Gisela pensó que su hermano regresaría cambiado y con nuevas perspectivas, luego de haber pasado tres años entre Colombia y Perú. Había partido, luego de buscar y encontrar problemas mientras vivía en la vieja casa de su madre en el conocido barrio Los Taladros. "Mi papá siempre lo controló, por lo menos le hacía caso. Muchacho, pero bastó que se muriera el viejo y perdió el control sobre sí mismo y nunca nos hizo caso. Así que se fue para Perú cuando dicen que tuvo una culebra por allá por barrio Central. Dicen que mató a dos tipos. Solo sabemos que vino rápido en la noche, recogió una ropa y sacó un fajo de billete que tenía guardado. Le pidió la bendición a mi mamá, me dio un beso, me dio una plata para que cuidara a mi mamá y se arrancó. Al otro día vinieron unos tipos a buscarlo, pero creo que ya sabían que se había ido. Yo les dije que se había ido, pero no les dije a dónde, porque tampoco sabía. No sabemos mucho de lo que hizo en esos tres años. De vez en cuando llamaba, pero no decía dónde estaba. A veces buscaba la forma de depositarme dinero en la cuenta mía para cuidar a mi mamá. A veces mandaba con alguien algunos dólares. En realidad, pocos. Una sola vez que mandó 250. Pero siempre eran 50 o 60. En realidad, nosotros estábamos tranquilas, porque mi mamá estaba tranquila, no ve que él llamaba por lo menos una vez al mes. No teníamos esa angustia encima de que estaba aquí y lo estaban buscando".
Pero la tranquilidad de Gisela y su madre, cambió por completo, cuando Yorman se apareció en la casa una madrugada, en septiembre del año pasado. Ella cuenta que se asustó de verlo. Se acostó a dormir, se levantó como a las 11 de la mañana, besó a la madre, conversó un rato, les entregó cosas que les había comprado, y le dio a su hermana Gisela un paquete de dólares para que le guardara. "De pana, amigo Rafael, ni siquiera los conté, pero creo que había como tres mil dólares. Yo solo los metí en un paquete y los escondí hasta que él me los pidiera".
Dos días después de esa aparición, Yorman llegó a la casa con un par de amigos, según Gisela con cara de muy pocos amigos, pero amables con ellas. Ella cree que estaban armados, razón por la que su mamá le advirtió sobre su casa y la presencia de gente extraña. Él les prometió que no traería a nadie y así lo cumplió. Llegaba tarde en la noche y se iba a golpe de 10 de la mañana. Al mes se apareció con un carro y mostró los papeles de haberlo comprado. "Yo creo que tenía como mes y medio aquí cuando me dio como 1.500 dólares para que los guardara, y me dio como cien dólares en bolívares, tu sabes para hacer mercado, comprarle alguna medicina a mi mamá. Le guardaba su comida en la noche. Nos llevábamos bien, aunque no hablábamos mucho. Yo no le preguntaba nada. El 10 de octubre exactamente del año pasado, vino una mujer y me dijo que tenía que acompañarla porque él estaba herido. Yo me vestí rápido, muchacho se me salió el corazón por la boca. Le dije a mamá que iba a salir y me llevaron en un carro, que después me cambiaron para otro, hasta que fuimos a parar por allá por un caserío perdido por Tocuyito. Había llegado un médico que era amigo de nosotros del barrio desde hace años. Sabes era uno de esos MIC. Le sacó dos balas, lo curó y se quedó con él dos días. En la noche, me trajeron de vuelta como en la clandestinidad. El 6 de diciembre como a las 4 de la tarde me vinieron a avisar que lo había matado, junto a uno de sus amigos. No sabemos qué pasó. Los amigos dicen que fue un grupo de policías que estaban dateados. Pero como yo no sabía en qué andaba. Me dolió mucho, pero creo que no me sorprendí tanto. Mi mamá lloraba en silencio. Una mañana le hice su desayuno y la pongo a comer. Tomando su café, le veo las lágrimas correr por la cara, y así, con la cabeza abajo, dijo una frase que jamás olvidaré. Mejor se hubiera quedado en Colombia".
