intereses de los pueblos de esta región del mundo.


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Dr. Juan Miguel Díaz Ferrer


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