Lastimosamente no está contemplada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que la destrucción de un árbol es un delito de lesa humanidad. Pero debiera estarlo. Alguien debería proponerlo, porque al ritmo que marcha la tala de árboles, deberíamos pensar en serio tipificarlo como un delito y castigarlo con la misma pena. Quien tumbe un árbol tiene 30 años de cárcel, en el caso de Venezuela, que en mi opinión deberían ser cien años.
Y hacemos referencia obligatoria al gran Hugo Chávez, porque Chávez era todo, se preocupaba por todo y estaba pendiente de todo. Y qué curioso que en el Plan de la Patria, el quinto eje sea “Preservar la vida en el planeta y salvar a la especie humana”. Digo curioso porque pareciera un contrasentido con la propuesta del mismo Chávez de “país potencia”. Simplemente porque el “Arañero de Sabaneta” demostró que no había contradicción. Y para Hugo era fundamental la defensa del planeta.
La destrucción de los bosques, el tumbar un árbol no es cosa de juegos. Hace dos semanas en Guacara, Carabobo, se registraron 42 grados de temperatura, donde regularmente hizo una temperatura templada. Peor fue en Bejuma donde viví fiestas decembrinas en cuyas calles a las siete de la mañana no se veía nada producto de la neblina. Hoy el calor de Bejuma es igual al de Valencia. Para nombrar un sitio que todos conocen, Mérida es un infierno por el calor. En bailadores están dejando de cultivar fresas y flores porque durante el día el calor ya es insoportable.
Y aunque parezca extraño no condenar la destrucción de un árbol, es un acto absolutamente contrarrevolucionario, porque la salvación de la especie humana, contemplada en el Plan de la Patria, pasa por mantener los ecosistemas. Es decir, para qué sirve la especie humana, sin una fauna, sin los árboles, la vegetación y sin los ríos. Eso es salvar la vida del planeta, con una visión holística del problema.
La reflexión corresponde a una reacción de un acto genocida, o ecocida -para mi es lo mismo- ocurrido en Valencia en una calle lateral a la avenida Carlos Sanda y la Andrés Eloy Blanco, en la urbanización guarimbera de Prebo. Allí, sin más ni más, tumbaron once árboles de un solo guamazo, incluyendo cuatro de mangos totalmente cargados. Y se hubiera pensado que fueron los guarimberos, tan acostumbrados a tal práctica, pero resulta que hace más de dos semanas que no hay guarimbas en Valencia, salvo hechos terroristas aislados. Nada de eso. Fue la propia alcaldía que vino con sus cuadrillas y decidió sin consultar a los vecinos o a los consejos comunales de la zona, hacer tabla rasa a punta de motosierra.
Y aquí es menester detenernos. Porque no estamos hablando de un alcalde cualquiera, sino de un hombre que se hizo supramillonario a costa de la venta de madera. Imeca es una empresa distribuida en todo el país y fue denunciada recientemente por el propio presidente Maduro por el mal estado de las puertas que venden. Puede alguien preguntarse cómo Don Mikele Cocciola permitió que se talaran once árboles incluyendo cuatro cargados de mango de manera tan impune. Misterios de la ciencia, diría el profe Lupa.
Otro elemento a destacar en esta acción tan bárbara, es que efectivamente es un acto del capitalismo que actúa aberradamente sobre la base de los intereses de grupos y de negocios, y no sobre los intereses de la comunidad. No importa cuántos ecosistemas deben destruirse, si se necesita una calle, acaben con todo. Ese es el razonamiento del neoliberalismo salvaje del que hablaba Hugo, el ser humano no importa.
Un tercer elemento a incluirse en este hecho tan despreciable, es que Cocciola recibió apoyo de un conocido abogado de Valencia que dirige una organización política registrada en el CNE como el Partido Ecológico. Y a él especialmente se le conoce como “El Hombre verde”. ¿Se quedaron todos de una pieza, verdad? Es que esto solo es comparable a la posición de las madres guarimberas con la resolución 058. Es inentendible, fuera de toda lógica. Que una persona conocida como “El Hombre Verde” apoye a alguien cuya prioridad pareciera ser la tala árboles, solo confirma la tesis de Galeano: “el mundo está al revés”.
El alcalde Cocciola aún no tiene un año en su gestión. Ya le hemos visto varias acciones que no son cónsonas con un dirigente político o municipal. La primera fue el despido de 900 trabajadores de la alcaldía, básicamente porque eran rojos, porque de lo contrario con toda seguridad le hubieran encontrado una salida. Igual medida tomó en contra de los buhoneros. En lo personal creo que la buhonería no debe existir porque en nada benefician a la economía de un país ni de los propios ciudadanos que viven de ella. Pero no fue como acabaron con la buhonería Jacqueline Farías y Jorge Rodríguez. Les buscaron salidas que le hicieran el menos daño posible. Hoy, Caracas libre de buhoneros, es una bella ciudad, y no hubo que hacerle daño para ellos. Ahora tala once arboles incluyendo cuatro cargados de mango para echarle asfalto a una calle. Se le preguntó a la gente si estaban de acuerdo con esa tala, se midieron las consecuencias. Nada de eso. Todo en aras del “progreso” del salvajismo de seguir sembrando concreto, no importa que al final no queden los seres humanos.
Caminito de hormigas…
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No es cierto que le fue bien a María Corina por Canadá. También se vino con las tablas en la cabeza porque aunque ese parlamento es de derecha, no le parecieron serias sus denuncias. Y están seguros de que ese no es el camino para tumbar a Nicolás…
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Busquen en You Tube el video “Sálvese quien pueda”. Para impresionarse