Alquimia Política

Lo ecológico-ambiental y la política comunitaria

A principios del siglo XIX, aparecen en el continente europeo los primeros trabajos acerca de la preocupación por la gestión de los recursos de los nuevos territorios, a través de diversos escritos que abordaban esta problemática.

La vieja tradición en la descripción de territorios, que tomaba como unidad la cuenca hidrográfica, dejó paso a un nuevo enfoque en el que las unidades territoriales venían caracterizadas por la altimetría (orografía), el clima y la vegetación, desarrollando de ésta manera diferentes aspectos de tipo protoecológico presentes en los trabajos que a principios del siglo XIX había desarrollado Alexander von Humboldt.

Estos enfoques se plasmaron en importantes manuscritos, pero uno marcó la técnica y la dialéctica de este proceso de conocimiento ambiental, nos referimos a las Reseñas geográfica, geológica y agrícola de España, publicada en 1859 por la Junta General de Estadística, escritas por Francisco Coello, Francisco Luxan y Agustín Pascual. Este primer intentó regionalizar la península basado en criterios protoecológicos, además de tener un valor histórico puso de manifiesto algunas otras cuestiones de interés. La principal es la dificultad de hacer encajar unidades territoriales de tipo ambiental con las unidades político-administrativas vigentes.

En efecto, los distritos forestales nunca se organizaron en base a las regiones definidas por Pascual sino en base a la división provincial, haciendo coincidir, en la mayor parte de los casos, el distrito con la provincia (con alguna excepción, en la que varias provincias constituían un solo distrito). La situación económica y los intereses políticos caciquiles, explican este hecho que, por primera vez puso de manifiesto la contradicción existente entre una división administrativa basada en herencias históricas del pasado y las necesidades impuestas por una buena administración de los recursos basada en criterios científicos que demandaba un tipo de unidades de gestión totalmente diferentes.

El pensamiento ambientalista surgió en un comienzo como preocupación intelectual, se fue dando en círculos académicos y de la contracultura, con mayor fuerza a finales de la década de los años sesenta. En el siguiente decenio toma fuerza como movimiento.

Según nos dice Paul Erdman, la crisis petrolera de 1973, constituye un poderoso detonante que muestra la magnitud del problema energético en el planeta, al final de una onda larga de desarrollo económico que se inicia en la segunda posguerra. Por ese entonces se va evidenciando la degradación ambiental, el despilfarro de materiales y energía y la destrucción de ecosistemas, todo lo cual se deriva de la modalidad de crecimiento económico propio tanto de los países capitalistas como de los países socialistas. En este decenio se acrecienta un disperso, pero activo movimiento ambientalista, en particular en los países económicamente más avanzados, corrientes que coinciden con las críticas tanto a cierto modelo tecnológicamente predominante como al derroche y la alineación propios de una sociedad consumista a ultranza, que parecería encontrar en esta forma de opulencia la concreción máxima de su modelo de sociedad.

El movimiento ambientalista, agrega Erdman, no ha sido nunca homogéneo en sus diagnósticos ni en sus propuestas. Una corriente romántica, primitivista y antioccidental, busca un mítico regreso a naturaleza, haciendo caso omiso de las mediaciones históricas que ya irreversiblemente forman parte del hombre moderno, en nuestra aldea global. Otra corriente, voluntarista, utópica y radical, hace de la conquista del Estado y la socialización de los medios de producción la condición para superar un desarrollo depredador de los recursos naturales.

Ya para la década de los ochenta, a percepción de David Reed, va siendo claro que la problemática ambiental forma parte de la redefinición de la modernidad, trascendiendo de la simple diferencia socioeconómica de sistemas políticos, para replantearse como una crítica de los modos dominantes de producir y consumir en nuestras sociedades industriales.

En América Latina el movimiento ambientalista comienza a generalizarse en la década de los años ochenta, conquistando algunos ámbitos de la sociedad civil y presionando al Estado para incluir en su política esta dimensión del desarrollo.

A todo esto, América Latina presentaba situaciones puntuales en esa década de los ochenta: múltiples hechos de violencia, una noción de lo social difuminada ante las situaciones económicas de endeudamiento, unidas a los problemas del subdesarrollo y la pobreza absoluta; condiciones nada esperanzadoras para solucionar la problemática ambiental, ocupando un segundo plano en las prioridades del Estado y en sectores influyentes de la sociedad. La reflexión sobre dicha problemática era y es aún embrionaria y fragmentaria, vinculada todavía a campos disciplinarios específicos y limitados todavía a sectores relativamente minoritarios.

Acercarnos a estos problemas de la racionalidad, como uno de los fundamentos de una nueva concepción ambiental, permite enriquecer el aporte de la filosofía y la sociología, al campo del pensamiento ambiental. Los supuestos históricos y epistemológicos de cada tipo de racionalidad, así como la confrontación de lo que, en términos de Max Weber, serían una racionalidad instrumental o finalista y una racionalidad vinculada a determinados valores socialmente definidos, puede enriquecer el análisis y el debate de este importante asunto.

A partir de este punto de vista se puede demostrar cómo los modelos ambientales obedecen a visiones del mundo e ideologías sustentados por determinados grupos sociales, las cuales pueden ser heredadas, en un momento dado, por fuerza de cierta inercia, para no coincidir con nuevas exigencias y problemas.

Se hace necesario pensar los criterios del desarrollo sustentable en relación con las condiciones particulares de cada país latinoamericano. A este respecto, es inminente que Latinoamérica necesita superar su dependencia intelectual en este tema, a efecto de que pueda manifestar en la aplicación sumaria y acrítica de modelos y estilos de pensamiento elaborados con base a contextos biofísicos y sociales locales, y no a modelos de implante que no alcanzan terminar su germinación ante la distancia profunda de las condiciones reales y los fundamentos ideales de otras experiencias ambientalistas.

La visión de un pensamiento ambientalista regional parte del hecho de convertir los valores ecológicos en valores económicos, beneficiándonos de nuestras ventajas comparativas, lo cual supone el desarrollo de la creatividad científica y la democratización de la información, para sacar partido de nuestra biodiversidad, dentro de parámetros que aseguren un desarrollo sostenible para el continente suramericano.

Las orientaciones del Estado, junto con la formulación de propuestas para lograr la coherencia entre objetivos, modelos e instrumentos, constituye un elemento indispensable para la concreción de un desarrollo ambientalmente sano. Se hace necesario analizar también la dimensión ambiental como movimiento social y como cultura. Sólo en la medida en que el movimiento ambientalista sea convertido en una reivindicación masiva de la sociedad civil, capaz de presionar efectivamente al Estado para una gestión que supere las presiones sectoriales egoístas que llevan a la incoherencia y a la escasa eficacia de las medidas estatales, podrá hablarse de la viabilidad del desarrollo sostenible. La masificación del movimiento ambiental supone la generación de una cultura ambientalista, lo que implica la transformación de estilos cognoscitivos, valores, normas y comportamientos en los diversos agentes sociales, que aseguren una diferente relación con el medio ambiente.

A todo esto, es importante, en la percepción de ese pensamiento ambiental latinoamericano, ubicar las líneas de información y estilos que el modelo ambientalista tiene en el mundo, a efecto de proyectarlas sobre la realidad regional de América Latina.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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