Quienes el jueves estaban a punto de luchar en una guerra, el sábado dejaron sus casas solas para dormir en la autopista

La cachiporra

¿Cómo se logra que una persona esté el jueves lista para iniciar una guerra cuerpo a cuerpo contra los invasores bárbaros, y el domingo, sin que se haya resuelto 'la grave crisis política', ande tan relajada como si estuviese en un spa jamaiquino, olvidando por completo la amenaza de ser agredida por turbas u hordas? ¿Cómo lograr que no una sino cientos de personas hayan pasado la noche del 22 para el 23 en el techo del edificio, con trajes de camuflaje, chalecos antibalas, binoculares infrarrojos, walkie-talkie, bengalas de advertencia, una docena de molotovs y cuerda suficiente para bajar a rapel 16 pisos; y la noche del 25 para el 26 hayan dejado abandonados sus apartamentos, sus automóviles, sus televisores y sus microondas para pasarla de camping en una autopista, meneando un whisky con agua'e coco y jugando dominó, sin el menor asomo de preocupación?

El enigma es de tal envergadura que me veo en la necesidad de llamar a mi amigo el ex comunista para que me oriente un poco, y él, que anda redescubriendo a Chomsky me responde: 'con la propaganda, caballero, que es a la democracia lo que la cachiporra a los gobiernos totalitarios'.

El anciano ha estado averiguando sobre grandes procesos de manipulación de masas y se ha encontrado con que, utilizada correctamente, la propaganda sirve para fabricar consensos. Con los adecuados fundamentos científicos, el rebaño humano no sólo irá hacia donde le digan, sino que irá convencido de que ejerce su libre albedrío. Magnífico.

El fenómeno venezolano es fascinante por la rapidez de los virajes, dribles y regates que le imprimen a un colectivo que hoy es Carlos Castaño y mañana el Dalai Lama.

Cuando Woodrow Wilson, que había ganado las elecciones apelando al ánimo predominantemente pacifista de los estadounidenses, decidió que era hora de incorporarse a la I Guerra Mundial, hubo de aplicar un programa de seis meses que transformó a los norteamericanos en unos belicistas histéricos dispuestos a cruzar el océano para despanzurrar alemanes. Aquí las transformaciones ya se logran en cosa de horas. Las muy heavy 'autodefensas unidas de Caracas' que afloraron la víspera del pasado 23 de enero, se trastocaron mágicamente en una derecha festiva y baja en calorías, el sábado 25 y el domingo 26. '¿Y si las turbas están ahora mismo asaltando tu casa?', le preguntó una señora a Ña Magda mientras ambas intentaban, en vano, repetir los movimientos de una instructora 100% fibra. 'Ay, no sé, chica, hoy la orden es hacer bailoterapia', replicó la interrogada, quien se agitó con tanto afán que terminó hipotensa.

Para algunos analistas políticos, como Hugo Prieto, lo que ocurre es que la oposición sufre el llamado Síndrome de Sharon Stone, no tanto porque las muchachas que acuden a las marchas estén _casi todas_ más buenas que comer con los dedos, sino porque sus militantes se encuentran, en todo sentido, sobreentrenados. 'Tienen a la gente dando vueltas por toda Caracas hace tres meses. Están cansaos', dice. A eso se le agregan otras hazañas atléticas como tocar ollas todas las noches y tragar cuñas a granel de la Coordinadora. Ahora, para colmo, quieren elevarles la frecuencia cardíaca a 190, a pleno sol y de un solo guamazo, algo severamente contraindicado, según las enseñanzas gradualistas de Penzini Fleury. '¡Uf!', resopla Prieto, quien en materia de deportes se inclina últimamente por los sport bar.

Si a todo esto se une el hecho de que la gente está aburridísima por la falta de cines, de gasolina para salir de Caracas y de centros comerciales para botar la plata, se comprende que hayan pasado de hacer la guerra en la azotea a hacer el amor en la autopista, aunque _que quede claro_ Ña Magda no llegó a tanto y hubo de conformarse con mover el esqueleto al ritmo del Aserejé.

¿Y ahora qué, después de semejante pirueta dialéctica (de la logia paramilitar a la convivencia hippie) qué los pondrán a hacer? Pues, a fabricar consensos. 'Firme usted y no pregunte', dice la cachiporra... es decir, la propaganda.

Tomado de http://noticias.eluniversal.com/2003/01/30/30105ZZ.shtml




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Clodovaldo Hernández


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