BINÓCULO Nº 509

Estólida humanidad

Corre por las redes un video según el cual un influencer hace una encuesta a jóvenes en Caracas de 30 años para abajo. Ocho entrevistados, consultados sobre a quién prefieren de candidato. Una dijo que se apoyaba en María Corina pero no sabía cuál era su propuesta de gobierno. Otra dijo que le gustaba pero que estaba bloqueada (lenguaje android) y uno dijo que no conocía nada de sus planes, pero era la que le gustaba. Ellos mismos dicen que no saben nada. No saben qué es el país, no saben qué hacer con el país. Pero lo más curioso es que el preguntador -que no entrevistador- le pide las razones por las que votaría por ella y jocosamente, ignorantemente diría yo, dijo que no sabía.

Es, sin más ni menos, la misma respuesta que dio un empleado público en Argentina, quien aseguró que votará por Milei, aunque no esté de acuerdo con él "en nada", solo por el hecho de que "venga algo nuevo". Por qué no me sorprende.

Solía hacerles "exámenes" a mis alumnos de la Universidad Arturo Michelena y de la UNEFA La Isabelica, hoy ilustres periodistas, con 20 preguntas que tenían un valor del 5% de la nota final. Era más bien de información general, que cualquiera responde sobre la base de escuchar un noticiero o leer la prensa: "Mohamed Alí fue el mejor centrodelantero de la selección de Arabia Saudita en el mundial del 86", sí, me respondió la mayoría. "¿Un metro tiene?" 60 centímetros. "¿Cuál es la producción petrolera de Venezuela?" 25 mil barriles mensuales (en ese momento pasaba de dos millones diarios). "¿Cuántos estados tiene Venezuela?" 14 estados. "¿Cuántos municipios tiene Valencia?" 12 municipios. "Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son…" 12. "¿En qué periodo gobernó Juan Vicente Gómez a Venezuela" de 1830 a 1835, fue la respuesta. Y así por el estilo.

Estoy hablando de colegas que hoy día tienen más de 35 años de edad, muchos con cargos de importancia como Jefes de Prensa de alguna alcaldía o de algún organismo público, o de alguna universidad, o de algún instituto. Y ninguno puede desmentirme, sencillamente porque aún tengo los exámenes guardados. Allí están sus firmas, sus fechas de nacimiento y sus cédulas de identidad.

Esas personas, ya eran cabezas deformadas por el monstruo sagrado del Siglo XX: la televisión, que sigue siendo uno de los más monstruosos y geniales inventos del capitalismo. Aún hoy, todos sucumben ante ella, aunque en menor proporción. Mis alumnos fueron la generación Heidi, las chicas sufrían el síndrome Candy y los varones el síndrome Marco. Todos amaban a Meteoro, razón por la que más de uno le robó el carro al padre y se mató.

La generación que entrevistó el influencer la semana pasada, creció creyendo lo que twiter les hizo creer, que sabía escribir, Instagram le hizo creer que sabían tomar fotografía y feisbuck que tenían amigos. Yo la llamo la Generación 5G, y terminaron creyendo que, sin leer, sin estudiar y con solo codearse por ahí, se convertirían en buenos profesionales, sobretodo periodistas. Y es la generación que se está "preparando" para asumir las riendas del país, o de los países, porque esa generación es toda igual, nunca fue tan igual en el mundo entero: mucha belleza, mucho selfie, muchas fotografías, pero una escasez cada vez más preocupante de cerebro.

Por cierto, los suecos acaban de eliminar el uso de teléfonos, Tablet o laptop del sistema educativo. Nadie va a la escuela con algún equipo electrónico. No fue al azar la decisión; sino que sus investigadores de la educación, ya tienen la conclusión, de que los niños se están volviendo estúpidos, con bajos niveles de racionalidad y poca capacidad de captación y absorción del conocimiento.

Nunca he podido entender por qué nuestra dirigencia no es capaz de diferenciar entre una vanguardia y el resto de la sociedad. Es así. Existe así. Una gente se "forma" para dirigir, aunque en esta oportunidad le pongamos comillas a forma. Quiero decir, la información y el mensaje está dirigido a dos tipos de personas. Lo que usualmente, comúnmente o regularmente entiende la vanguardia, no lo entiende el común, y algo más importante aún, no le interesa. Pero, además, eso que llamamos el imperialismo cultural, se encarga de estupidizar a la gente, de volverlos autómatas, capaces de pasar un día entero viendo imbéciles videos de dos minutos que lo idiotizan aún más. Con solo eso, ya no tienen tiempo para lo demás, mucho menos para leer un buen libro, o para escuchar una charla, o para asistir a una obra de teatro o para ver un buen cine.

Hace poco me di cuenta de que todo con lo que jugábamos en mi niñez, era importado del imperio. Me cansé de jugar "piedra, papel o tijera", o dibujar el avión en medio de la calle. Todos los juegos de mi niñez, ya venían del Big Brother a través de ese monstruo sagrado del siglo XX llamado televisión.

Es el gran triunfo del capitalismo, logró que los pobres se culparan a sí mismos de su miseria porque estaban viendo televisión. Desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo XX un suprapoderoso poder comunicacional, informativo y cultural. Nada es lo que parece y nunca nada fue lo que pareció. 70 años después estamos viendo los resultados. Esa generación 5G que sin tapujos y sin vergüenza dice que no sabe por qué va a votar por María Corina Machado, tampoco le importa la historia, ni los antepasados, ni el tamaño de su país, ni quién lo gobierne. Le importa un Android 14 y ganar 10 dólares por subir a la nube una foto de sus pies. Por eso le pagan, o por enseñar el culo. Conozco hombres de 40 años que ganan 800 dólares mensuales por subir estupideces a la nube; y pasan el día entero haciendo eso. No quieren casarse, tampoco tener hijos y mucho menos tener una familia. Los que no caen en el mundo de las drogas -que es otra categoría- se convertirán en (stupid by nature) estúpidos por naturaleza, en espera de que el gran amo le diga qué va a hacer. No hay que ir muy lejos. María Corina no entra en esa categoría y ya cumple ese papel.

Y los que leen esta columna, deberían entender que somos una especie en extinción. Si acaso el 1% 0 2% de ese remanente de vanguardia, a quienes nuestros hijos (la generación Heidi) no les importa nuestro destino, o cada vez les preocupa menos.

Lester Thurow, el pensador estadounidense, dijo que en el futuro, los países serían las grandes trasnacionales y que se eliminarían los símbolos patrios, las banderas y todo lo demás que oliera a patria. Ya sé que es difícil aceptar que eso esté ocurriendo y que lo estemos viviendo; analicen solo a Monsanto y verán. Pero ahora me hago la pregunta, cuál será la patria de los niños que fabriquen en Alemania dentro de 10 años a razón de treinta mil por año, cuál será su historia, y si a sus creadores les importará eso. No entender que ya nada de eso es una fantasía, sino hechos reales, es aferrarse a deseos y a sueños vividos que, obviamente, no volverán.

Cuando una persona de 60 años dice que hay valores morales, costumbres, enseñanzas, etc, olvida que está viviendo su pasado… el pasado, porque hasta sus hijos, en algún momento, caerán víctimas de la poderosa centrífuga del capital que absorbe a todo el mundo, por lo que los olvidarán, o dejarán que mueran como pedazos de carne que se pudren. Como ya conozco decenas de casos.

Para no ser tan apocalíptico, que en realidad odio serlo, yo veo una luz al final del túnel, aunque es demasiado tenue. Una posibilidad remota de que África se convierta en la esperanza. A menos que el Big Brother acabe los movimientos insurreccionales que están surgiendo a sangre y fuego, que ahora les importaría mucho menos que antes. Si es que antes no destruimos la mitad del planeta, que parece más probable.

Caminito de hormigas…

"Mira hermano, en el hospital Carabobo, están los médicos recién salido de la universidad, que son los que te atienden. Quedan algunos viejos que tienen para dónde coger y se dedican a enseñar a estos jóvenes. Si vas para allá, no hay nada, ni una gaza, ni una aguja, mucho menos una inyectadora, tapabocas, etc. Y olvídate de medicinas. Nada Olmos, eso está en la carraplana total", me contó un médico amigo.



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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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